Lo primero que se viene a la mente cuando escuchas la palabra “Alameda” es un lugar donde se reúnen las trabajadoras domésticas y los migrantes del interior de la República mientras escuchan consumen helados, pero no siempre fue así, durante la época de Maximiliano fue un lugar donde sólo se le permitía el acceso a los de niveles sociales altos, aunque en los años de la Inquisición allí fueron quemadas cientos de personas acusadas de herejía o brujería.

 

La fundó el virrey Luis de Velasco en 1570 para embellecer la ciudad con un gran jardín público y con los siglos inspiró la creación del Central Park, en Nueva York. Sin embargo, en la actualidad la Alameda Central ha perdido su brillo y carece de un significado especial para los capitalinos; se convirtió en un sitio de paso, pero no de descanso y fue ocupado en los últimos años como el punto de reunión de los seguidores de Andrés Manuel López Obrador para denunciar el presunto fraude electoral de 2006.

 

A unos meses de que concluya la administración de Marcelo Ebrard su cerebro en la recuperación del espacio público y secretario de Desarrollo Urbano, el arquitecto Felipe Leal, ha puesto en marcha un proyecto para cambiarle el rostro al pulmón que tiene la zona B del Centro Histórico para devolverle su condición de su objetivo original: embellecer la ciudad y lugar de paseo, como lo dibujó Diego Rivera en “Sueño de una tarde dominical en la Alameda”.

 

Felipe Leal fue al artífice de la recuperación de la Plaza de la República y del Monumento a la Revolución; es el arquitecto de cabecera de Gabriel García Márquez y en la rectoría de Juan Ramón de la Fuente definió dónde debían estar las estaciones del Metrobús y la ciclovía en Ciudad Universitaria, entre otros proyectos.

 

Por lo pronto han retirado a los 375 comerciantes ambulantes para que en septiembre sea re-inaugurado uno de los parques más importantes y viejos que tiene la capital. El gobierno invertirá 120 millones de pesos, de los cuales tienen 90; la suma restante, dijo el funcionario en días pasados, la van a pedir a los vecinos.

 

La emperatriz Carlota Amalia de Bélgica, esposa del emperador Maximiliano de Habsburgo, convirtió a la Alameda en uno de sus paseos preferidos y disfrutaba el viaje desde el castillo de Chapultepec; de esa época también data la avenida que hoy conocemos como Paseo de la Reforma, pero que originalmente se llamó Paseo de la Emperatriz y que fue creada por el monarca para comunicar el Castillo con Palacio Nacional, muy inspirada, por supuesto en la Champs Élysées. Todo eso fue eliminado tras la restauración de la República.

 

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