Siempre he reflexionado sobre la relación que hay entre arquitectura y música…tratando de ser objetivo, sobre todo por la amplia similitud en muchos términos y conceptos que comparten. Vladimir Kaspé (Súper Servicio Lomas, Liceo Franco Mexicano, Centro Deportivo Israelita) decía que la música es más perfecta que la arquitectura, ”salvo uno que otro Partenón”. Carlos Mijares (fábrica de Vehículos Automotores Mexicanos, Parroquia de Ciudad Hidalgo, capilla del panteón de Jungapeo), con mucha razón afirma que el sonido es a la música, lo que el espacio a la arquitectura. Sin embargo tenemos la sensación de que la música es mucho más abstracta que la arquitectura, porque no es tan material o “tangible”. De los conceptos compartidos, cito sólo algunos en orden alfabético para ordenarlos de alguna forma: armonía, balance, composición, delicadeza, equilibrio, forma, grandeza, hondura, imagen, juego, levedad, movimiento, nitidez, ornamento, pureza, quietud, ritmo, silencio, tiempo, universalidad, o volumen.

 

Quizás la relación más recurrente –además de los conceptos compartidos- entre arquitectura y música sea su representación gráfica; se expresan en lenguajes o idiomas propios y muy distintos. Aquí la arquitectura es prácticamente “literal”: ver un plano arquitectónico es mucho más comprensible -a simple vista- que ver una partitura. Sin embargo existen esfuerzos visionarios que han intentado vincular ambos lenguajes: Iannis Xenakis, arquitecto y compositor a quien se asocia con LeCorbusier por haber colaborado con él en varios proyectos (el Convento de Sainte-Marie-de-la-Tourette 1953 o el Pabellón Philips de la Exposición Internacional de Bruselas de 1958, entre otros), es conocido por aplicar procesos compositivos y estéticos similares en cálculo, arquitectura, y composición musical. Su obra está construida esencialmente sobre el lenguaje de las matemáticas y el azar. Fue precursor de la música electrónica, y existen algunos dibujos que representan edificios compuestos a partir de diagramas “musicales”.

 

La música es matemática –mucho más perfecta, como bien afirmó Kaspé-, pero las matemáticas en arquitectura, se manifiestan generalmente en proporciones o correspondencias. En la geometría posiblemente se encuentre la intersección de ambas disciplinas… La famosa frase “la música es arquitectura congelada” de Schopenhauer alude a la capacidad de la música de crear atmósferas y/o recrear lugares, aunque un lugar pueda prescindir de la arquitectura. Resulta inevitable pensar en arquitectura como música”, en los edificios que “cantan”, como nos recuerda Paul Valéry en su “Eupalinos o el Arquitecto”.

 

Fallecido el pasado 3 de marzo, Joaquín Gutiérrez-Heras fue un compositor mexicano que estudió arquitectura. Escuché varias de sus obras en los conciertos de la OFUNAM, y aunque se le identifica mucho con la música que compuso para cine, lo recuerdo como un compositor sumamente “contemporáneo”, término ciertamente muy resonante entre arquitectura y música también.

 

Hay arquitectos que personifican esta relación “sonoro-espacial”, como Daniel Libeskind (Museo Judío en Berlín), que estudió música antes de ser arquitecto –su arquitectura lo refleja-, o Arcadio Artis (sala Netzahualcóyotl, junto a Orso Núñez) que hizo la carrera de violín en el Conservatorio Nacional de Música antes de ser arquitecto. Con él tuve la oportunidad hace algunos años de colaborar en el proyecto para una sala de conciertos y una escuela de música. Es cuando más cerca me he movido –profesionalmente- entre ambas disciplinas. Los edificios para la música requieren conocerla. La sala de conciertos puede ser el punto en el que más se acercan, ya que es un edificio que tiene que “sonar”, además de recibir a una orquesta y a un auditorio cómodamente; la sala de conciertos puede concebirse como un instrumento musical, y no sólo como un edificio público.

 

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