Poco después de las cuatro de la tarde del viernes 23 de marzo aterrizó en el aeropuerto de Guanajuato el vuelo 777-200 de Alitalia, que traía al Papa Benedicto XVI a México. Reacio a venir al país con más católicos de lengua española, finalmente el Pontífice decidió aproximarse para “extender la fe” y para “traer las bendiciones papales a un país que sufre el flagelo de la violencia y el narcotráfico”, decían los partes oficiales…
La recepción fue descafeinada. Muy en tono de escenografía humana hecha para la televisión y del agrado del Pontífice; y para demostrar al mundo que aquí ‘se le quiere´ porque “¡México está bendito, con Benedicto!” gritaban muchos de los cuatro mil privilegiados –primera clase del Bajío- que pudieron estar en el aeropuerto para verlo de cerca, desde las gradas.
Luego de colocar la escalinata segura, se abrieron las puertas del avión y se estableció el protocolo de seguridad. Cuando apareció el Papa en la parte superior de la escalinata, vestido de blanco, se oyó un suspiro que fue clamor…
Bajó el Papa; el saludo del presidente Felipe Calderón fue emotivo; el de la señora Zavala de Calderón, más contenido, pero también alegre. En el templete, el presidente mexicano habló de un país que sufre el flagelo de la violencia y del narcotráfico, pero que no está prostrado y que sigue en pie y todo eso. El discurso del Papa fue en tono de disposición al acercamiento.
El sábado fue dedicado a los niños, a los que vio de cerca y acarició y para los que pidió protección de todos. El domingo sobrevoló el cerro del Cubilete, con el magnífico Cristo Rey en la cúpula: el mismo Cubilete y santuario por el que en 1926 comenzó una guerra entre mexicanos: la Cristiada. De ahí a Silao, en donde ofició una misa a la que asistieron más de 600 mil almas y políticos, candidatos (Josefina Vázquez Mota, Andrés Manuel López Obrador, Enrique Peña Nieto…) y las estrellas, estrellitas y asteroides de la vida mexicana. Ahí, luego del Angelus Domini pronunció su homilía en la que…
Pidió a la virgen de Guadalupe mexicana “inspirar a México para continuar llamando al respeto, defensa y promoción de la vida humana y al fomento de la fraternidad evitando la terrible venganza y desterrando el odio que divide (y que) reine en la vida de los mexicanos y latinoamericanos para que Cristo reine sus vidas y les ayude a promover audazmente la paz, la concordia, la justicia y la solidaridad…”
En todo caso, fuera del entorno de la llegada del Papa Benedicto XVI a México, a la mayoría de los mexicanos les dio por preguntar: ¿a qué viene el Papa a México? Naturalmente el tono de las respuestas variaba aunque continuaba la pregunta inicial: ¿A qué viene el Papa a México?
Para muchos la visita contiene una intención política a poco más de tres meses de que se lleven a cabo las elecciones federales en México. Una intención que, según esto, es la de mantener el tono conservador del gobierno mexicano como han sido el del señor Vicente Fox y el del señor Felipe Calderón Hinojosa, ambos del Partido Acción Nacional (PAN).
Para otros viene a fortalecer la fe católica, ahora tan desperdigada y con un crecimiento grande del protestantismo, sobre todo en el sureste del país. Y a estrechar la mano de todos, como las de aquellos niños discapacitados que lo miraban atónitos en las vallas y de quien recibieron el toque de su bendición… Bien… Aunque nada de niños violentados por curas maloras y nada de eso…
Pero más allá del discurso, por la presencia y las formas, lo más cierto es que el impacto de esta visita favorecerá al conservadurismo mexicano, a la política conservadora del gobierno mexicano y a un partido político que es azul, ‘como una ojera de mujer…’ ¿Fortalecer la fe? La fe de los mexicanos ya existe, con visita papal o sin ella…
… Es así de firme esa fe; pero también, a los mexicanos les queda claro que una cosa es la fe y otra la política y por eso insisten en la laicidad del Estado. Así es, y así será. jhsantiago@prodigy.net.mx