En 2002 Umberto Eco escribió un ensayo sobre la relación, al parecer simbiótica, entre dos continentes. ¿Deben los intelectuales meterse en política? Es el título con el que Eco no pudo esconder su provocación. Con él, Eco reforzaba las fronteras continentales a través del Estado moderno. Fuerza, fe e intelecto permanecen aislados para fortalecer al Estado. Viajar de uno a otro es lo conveniente en lugar de la convergencia. Olvidarse de la Pangea, lo mejor.

 

Los militares, creyentes y gente de letras caminan sobre rieles paralelos para evitar dictaduras, guerras santas o sofocracias cuya naturaleza, en ésta última, sería discriminatoria. La laicidad irrumpió para evitar los movimientos continentales. Es la única vía para evitar el choque entre continentes.

 

De ahí que el servicio de catering sea una de los productos ofrecidos por los intelectuales de pantalla: alimentar de mundos paralelos, muchos de ellos imaginados, a los candidatos que como buenos burócratas cumplen con el envío de oficios y tarjetas y con la organización de algunas reuniones a las que denominan “acuerdos” para que de ellas, el tiempo permute en trabajo transparente (justificación de la productividad).

 

En México, Segio Aguayo fue invitado a formar parte al Consejo Ciudadano de Desarrollo Social cuando Josefina Vázquez Mota se desempeñaba como secretaria de Desarrollo Social. El Consejo Ciudadano desempeña una función toral al interior de la Sedesol al evaluar la instrumentalización de políticas contra la pobreza, tomado distancia de los funcionarios que, a priori, siempre defenderán la implementación de sus políticas públicas por muy malas que hayan resultado. Los miembros del Consejo Ciudadano no cobran un peso. Quizá ésta haya sido la razón por la que Aguayo se acercó al subsecretario de Prospectiva, Miguel Sékely para ofrecerle un producto-catering con valor superior a los siete millones de pesos.

 

La mala suerte para Aguayo llegó el día en que Vázquez Mota abandonó la Sedesol y en su lugar llegó Ana Teresa Aranda. Sin Miguel Sékely ni Vázquez Mota, Aguayo se dirigió, sin cuidar las formas, con los nuevos funcionarios que habían llegado en la administración de Aranda para reclamarles el pago. Hasta aquí, al parecer, no había problema. Sin embargo, los funcionarios pertenecientes a la subsecretaría de Prospectiva le comentaron a Aguayo que no había contrato firmado de por medio por lo que no se le pagaría un solo peso.

 

La posición soberbia de Aguayo fue tan ridícula que dos funcionarios recuerdan la principal queja que el intelectual esgrimió durante uno de los encuentros que sostuvo con ellos en el piso número cuatro del edificio ubicado en avenida Reforma número 116 en la ciudad de México: “Tengo un departamento en Barcelona y lo tengo que mantener”.

 

El caso no es novedoso. El pobretólogo Rodolfo de la Torre lo documentó en su momento. En loa pasillos de la Sedesol no les parece ajeno el caso. Sobre todo porque desde la prensa, Sergio Aguayo comenzó a elaborar críticas, con un pobre matiz, hacia la secretaria Aranda por no quererle pagar los millones que exigió sin contrato de por medio. La correlación es mágica.

 

El servicio de catering es sencillo: me pagas, hablo bien de ti. No me pagas, te critico hasta que me harte. Filosofía del intelectual catering.

 

Qué decir de la relación orgánica entre Héctor Aguilar Camín con el presidente Salinas de Gortari. El intercambio de halagos en Nexos se consolidó con el salvamento que hizo el Estado de la hoy viva revista.

 

Régis Debray escribió hace años un ensayo sobre la seducción del Estado a través de la pantalla. Los intelectuales catering compiten por el rating de las estrellas a tal punto que se convierte en obsesión.

 

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