En los últimos días, las revelaciones de la Agencia Internacionales de la Energía Atómica sobre los avances de Irán así como las amenazas de ataque a Irán por parte del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu antes de su visita a Washington han reavivado los temores a un ataque occidental a Irán para evitar que este país se dote del arma atómica. La dictadura teocrática, considerada por occidente como un “Estado canalla” en particular por su apoyo a grupos terroristas y amenazas de aniquilación a otro Estado miembro de la ONU, Israel, se trasformaría en un territorio inviolable y por ende para siempre impune. Pero unos bombardeos a Irán, aun si resultan exitosos, hundirían al Medio Oriente y posiblemente Asia y Europa en una violencia y un caos indescriptibles. Así muchos, en occidente y en Israel mismo se preguntan si vale la pena desatar una guerra ahora para evitar una guerra peor en el futuro. Sin embargo puede que la misma pregunta no sea ya tan relevante. Con o sin bomba, Irán ya desestabiliza el Medio Oriente desde hace treinta años. Y la guerra contra él ya ha empezado, quizás de forma más exitosa y eficaz que cualquier bombardeo puntual de sus instalaciones nucleares. La primera batalla es la de las sanciones económicas que están poniendo el país de rodillas, obligándolo a pesar de su inmensa riqueza petrolera a manejar la austeridad. Esto a su vez deslegitimiza un régimen que ahora se encuentra constantemente al borde de una guerra civil. Tal guerra civil en Irán sería aun peor que la que atraviesa ahora sus vecinos afganos, iraquíes o sirios. Irán aún no pierde la batalla. Está malherido pero cuenta con el apoyo de Rusia, China y la India que siguen comerciando con él para obtener satisfacciones políticas y beneficios materiales a corto plazo. Pero estos tres países saben que a largo plazo el peligro nuclear iraní les afectará también.

 

La segunda batalla es más frental. No solamente fracasó hasta ahora en afectar a los intereses occidentales con atentados, mucho menos enfocados pues hubiera acabado con la vida de diplomáticos, lo que no restaría eficacia a un ataque occidental. Además lo hizo tan mal y dejó huellas tan groseras que no solamente demostró ineptitud militar sino que también provocó tensiones con los tres países en los cuales quería llevar a cabo sus ataques, Tailandia, Azerbaiyán y la India.

 

La tercera batalla es diplomática. Rusia y Turquía después de un periodo de acercamiento se alejan ostensiblemente de Irán, mientras sus dos únicos aliados oficiales, Corea del Norte y Siria se hunden. Así el país sólo tiene vecinos hostiles, y un regreso probable de los Talibanes en Afganistán sólo empeoraría las cosas para Irán. Éste país todavía puede contar con el apoyo de los grupos extremistas Hamas en Gaza y Hezbollah en Líbano. La recrudescencia de la violencia en la franja de Gaza y la frontera israelí difícilmente puede entenderse sin tomar en cuenta la guerra Irán-Israel que ya empezó. Finalmente Irán conserva dos posibles aliados internacionales en esta guerra, aunque ambas bastante frágiles. Egipto con islamismo triunfante que la aleja de Israel y Estados Unidos. Pero esta corriente islamista también crea un posible rival ideológico en la región, y Egipto por su peso demográfico e histórico en la región no se dejará relegar por Irán. El segundo es China, cuyo oportunismo internacional alcanzará un día su límite. Aun el arma del petróleo, nada despreciable, es difícil de esgrimir para Irán, pues Arabia Saudita, Azerbaiyán o Iraq apoyarían a Occidente reforzando su propia posición política y económica a costa de su peligrosos vecino iraní. Sobre todo privarse de su único recurso se aparentaría a un “ataque suicida” de parte de Irán.

 

En estas condiciones, Occidente tiene todas las de ganar la guerra por esto unos bombardeos masivos a Irán podrían revelarse contraproducentes, aun si logran frenar su programa nuclear. Recordemos la triste experiencia de Iraq en su guerra de ocho años contra un Irán islamista desahuciado que pudo no solamente resistir sino reforzarse. Si bien la amenaza militar es un instrumento útil en una negociación, su concreción inmediata no es del interés de nadie. Y a la luz de la guerra que ya empezó y contrariamente a lo que piensan los ayatolas, el tiempo no juega a favor de Irán.

 

*Profesor en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM

 

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