LOS ÁNGELES, Calif. Teresa Rodríguez, hija de padres mexicanos emigrados legalmente a Estados Unidos, nació en Garden City, California, hace 85 años, sin embargo, no habla inglés debido a que fue expatriada fuera de la ley a los cuatro años, en 1931, con toda su familia. Una historia de injusticia que vivieron miles en esa década.

 

“Ibamos mis papás, mi hermana Victoria y yo, y mi hermano nació en el camino de vuelta a Michoacán, cerca de Puruándiro, a donde dilatamos un mes en llegar”, narró la ciudadana estadunidense como una de las voces que se escucharon en la ceremonia de reconocimiento a víctimas de deportaciones y expatriaciones masivas durante la Gran Depresión.

 

Rodríguez regresó a su país en la década de los 60, casada con otro expatriado igual que ella a quien conoció en el pueblo de su abuelo y con cinco hijos mexicanos. Pero el peregrinar no paró allí, sufrió discriminación de sus connacionales.

 

Al regresar a California, ya adulta y sin hablar inglés, “nos llamaban mojados y la gente no te ayudaba”. Incluso dos hijos más nacieron en Tijuana, por su ignorancia en como operaba el sistema en su país. “Me dijeron que si iba al hospital me cobrarían 400 dólares porque naciera mi hijo y si no pagabas se quedaban con él y yo ganaba 90 centavos, como iba a pagar”.

 

Recordar su historia “triste” siempre la conmueve. Hoy, con 10 hijos vivos y cuatro que lleva en su corazón, quienes murieron en México por falta de atención, confía en que su sacrificio haya valido para que su descendencia pueda gozar de lo que tienen derecho. Se dice orgullosa de que sus vástagos sean profesionistas, varios con estudios de maestría.

 

Entre 1929 y 1944, el gobierno del presidente Herbert Hoover instaló un programa de repatriación masiva como solución a la crisis. Más de 2 millones de mexicanos y méxico-americanos fueron expulsados, aún cuando 60% eran ya nacidos en EU. De ellos, se estima, 400 mil procedían de California, por lo que el pasado 22 de febrero la Junta de Supervisores del Condado de Los Angeles suscribió una resolución en que ofrece una disculpa pública a los afectados.

 

Así, Teresa y otros más con nombre y rostro, y miles desconocidos, recibieron un tributo de la comunidad y de personalidades como la secretaria de Trabajo del gabinete de Barack Obama, Hilda Solís, latina de origen mexicano; Dolores Huerta, fundadora de los sindicatos californianos y Gloria Molina, supervisora del condado de LA, en la Ceremonia Histórica de Reconocimiento a los México-americanos Expatriados y Repatriados Ilegalmente, en el Museo Plaza de Cultura y Artes de Los Ángeles.

 

La activista Dolores Huerta enfatizó que aquellas repatriaciones no son el pasado, siguen ocurriendo, sólo que a diferencia, antaño la mayoría de los deportados eran residentes por lo fácil que era obtener documentos migratorios. “Nos quieren aquí cuando necesitan trabajadores, pero después nos quieren sacar”.

 

Pidió a la comunidad latina no olvidar estos hechos para evitar que se repitan. “Nadie puede cambiar la situación, excepto nosotros. Lo hicimos en el pasado y lo podemos hacer ahora” y concluyó sus palabras en español con la frase “Si se puede”, acuñada por su compañero de lucha el activista César Chavez.

 

Otra voz fue la de Ramona Espinoza, originaria de San Dimas, California, quien fue desplazada con su familia en 1932. Lo que llevó a su madre a volver con cuatro hijos a la Ilama, Sinaloa, a la casa del abuelo por unos años.

 

Después se fueron a Mexicali, donde ya no pudo estudiar la secundaria debido a la falta de recursos. Así que al salir de primaria, en 1948, empezó a cruzar a los “files”, como llaman al campo, para cortar zanahoria, amarrar rábanos y tapiar cebollas portando como identificación su fe de bautizo. Ante el desgaste del documento, debió ir a ver al cónsul en la capital de Baja California para recibir una primer identificación que significó el inicio de su regreso.

 

Ella habla poco inglés debido a que su esposo no la dejó ir a la escuela cuando regreso a EU para vivir en el condado de Orange, a los 22 años. “Fue mucho sufrimiento”, recuerda de aquella época.

 

En el acto en que también se develó un monumento permanente para no olvidar estos hechos, participaron además el senador Joseph Dunn, autor de la Ley de Disculpa por el programa de repatriación de mexicanos de 1930; Thomas Saenz, presidente de MALDEF; Cruz Reynoso, abogado de los derechos civiles; Gil Cedillo, asambleísta del estado de California y la actriz latina de origen chicano Eva Longoria, como maestra de ceremonias.

 

La secretaria Solís aseguró que la cita de la comunidad chicana allí es para no repetir las deportaciones ilegales y para recordar “que hay que involucrarse en las campañas y elegir a personas que tengan nuestros valores”.

 

Molina destacó lo necesario que es contar a las nuevas generaciones lo ocurrido. “Esta no es la historia que encuentran los niños y jóvenes en los libros de texto, pero si es la historia que deben saber para que esto no vuelva a ocurrir nunca”.