En los años 50, la calle todavía era nuestra. Fuera de las grandes avenidas, que eran pocas, se veía a los niños jugando coladeras, (para los muy jóvenes, era una cascarita con pelota de goma, y la portería era la coladera que bordeaba la banqueta) que sólo se suspendían si pasaba un esporádico automóvil.

 

Los teatros funcionaban de martes a domingo con entradas razonables, y el público salía por ahí de las 10 de la noche, y caminaba 2 ó 3 cuadras para llegar al lugar donde había estacionado el auto, sin temor a un asalto, y con la seguridad de encontrar el vehículo intacto. Por ello, los escenarios deportivos construidos en la época no tenían (ni tienen los que sobreviven) estacionamientos. El estadio de la Ciudad de los Deportes, ahora el Azul, la plaza de toros México, el parque del Seguro Social, el Frontón México.

 

 

Era otra ciudad, con una calidad de vida distinta. Vino entonces la explosión demográfica y automovilística. A medida que se fue descuidando el campo, la migración a la ciudad, y luego a sus alrededores, aumentó dramáticamente. Los empleos escaseaban para los recién llegados, y los precios eran altos. Conforme crecía el centralismo, crecía también la delincuencia común, más por necesidad que por otra cosa, circunstancia que aprovecharon los empresarios del delito para organizarse y multiplicarse.

 

 

Se tomaron medidas, que no fueron más que parches, pero necesarios. El profesor Carlos Hank González, al ver que el viaducto ya no era suficiente, hizo los ejes viales, que de algo sirvieron. Río Churubusco se convirtió en vía semi-rápida. Creció enormemente el negocio de los estacionamientos, porque ya no se encontraba lugar en la calle y porque por lo menos así habría la certeza de encontrar el vehículo con todo y sus espejos, su radio y sus llantas.

 

 

Y ahora, en la más reciente técnica para estrangular a los capitalinos, llegaron los profesionales de la manifestación y el bloqueo. Basta ver el rancho de Martín Esparza, líder de lo que queda del Sindicato Mexicano de Electricistas, donde ya hay mas porros que electricistas, para ver que esto es un gran negocio. O los millones que hay que entregar a Antorcha Campesina para que desbloquee Bucareli.

 

O, la más grande, traer maestros (¿?) del CNTE de varios estados, para defender sus “conquistas laborales,” entre las que están no estar sujetos a evaluación alguna, y tener el derecho a heredar sus plazas. En Oaxaca saben bien de lo que hablo, porque es la sede de la famosa sección 22, la más rijosa de todas. Imagine la desesperación de un verdadero maestro, con vocación (que sin duda, son los más), viendo cómo los paros van retrasando el programa de estudios sin que puedan hacer nada, porque donde los encuentren tratando de dar clases a medio paro, los gorilas sindicales los mandan al hospital. Y cuando por fin acaba el paro, pues ya llegaron las vacaciones. Ah, pero eso sí, todos cobrando puntualmente. Y los niños que pasan a 4º o 5º de primaria, todavía no saben leer.

 

@jorgeberry

 

 

Como dice el corrido, “Quién sabe cómo ni cuándo”, pero los ciudadanos de a pie, perdimos la calle.

Y así.

Tuits:

@davefridman McDonalds debería sacar una hamburguesa con un CHINGO de catsup, y que se llame McBeth. #chisteparaletrados

@amadornarcia Desmiente el sismológico que los recientes temblores se deban al nacimiento de un volcán en Guerrero, como el gobernador.

@AlinaSalazar “El 23 de marzo de 1994 fue asesinado cobardemente el candidato presidencial Luis Donaldo Colosio en un mítin en Tijuana.”