La confianza, después de Enron, se convirtió en el único activo que mueve a la economía de ficción.

 

Hoy, en la Unión Europea, la clase política se encuentra deprimida porque las riendas de las decisiones macroeconómicas han pasado a ser controladas por la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional). Las implicaciones son algo más que alarmantes. Una de ellas es la polarización ideológica y sus circunstancias, por ejemplo, el evidente trasvase de votos del centro hacia los extremos. La próxima escala serán las elecciones presidenciales en Francia donde el Frente Nacional de Marine Le Pen tendrá grandes posibilidades de pasar a una segunda vuelta sacrificando nada más y nada menos que a Sarkozy.

 

Dos casos recientes deben de llamar la atención, inclusive, a la clase política mexicana quien con alegría no simulada ignora el fascinante entorno de la corrupción y la incompetencia: Christian Wulff quien se desempeñó como presidente alemán hasta el viernes pasado, y Job Cohen quien hasta el día de ayer se desempeñó como líder de la oposición holandesa.

 

Malos tiempos para el hoy ex presidente alemán Christian Wulff cuando se le ocurrió pasar unas vacaciones invitado por un empresario cinematográfico (2007), David Groeneworld, poco tiempo después de que el Estado de Baja Sajonia le otorgara un aval millonario. El problema no terminó para el entonces presidente alemán. El financiamiento que obtuvo para comprar su casa también fue motivo de escándalo de acuerdo a supuestas concesiones discrecionales favorables otorgadas por el banco.

 

En el primer caso, el de las vacaciones, Wulff demostró que tiempo después del placentero descanso le depositó a Groeneworld el monto de los gastos. Y sobre el préstamo hipotecario, también se aclaró que no hubo discriminación a su favor por parte de la entidad bancaria.

 

El problema para Wulff llegó a través de la típica soberbia burocrática. Hace algunas semanas Wulff depositó un mensaje de voz en el buzón del teléfono celular del director del periódico Bild amenazándolo con cortar relaciones si publicaba la información sobre el tema del préstamo hipotecario.

 

Angela Merkel, desde hace meses, pensó que el caso Wulff no crecería. Wulff confiaba que los argumentos legales en su contra no eran lo suficientemente sólidos para recibir una imputación en su contra, sin embargo, la fiscalía de Hannover pensó lo contrario, y para investigar si se le imputa o no, decidió quitarle la inmunidad.

 

La renuncia del presidente alemán, cuyas funciones son decorativas, tiene daños colaterales: se llama Angela Merkel y, por si fuera poco, su mano se encuentra detrás de la reingeniería que la troika realiza en los países de la zona euro, en particular, en Portugal, Grecia, Italia y España.

 

La noticia del año, que desde la burocracia mexicana debe de sonar a milagro, es la renuncia del líder de la oposición holandesa, el laborista Job Cohen por no haber conseguido contribuir eficazmente a acabar con la crisis económica. Un santo en territorio infernal. Un político que renuncia por incompetente merece el ingreso al paraíso sin necesidad de confesiones y papeleos.

 

Las crisis financieras representan topes para los péndulos; puntos de inflexión éticos en el interior de un ambiente concupiscente.

 

La confianza, hoy, vale más que las libras esterlinas y que el oro. La economía de ficción apela al único activo que se revalora minuto a minuto. Las elecciones ya no se ganan a través de votos sino de confianza. El sistema político mexicano se encuentra podrido por las inexplicables ausencias de reformas políticas.

 

Job Cohen, santo súbito.

 

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