La semana pasada se juntaron los presidentes de tres países centroamericanos con la finalidad de discutir cómo enfrentar el crimen organizado en la zona. Las cifras son alarmantes, ya que el numero de muertos e índices de violencia se empiezan a ser similares a los que vivieron estos  se países cuando tuvieron conflictos armados. Una parte de la violencia se atribuye al conflicto territorial derivado de la disputa de las rutas de droga y trata de personas, así como la entrada de armas y precursores químicos. Los Zetas se disputan con miembros del Cártel de Sinaloa rutas para el tráfico de cocaína de Colombia a México. En cuanto a trata de personas, Los Zetas han consolidado a través de la violencia y alianzas estratégicas con pandillas salvadoreñas el negocio de migrantes centroamericanos y aquellos provenientes de China y Medio Oriente hacia los Estados Unidos. La triangulación de importaciones restringidas de productos químicos para elaborar metanfetaminas y drogas sintéticas, así como la compra de armamento en los mercados negros, todo esto vía Panamá y Honduras, reforzó la presencia de miembros del Cártel de Sinaloa en esos países. A su vez, la industria del casino y la laxitud en las regulaciones de lavado de dinero que se tienen en la zona, han fomentado la financiación de actividades ilegales.

 

La iniciativa de los países centroamericanos es importante, dado que por primera vez y de manera conjunta asumen que tienen un problema y que la actual estrategia para enfrentar a los grupos delictivos no está funcionando. Al final de la reunión, el presidente de Guatemala continuó su apoyo para legalizar las drogas y así resolver el problema de la violencia en la zona. Esta postura no creo que resuelva el problema de la violencia en Centroamérica y si bien la reunión tiene un logro muy importante que es el abordar el problema de crimen organizado, creo que los presidentes deben afinar más sus diagnósticos para traer la paz.

 

El crimen organizado se establece donde encuentra las condiciones favorables para desarrollar sus negocios que consisten en contar con una plataforma logística, un sistema judicial y policiaco corrupto o deficiente y un sistema financiero para transformar los activos ilícitos en lícitos al menor costo posible. Estos tres elementos se encuentran a lo largo de los países centroamericanos y dado la cercanía y facilidad de movimiento en la zona los miembros del crimen organizado han establecido su presencia.

 

La violencia no se debe a que las drogas son ilegales, se deben a que en estos países los crímenes quedan impunes, hay instituciones corruptas y el dinero procedente de actividades ilícitas se vuelve lícito en muy corto plazo. Lo mismo que sucede en Centroamérica sucede en nuestro país. El mercado de drogas no es el que aumenta el número de asesinatos en el país, es la impunidad y falta de resolución de estos casos, ya que el costo de cometer este delito es muy bajo.

 

Lo importante de estas reuniones es que los países están empezando a comprender que las organizaciones criminales ya son globales y que la respuesta debe ser coordinada de manera internacional para ser efectiva. Ya no puede haber sentencias o definiciones diferentes para un crimen como tráfico de personas o de droga, no puede haber precursores químicos legales en un país e ilegales en otros, y todos debemos convenir como regular los mercados de armamento y definir sus reglas de importación y exportación.

 

Esto no debe ser una tarea difícil si sabemos que existen menos de 500 empresas en el mundo que fabrican armamento y menos de 150 que hacen precursores químicos por ejemplo. Lo que si será difícil es generar el consenso internacional para que los países cataloguen a los miembros del crimen organizado como una amenaza global, aun cuando ya lo sean.

 

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