Juan José Suárez Coppel sabe que el manejo que hizo de la frustrada alianza con Sacyr en la petrolera española Repsol le ha costado. En el mejor de los casos proyectó una imagen de ingenuidad en un mundo corporativo, y político, infestado de tiburones.

 

Al final, el presidente de Repsol, Antonio Brufau, supo capitalizar la mala fama de Luis del Rivero -aliado de Suárez Coppel en la malograda operación, granjearse los convenientes apoyos políticos y mediáticos del momento ondeando la bandera nacionalista –en la que hasta el rey Juan Carlos participó, y colocar de su lado a su ex colega en la Caixa, Isidro Fainé, el presidente actual de la entidad financiera y quien tiene una enorme influencia en el consejo de Repsol y, por cierto, quien también es socio de Carlos Slim. Incluso la ‘mano larga’ de Brufau alcanzó a convencer con sus argumentos a uno que otro consejero del propio Pemex, como Rogelio Gasca Neri quién parecía estar convencido de la defensa de Repsol ante la supuesta opacidad e incapacidad de Pemex.

 

Esta maraña de negociaciones de poder entre Pemex y Repsol que duró alrededor de cinco meses terminó cuando el presidente Felipe Calderón levantó la bandera de la paz, mientras que Sacyr, el aliado de Pemex, se derrumbaba dejando a Brufau mas fortalecido y con el camino libre para reorganizar las participaciones accionarias de Repsol sin mayores sombras. Calderón vio que el curso del affaire Pemex-Repsol no llevaba nada a favor de la mexicana y prefirió ‘apechugar’ intentando una salida decorosa al pleito con la pretensión de llegar a un acuerdo industrial entre ambas empresas, una vez que las relaciones bajaran de tensión.

 

Finalmente esa salida se concretó el 25 de enero pasado con la firma de un acuerdo de intención para negociar una alianza estratégica entre ambas empresas. La interpretación mediática que se le dio al acuerdo no fue nada favorable para Pemex; y es que al final Brufau imponía sus condiciones, se salía con la suya frente a los reclamos originales de la petrolera mexicana, y solo dejaba una rendija abierta para negociar una especie de ‘alianza industrial’, en un tono bastante vago. El costo para Pemex de esos cinco meses de intento de irrupción en la vida accionaria de Repsol, comenzaba a materializarse.

 

Por delante queda la negociación del pretendido acuerdo industrial. El rescate de parte de ese costo que tuvo que tragarse Suárez Coppel y Pemex con él.

 

La petrolera estatal mexicana parte de una posición de debilidad después de lo ocurrido, pero Repsol y Brufau también saben que Pemex es un jugador valioso para sus fines y su desprecio puede ser contraproducente.

 

Uno de los cuatro consejeros profesionales de Pemex, Fluvio Ruíz, decía lo que puede ser un consenso en el Consejo de la estatal mexicana: “Si esto del convenio (industrial) es solo para tranquilizarnos, entonces (la participación accionaria actual de Pemex en Repsol) no es viable”. En otras palabras, en ese caso Pemex decidiría reducir su participación de un casi 10% actual al 6.25% que es el mínimo establecido para contar con una silla en el consejo de Repsol, para convertirse en un accionista convidado de piedra en Madrid a la vez que volverá sus ojos a establecer alianzas internacionales con otros jugadores.

 

Si el costo pagado en el caso Repsol catapulta a Pemex a definir y ejecutar una verdadera estrategia de alcance internacional, entonces será uno bien pagado.

 

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