“Franco permanece congelado en la mente de los españoles”, sentencia el artista Eugenio Merino al contemplar su obra hiperrealista expuesta en la feria de arte madrileña Arco.
El arte en nuestros tiempos es hiperrealista, sublime o basura. El primero de ellos vive gracias al efecto de la realidad aumentada, el sublime es lenguaje de lo imposible mientras que el basura es Damien Hirst con su tiburón descompuesto en una pecera bañada con formol elaborado en alguna maquiladora china.
La realidad aumentada la podemos encontrar, lo mismo en periódicos sensacionalistas que en aplicaciones de iPhone tipo TwittAround con la que el ocioso tuitero puede leer, como chismoso, los tuits que se escriben en la zona en la que se encuentra ubicado.
La propuesta de Eugenio Merino en Arco (que se inaugura al público mañana) es Always Franco o, si se prefiere, La chispa de la dictadura. Un monigote de látex con los rasgos del dictador Francisco Franco, en el interior de un refrigerador de Coca-Cola, se ha convertido en la figura de la publicidad viral de la feria, inclusive, antes de que se inaugure.
Pocos objetos de costo mínimo son tan deseados como la Coca-Cola. Tal parece que la semiótica encuentra en la marca de refrescos su razón de existir, es decir, el significado reloaded representa el motivo de compra por parte de millones de bebedores. Si la semiótica es lo que se esconde detrás de la bebida burbujeante con líquido color negro, la polisemia es la multiplicación de significados. Despacharse una lata de Franco-Cola en tiempos de Garzón es un ejercicio que se asimila al hiperrealismo. “Franco permanece congelado en la mente de los españoles”. En efecto, gracias a la asesoría sin honorarios que el juez Luciano Varela otorgó al sindicato fantasma Manos Limpias, las Franco-Colas ya se despachan en todo el planeta. Lo mejor, para Manos Limpias, es refrescarse Siempre. ¿Realidad aumentada?
La Real Academia de Historia promueve a los eufemismos como Centros de Distracción y Confusión de España (CDCE). Un ejemplo es su ratificación de la definición que había publicado sobre el dictador en el Diccionario Biográfico Español, en el que caracterizó su régimen como “autoritario pero no totalitario”. Así que Garzón tendrá que pedir disculpas a la Santa Sede del Partido Popular por atreverse a relacionar a las Franco-Colas con crímenes de lesa humanidad.
Mariano Rajoy y su equipo de técnicos pasarán a la historia no sólo por falsear datos sobre el déficit público sino como los que atestiguaron las travesuras de Manos Limpias promovidas por Luciano Varela…¡el juez que se encarga de medir el comportamiento de Baltasar Garzón!
Como sucede con la aplicación TwittAround, la ubicación del refrigerador de Franco-Colas en Arco no es casualidad. Y no me refiero al interés chismoso por lo que sucede en la estación de Metro más cercana de la feria, Campo de las Naciones, sino de lo que España vive en la actualidad.
El hiperrealismo de Garzón, para los integrantes de Manos Limpias y la mitad de España, se disfruta a través de la chispa de la vida.
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