Del gasto en alimentos que realizan las familias mexicanas 57% corresponde a proteínas de origen animal, así como carbohidratos, azúcares y grasas que son consumidor dentro del hogar; en su mayoría se trata de productos industrializados que resultan más costosos e inciden directamente en el aumento en el tamaño de la cintura.
De manera adicional está el gasto de las familias en alimentos y bebidas fuera del hogar (desde una botella de agua, refrescos, café o dulces hasta comida rápida, tacos, quesadillas o cualquier otra fritanga), que representa 21% del presupuesto para este rubro.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2010, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), cada trimestre las familias destinan a la compra de alimentos 224 mil 500 millones de pesos; en promedio, cada una canaliza a este rubro siete mil 821 pesos.
Sin embargo, de los recursos gastados sólo 11% se va para la compra de frutas y verduras.
La proteína animal ocupa el primer lugar dentro de los egresos de los hogares, siendo la carne de res la que más se consume, seguida por la de aves, pescados y mariscos, y finalmente de cerdo.
Dentro de este grupo la encuesta también incluye el gasto en huevo, leche y sus derivados, sin embargo sólo la mitad de los encuestados dijo consumir estos productos, el resto no lo hace por cuestiones económicas o de acceso.
Los azúcares, carbohidratos y grasas son el segundo grupo de alimentos más consumidos. En primer lugar están los cereales y las bebidas no alcohólicas azucaradas, es decir refrescos, jugos, leches saborizadas y otros.
Después están las tortillas de maíz, los tubérculos, aceites y grasas, así como los azúcares y miel que se adicionan a los productos que ya están endulzados.
Esta dieta alta en azúcar y proteína es responsable del sobrepeso y la obesidad que hay en nuestro país, afirmó Guliana Padilla, investigadora de la licenciatura en Nutrición del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM).
“Compramos estos productos porque ya estamos acostumbrados a comerlos, y esto es la causa de los problemas de salud. Seguimos siendo un país que consume productos industrializados: en bolsa, en caja, en lata, que afectan nuestra economía y nuestra salud al mismo tiempo”, indicó.
Mencionó como ejemplo los cereales: los mexicanos prefieren comprar cajas en el supermercado en lugar de adquirir otros más naturales, como el amaranto, cuya cantidad de azúcar es mucho menor a todo el cereal empaquetado, incluyendo aquel que dice light.
La encuesta del INEGI revela que entre mayor es el ingreso de las familias, más alto es el consumo de carbohidratos y grasas, que representa hasta seis mil 800 millones de pesos del gasto en alimentos de las familias con mayor poder adquisitivo.
Respecto a frutas y verduras, un estudio de Consulta Mitofsky revela que sólo se consumen tres veces a la semana, cuando la ingesta diaria debe ser de cinco raciones.
Consumir más alimentos de este grupo reduciría el gasto de las familias, ya que las harinas y azúcares refinadas son mucho más costosas que los alimentos no procesados. Con ese ahorro, las familias podrían invertir también en actividades físicas que les ayuden a mantenerse saludables.
“Las personas creen que comer saludable es mucho más caro, y puede ser que lo sea en algunos productos, pero al final resulta más económico comprar otro tipo de alimentos, porque pueden ir a hacer ejercicio, y a la larga esto se verá reflejado en el gasto de salud”, puntualizó la nutrióloga.