Los próximos días 14 15 y 16 de marzo, se celebrará en la Universidad Anáhuac México Sur el plato fuerte de los festejos de su 30 aniversario. Un congreso bajo el nombre de “Repensar la Enseñanza Universitaria”, en el que expertos de diversas carreras y ámbitos académicos reflexionaremos acerca de lo que estamos enseñando en las aulas. Sin duda un tema del máximo interés –en este caso- para la escuela de arquitectura.
Leyendo la entrevista a Jill Abramson (directora del The New York Times) que apareció en El País Semanal el domingo pasado, llama a la atención el término “periodismo de investigación”, al que consagró gran parte de su práctica profesional, y que anima a explorar, en ese sentido, las “mejores” universidades y escuelas de arquitectura para la reflexión de esta columna, y para el repensamiento que ya está en marcha. Un inevitable diluvio de ideas para las futuras generaciones.
Las mejores escuelas son muchísimas: la Escuela de Arquitectura de Oporto, Inspiradora en sus edificios diseñados por Alvaro Siza, “AA”: Architecture Association School of Architecture en Londres (para muchos la mejor), la Politécnica de Milán, de las más grandes –en cuanto a número de alumnos- y reconocidas del mundo, “IIT”, Illinois Institut of Technology College of Architecture, con edificios proyectados por Mies Van der Rohe), Harvard, Columbia, Pratt, Sci-Arc, o Cornell en Estados Unidos (por citar solo algunas…), la Politécnica de Madrid o la Politécnica de Barcelona, entre muchísimas otras españolas, varias en Alemania, otras en Suiza, o Australia…cual es la mejor? Bueno, de acuerdo al The Higher Education World University Rankings 2011 -2012, un sitio serio de ranking de universidades, sorprende la siguiente información:
Las mejores universidades del mundo son, en primer lugar, las americanas California Institute of Technology, y Harvard, que tradicionalmente ocupa el primer sitio. Seguidas de Stanford University, University of Oxford (inglesa), Princeton University, University of Cambridge (inglesa), Massachusetts Institute of Technology, Imperial College of London (inglesa), University of Chicago, y Berkeley University of California, es decir, 7 americanas y 3 inglesas, que predominan en esa proporción dentro de las primeras doscientas.
Por ejemplo, en el número 15 está la primera Universidad Suisa, en el número 19 la primera canadiense, en el número 30 la primera japonesa, en el número 32 la primera sueca, en el 34 la primera de Hong Kong, en el 37 la primera de Australia, en el 40 la primera de Singapur, en el 45 la primera alemana, en el 49 la primera de China, en el 53 la primera de Korea, en el 59 la primera de Francia, en el 67 la primera de Bélgica… en el 178 la Universidad de Sao Paulo en Brasil, primera y única latinoamericana dentro de las primeras doscientas, seguida de la 276, otra brasileña (Campinas) y la Pontificia Universidad Católica de Chile en el 351.
Suena aparatoso o frustrante, pero esta información tiene muchísimas lecturas y más perspectivas. Ellos miden cinco indicadores. El primero lo llaman enseñanza, que alude al plan de estudios. El segundo es la perspectiva internacional, que alude a la visión global en cuanto a campo de trabajo que tendrán que afrontar los estudiantes de hoy. El tercero, mide los ingresos que la carrera representa para su industria…que no queda muy claro. El cuarto mide la investigación, como actividad natural de la universidad, y el quinto indicador mide las citas, que alude a las publicaciones que genera cada universidad. Conforme.
Pero hay infinidad de ópticas o indicadores adicionales. Por mencionar algunas muy relevantes para nosotros: la escala, que es la proporción del número de alumnos y el número de profesores; una universidad gigante difícilmente facilitará una formación “detallada” a sus alumnos. Otra omisión de los rankigs serían los egresados, ciertamente son un activo y un indicador muy fuerte de la calidad de las mismas universidades en que estudiaron. La edad de la Universidad influye mucho también; hay juventud y madurez medibles, y hay excepciones descomunales como fue la Bauhaus en Alemania, o la propia Sci-Arc en California.
Particularmente hay algo sumamente cualitativo que no se mide y que trato de explicar. Si preguntáramos qué Universidad tiene a los “mejores alumnos”, seguramente ganaría Harvard (por ejemplo); si Harvard tiene a los mejores alumnos, entonces, más le valdría ser la mejor universidad… Aquí entraría en juego el nivel de las preparatorias y los bachilleratos, otro tema. Sin embrago, una universidad que recibe “alumnos normales” pero que produce magníficos profesionales, serios y comprometidos, no se puede medir en un ranking.
Comulgo con la visión que resulta de “pegar” dos frases muy célebres de nuestros grandes arquitectos Teodoro González de León: “la arquitectura no se enseña, se aprende”, y Antonio Attolini Lack: “la arquitectura se aprende, haciéndola”. Estas frases “esconden” fortalezas que las mejores escuelas de arquitectura deberían tener, pero que no se miden en estos rankings tampoco: primero la escala, nuevamente, ya que en la vida profesional, los proyectos se producen en células de trabajo, y se desarrollan en equipos interdisciplinarios de consultores externos. Y después los profesores. Si la arquitectura se aprende haciéndola, es imprescindible que los docentes sean arquitectos con práctica profesional, experimentados, y que la escuela tenga una visión de la “vida real”, cada vez más compleja y veloz. Los alumnos deben tener por fuerza el más amplio panorama de lo que ocurre cada día en el planeta.
Idearios, planes de estudio y programas, perfil docente y planes de formación de profesores, o las (cada día más importantes) metodologías de la enseñanza serán los ejes temáticos para acotar al universo de esta materia por repensar. Un reto enorme.
jorge@vazquezdelmercado.com.mx | @JorgeVdM_Arq