El fin de semana pasado se dio a conocer en Colombia que el hombre más rico de ese país, Luis Carlos Sarmiento Angulo, había adquirido la Casa Editorial El Tiempo, la empresa que publica los periódicos con mayor tradición e influencia en aquel país andino. El diario colombiano El Tiempo es uno de los periódicos emblemáticos de Sudamérica junto a El Clarín de Argentina, El Mercurio de Chile, O’Globo de Brasil y El Comercio de Perú.

 

Con esta operación el empresario compró al Grupo Planeta el 55% de las acciones de la empresa editorial con un valor que habría superado los 250 millones de dólares por lo que Sarmiento Angulo, quien ya poseía 33% de las acciones, se convierte en el accionista máximo con 88% de la empresa periodística, mientras que el 12% restante sigue en manos de la familia Santos, sus fundadores.

 

La noticia hizo preguntarse a los periodistas colombianos cuál es la verdadera razón para que el mayor banquero del país cuya fortuna se estima en más de 12 mil millones de dólares, se haya convencido de adquirir un negocio de periódicos que está lejos de los estándares de rentabilidad que acostumbra y, encima de todo, que se encamina a un futuro incierto por la tan anunciada muerte de los medios impresos.

 

La pregunta es frecuente. Ya en febrero de 2007 la revista estadounidense Vanity Fair publicó un amplio reportaje de Michael Wolff que tituló “Multimillonarios y periódicos de gran tamaño” en el que plantea que quizá el único camino de sobrevivencia que tienen los grandes diarios del mundo es ser ‘cazados’ por un multimillonario.

 

La tesis de sentido común es clara. La caída en los ingresos publicitarios, los altos costos del papel y el cambio generacional de los lectores hacia los medios digitales, son un coctel letal para la sobrevivencia financiera de estas empresas periodísticas si antes no se deciden por un cambio dramático en su modelo de negocio. Pero para hacerlo se requiere dinero y mucho dinero.

 

En esa ruta de ser ‘cazados’ por multimillonarios están por igual, aunque en distinta etapa, grandes nombres del periodismo mundial como The Wall Street Journal, The New York Times, The Boston Globe, El País, Newsweek y ahora El Tiempo, entre muchos otros que ya se agregaron a la lista o están por hacerlo. En México mucho se ha especulado sobre los intereses financieros de Carlos Slim en los grandes periódicos del país, aunque la característica familiar y privada de la mayor parte de las empresas periodísticas ha hecho que esta información solo quede en trascendidos.

 

Ciertamente si bien algunos de estos ricos piensan y apuestan a que los periódicos no desaparecerán como tales y que sus contenidos seguirán siendo valiosos ‘per se’ a pesar del cambio en los formatos de entrega de contenidos, es difícil pensar que no tienen un interés de negocios, o de poder político, a través de una mayor influencia en la vida pública.

 

Es probable que más allá del dinero que ya poseen estos súper ricos y que les da una influencia notable en la sociedad por su estatus económico, la mala situación financiera de los diarios les ha puesto en charola de plata ir más allá: Es decir, ganar poder a partir de la influencia que da la credibilidad social. Una motivación suficiente para quien posee miles de millones de dólares.

 

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