Si un equipo inglés genera afinidad por reivindicar a humildes, es el Liverpool: equipo que en los sesenta, de la mano de los Beatles, dio a un puerto caducado y empobrecido, razones para enorgullecer y celebrar.
De aquel Liverpool siempre nos quedarán maravillosas historias de apego a la clase trabajadora, con jugadores obligados a limpiar ellos mismos el lodo de sus zapatos de futbol o con su técnico Bill Shankly frenando el camión a media carretera para que sentados en la banqueta comieran: sus futbolistas –por entonces ya convertidos en ídolos de masas- tenían que recordar siempre al que paga para verlos y las difíciles condiciones de vida que padece quien los idolatra.
Parte del encanto del club Liverpool siempre será ese vínculo con un puerto que fue centro del mundo y hoy es esquina extraviada en un ex imperio… Pero, esta vez los reds han enfrentado en la final de la Copa Carling a un plantel con mucho más argumentos para ser relacionado con debilidad y humildad.
El Cardiff City, con un plantel de 25 millones de dólares (contra los 320 del Liverpool) y militando en la segunda división, logró llegar hasta la final. Ahí, esta entidad galesa se comportó con un nivel de entereza y entrega conmovedores.
A falta de diez minutos para cerrar los tiempos extra, Liverpool tomó una ventaja que parecía más que definitiva. Pero el Cardiff, cómodo en la heroicidad de los poco privilegiados, atacó hasta igualar a pocos segundos del final.
La historia de los penales fue espectacular por su desastrosa ejecución, y Liverpool se coronó. Por esta vez mal le ha ido el conceptos de humilde y más doloroso ha sido para los neutrales ver tendidos en el campo a los jugadores del Cardiff, percibir sus lágrimas, entender lo que representaba para tan pequeña institución alcanzar esa ronda y poder luchar por un título jamás obtenido por un cuadro de Gales.
Mientras en eso pensábamos e imaginábamos a los elementos del Cardiff regresando la próxima semana a su rutina de equipo de segunda, sonó una canción en el estadio de Wembley. La cámara tuvo el acierto de mostrarnos cantando primero a un niño menor a 3 años y luego a un anciano al borde del llanto. Es el célebre “You´ll Never Walk Alone”, himno del Liverpool, grabado incluso en el portal de entrada a su estadio: “Sigue a través del viento, sigue a través de la lluvia, aunque tus sueños se rompan en pedazos. Camina, camina, con esperanza en tu corazón. Y nunca caminarás solo. Nunca caminarás solo”.
La melodía nos recordó los roles del futbol: el Cardiff tendrá un plantel del 8 % respecto al del Liverpool, pero la tradición red (aún con futbolistas costosos de cada rincón del mundo), es la que se relaciona con esa humildad. Y el You´ll Never Walk Alone, es la metáfora perfecta de esa incondicionalidad, de ese solidario estar ante cualquier desgracia y pese a toda circunstancia, de esa reivindicación como débil… Aunque por esta vez la debilidad del rival haya sido abrumadoramente más notoria.
@albertolati