Parecería que hoy en día nos encontramos en una situación en la que nuestro pasado amenaza el futuro y nuestro presente no alcanza a leer esta amenaza. Tal es el caso de la relación que existe entre los humanos y el medio ambiente, así como del papel que esta relación ha jugado a lo largo de los años; un papel que pareciera ya no tener justificación alguna para continuar por el mismo camino, sin conciencia de que lo que logremos cambiar hoy, será aquello que nos permitirá tener un futuro sano y duradero.
Esta problemática, que nos atañe a todos por igual, fue ilustrada recientemente en un documento publicado por la Organización de las Naciones Unidas llamado La gran transformación basada en tecnologías ecológicas. Dicho reporte presenta en primer lugar un panorama del medio ambiente a nivel mundial, con los eventos y acciones que lo han marcado, y en segundo lugar, las propuestas que pueden lograr desviar las tendencias y dirigirlas hacia un mundo más verde. A continuación se presentan los resultados más importantes de esa investigación, así como el mensaje propositivo, en el cual está basada la premisa de una revolución ecológica a favor de un futuro sustentable.
El panorama actual de nuestro planeta supone retos importantes en términos ecológicos por varias razones. Por un lado, los patrones de crecimiento de la economía y de la población, así como los cambios en la producción, resultado de una revolución industrial que trajo aumentos considerables y exponenciales en la actividad humana, han rebasado el desarrollo de prácticas sustentables y han significado altos costos ambientales que han desembocado en una crisis. Por el otro lado, aún dados estos cambios, siguen existiendo en el mundo altos niveles de pobreza que deben ser eliminados, para lo cual es necesario un importante crecimiento económico. De ahí que el reto a nivel internacional sea conjugar un ritmo de crecimiento que ayude a combatir la pobreza y las desigualdades entre países y que este desarrollo no se dé en detrimento de nuestro planeta.
El crecimiento de la población y de la producción, y por consecuencia el aumento del uso de recursos y de desechos, han provocado un desbalance en la economía cuyas consecuencias van desde impactos adversos en la calidad de la tierra e inseguridad alimentaria, hasta catástrofes repentinas y desestabilización de ecosistemas, resultando en un agravio de la vulnerabilidad humana, especialmente para aquellos que viven en zonas o condiciones de riesgo.
Dado que el panorama pareciera oscuro, la pregunta relevante es ¿qué se puede hacer al respecto? Como respuesta, el informe propone un desarrollo sustentable en el cual se logre que se persigan tres metas conjuntas: desarrollo económico, desarrollo social y protección ambiental; a la par de una economía verde que promueva la equidad intergeneracional y basada en la presunción de que los beneficios de invertir en la sustentabilidad ambiental superan los costos de no hacerlo.
Producto de esta filosofía, se podría alcanzar un crecimiento equitativo que contribuya a la disminución de la pobreza y se encuentre dentro de los límites ambientales. Sin embargo, tal crecimiento requiere a su vez de una transformación estructural que proponga nuevas actividades y políticas sectoriales distintas, que promuevan sectores con ventajas competitivas. Dicha transformación estructural podría iniciarse con una revisión tecnológica fundamental y cambios en los procesos de producción y consumo, cuyos objetivos sean: la reducción en los requerimientos de recursos y energía, el uso de recursos renovables y biodegradables, la reducción de desechos o residuos y la protección de la biodiversidad y los ecosistemas.
La transformación basada en tecnologías ecológicas propuesta por la ONU tendrá que revertir los impactos no deseados de las revoluciones tecnológicas pasadas y, a la vez, preservar y mejorar los alcances positivos que éstas han tenido.
Dicha acción tendrá también que suceder en un periodo de tiempo más corto, dada la urgencia de actuar al respecto; otorgar un rol más central a los gobiernos para su impulso y lograr una mayor cooperación internacional que identifique el crecimiento de los países en desarrollo como un reto y una oportunidad. De la misma forma, será necesario que sucedan transformaciones sociales de patrones de asentamiento, transportación y consumo, así como cambios en las valoraciones sociales que otorguen un mayor valor al medio ambiente.
Esta revolución tecnológica deberá también hacer hincapié en lograr una seguridad alimentaria sostenible en donde el reto principal sea la agricultura a pequeña escala y que pueda también representar una solución a largo plazo para el hambre, la desnutrición, la volatilidad de los precios de los alimentos y la protección del ambiente. Esto supone un cambio radical de las políticas actuales que incluya el fortalecimiento de los sistemas de innovación y el aumento de recursos para el desarrollo de la agricultura y manejo sustentable de recursos.
La estrategia deberá perseguir también la eliminación de las desproporciones que existen en el nivel de los daños causados por los fenómenos naturales, logrando la inclusión de la gestión de los riesgos de desastre a las estrategias de desarrollo nacionales.
Por último, será también condición indispensable consolidar tanto la trasferencia tecnológica entre países, como la cooperación internacional en este ámbito. Algunas medidas para lograr esto son: volver más ecológicas las normas comerciales multilaterales y la financiación internacional, promover actividades económicas basadas en tecnologías verdes por igual en todos los países -fomentando un aumento en las tasas de inversión en este tipo de tecnologías especialmente en los países en desarrollo- conceder más flexibilidad a los países en desarrollo en relación con la dirección de sus políticas industriales y la creación de un régimen público global de transferencia tecnológica y de redes de investigación y aplicación tecnológica.
* Economista egresada de la Universidad Iberoamericana.
jimenaespinosam@gmail.com