A partir de hoy y esta semana será crucial para la relación comercial de México con Brasil cuando los secretarios de Economía y Relaciones Exteriores se reúnan con sus contrapartes brasileños para dirimir las diferencias surgidas en torno al acuerdo comercial automotriz firmado entre ambos países en 2002, en el marco del Acuerdo de Complementación Económica Número 55 (ACE 55) entre México y los países del Mercosur formados también por Argentina, Uruguay y Paraguay.
Las diferencias brasileñas sobre el acuerdo con México surgen por una sencilla razón: La política que sigue el gobierno brasileño es una de protección a su industria local por encima de cualquier otro interés.
Por eso el gobierno brasileño estuvo dispuesto a firmar el acuerdo mientras que éste le permitía al gobierno brasileño obtener superávits comerciales por sus exportaciones de autopartes y vehículos hacia México en condiciones ventajosas.
Sin embargo, ahora que México se ha convertido en una potente plataforma de fabricación y exportación de vehículos y autopartes hacia la región, provocando déficits comerciales para los brasileños, el acuerdo ya no es conveniente para el gobierno de Dilma Rousseff.
De allí que hoy al iniciar las negociaciones el ministro de comercio exterior brasileño plantearía a México la fijación de un tope a la importación de vehículos desde México a fin de revertir el superávit mexicano, limitar los propios alcances del acuerdo y el comercio en el sector automotriz entre ambos países. A ello se suman condiciones de una mayor cuota de importación de camiones desde Brasil y un mayor porcentaje en el componente regional en vehículos y autopartes.
En la práctica, lo que pretende Brasil es desmantelar el acuerdo si no son aceptadas sus condiciones y con ello volver a la protección que ha implementado para su sector automotriz. Eso lo puede lograr porque es un acuerdo bilateral con cláusulas de salida a las que el gobierno brasileño fácilmente puede apelar sin grandes costos para ellos, aunque para México una ruptura del acuerdo automotriz significaría un duro golpe –por las dimensiones y potencial del mercado interno brasileño- para su consolidación como una de las más importantes factorías automotrices de exportación del mundo.
Más allá de su propia vocación proteccionista, el gobierno brasileño se ha visto presionado por los grandes flujos de capitales financieros que han llegado a sus mercados fortaleciendo su moneda (el real), encareciendo sus exportaciones y restando competitividad internacional a su industria. Un fenómeno que, según los expertos, ya lo resiente su propia tasa de crecimiento económico.
El acuerdo automotor entre ambos países parece naufragar porque el gobierno brasileño no está dispuesto a cambiar sus exigencias sobre México, y el gobierno mexicano está presionado por la posición de los empresarios. Una situación que, lamentablemente, aleja cada vez más la posibilidad de un acuerdo de libre comercio entre las dos mayores economías de la región a pesar de los buenos deseos diplomáticos.
A pesar de todo México no debe quitar el dedo del renglón en materia de apertura comercial con Brasil que tiene un poderoso mercado interno, sin embargo ello dependerá de la respuesta brasileña que en los últimos meses ha adoptado medidas pretenciosas, que de insistir en ellas van a dañar aún mas su competitividad.
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