Lady Gaga es una agencia de publicidad cuyos principales mensajes se dirigen hacia los consumidores que demandan signos ornamentísticos. Lo relativo a su voz. empotrada en notas musicales, es una más de sus múltiples expresiones. Y sí, vender 23 millones de discos y 63 millones de singles (en poquísimo tiempo), son dos externalidades más, de la agencia de publicidad-cantante-heroína más innovadora del momento.
Lady Gaga no es ella. Es la suma de cientos de personajes con los que cultiva a sus fans y hace enojar a sus enemigos, casi siempre del Tea Party. Gaga siempre actúa. Quizá el único momento en que deja el guión sobre alguna mesa ocurre cuando se encuentra sobre el escenario.
No es difícil encontrar las poli simetrías histriónicas de Gaga. Cocina pasta ataviada con trapos de Chanel; visita al presidente Obama con zapatos-elevador (20 centímetros de tacón); se confiesa conservadora por sus deseos monógamos y (confiesa) obsequia más empatía a sus fans que a sus novios; frente a la atmósfera conceptual de MTV se presenta interpretando a un hombre bajo el nombre de Joe Calderone.
“Tuve que hacer ese papel para entender ciertas cosas sobre mí”, declaró a Vanity Fair. Para meterse en el personaje, Lady Gaga recibió la asesoría del profesor de interpretación Larry Arancio. Y como la agencia de publicidad-cantante-museo se especializa en trabajar sobre los detalles, Gaga decidió colocarse una prótesis entre las piernas.
El problema de sus enemigos morales reside en las falsas, por clásicas, interpretaciones semióticas en lugar de conceptualizar su oferta ornamental esteticista que consiste en innovar, innovar e innovar en la cultura del mainstream. Si Apple es una especie de hashtag constante (imposible en realidad) de la modernidad del siglo XXI, Lady Gaga es su complemento; la que enloquece a los contadores de iTunes; la que otorga contenidos a YouTube; la que permanece con el mayor rating entre la comunidad tuitera (20 millones de seguidores).
Sus enemigos morales se multiplican por las supuestas provocaciones de Gaga. ¿Provocación? En absoluto.
En la transmodernidad la experiencia de la libertad no es un sueño. La provocación es un concepto incubado en la formación represora, lo mismo en la familia que en el Estado. La provocación, entendida en nuestro siglo, es la innovación en su estado natural; oxímoron aterrador.
En realidad, la provocación la experimenta el morboso cuya vida fútil es determinada por chips dogmáticos. Los dogmas son pastillas empaquetadas al vacío, pues se descomponen a la intemperie por romper el tiempo; drogas vintage no sólo toleradas sino promovidas por los actores dogmáticos que suben a púlpitos y firman leyes.
La estela comercial de Gaga no se descifra en el mundo del espectáculo sino en el cultural porque lo que vende es un concepto. Lady Gaga no es la que come un hotdog en las calles de Manhattan ataviada con un top y falda vintage perteneciente al mundo del atelier Versace y con unos lentes Mercura (como aparece en un estudio fotográfico de la revista Vanity Fair), en realidad, Gaga representa la ruptura con lo establecido por la imagen dogmática.
¿Cómo vamos a crear una sociedad de líderes fuertes, en la que unos se respeten a otros, si forzamos a una mujer joven a tomar determinadas decisiones? En la pregunta que formula Gaga está la fórmula de su concepto cultural. Líderes fuertes, mujer, decisiones.
Lady Gaga, la agencia de publicidad-cantante-heroína es un conjunto de descargas cotidianas. Sus fans lo saben. Cada día nace una nueva Gaga. En cada una de las descargas viaja una Gaga distinta. En el siglo pasado las poli personalidades, exclusivamente, se podían observar a través de cómics donde los súper héroes lograban romper su monotemática personalidad, lo mismo para salvar a los indefensos frente a la quebrantable ley, que para defender al mundo de los extraterrestres.
“Qué pensarían (los fans) de mi obra, y de mí como mujer, si se enterasen que estoy aguantando ese tipo de situaciones”. Se refiere al escenario privado en el que alguno de sus novios la humille.
“Mis fans me han salvado a mí misma, porque ellos no permitirían esa situación, del mismo modo que yo jamás dejaría que alguien les hiciera daño”, declara a Vanity Fair, bajo la personalidad de una súper heroína con roles compartidos, es decir, en ocasiones sus fans la salvan y en otros momentos ella salva a sus fans. Figura hegeliana donde la relación amo y esclavo se comparten los roles. Y sí, a Gaga le escriben miles de correos electrónicos a manera de SOS. Gaga, acude a Obama para pedirle campañas en contra del bullying que sufren muchos de sus fans.
El guión preferido de Gaga es el que niega interpretar. Es su naturaleza, nos dice. Pero, en realidad, al concatenar escenas, Gaga interpreta un magnífico guión.
La innovación se ha convertido en una especie de metal precioso en el siglo de la comunicación. La razón es sencilla. Las posibilidades del conocimiento son infinitas sin embargo, y de manera paradójica, los incentivos para sumergirse en él, al parecer, son escasos. Por ello, cuando una agencia de publicidad-cantante-heroína se personifica, el mundo entero dirige su mirada hacia tal fenómeno. Lady Gaga lo es.
@faustopretelin