He pasado muchas horas en autobuses y estoy convencido de que su diseño interior es clave para la comodidad, a pesar de que es un aspecto al que se le presta poca atención.

 

Cuando era adolescente comencé a utilizar por mi cuenta los autobuses. Durante mi primer año de secundaria tomaba metro para ir a la escuela, pero a partir del segundo usaba alternadamente los autobuses de Ruta 100 y los trolebuses, aunque desde el primer año usé también el bus para otros viajes, como por ejemplo visitar a mi abuela.

 

La ruta que usaba regularmente era la 59, de Xochimilco a El Rosario, que por esas fechas fue ajustada en dos recorridos, el de Xochimilco a División del Norte y el de División del Norte a El Rosario. Desde segundo de secundaria eso implicaba transbordar, además de esperas de 20 a 30 minutos para un autobús repleto de pasajeros. En el transbordo usualmente me sentaba desde el inicio del viaje, pero antes del transbordo iba apretado moviéndome entre los pasillos. La configuración de asientos era por lo regular, si mal no recuerdo 2×1, dos asientos a la derecha – pasillo – asiento alineado con el conductor. Sin embargo algunos buses tenían 2×2, con lo cual el pasillo se angostaba. Podía notarse la diferencia.

 

La puerta de los autobuses estaba, en los años ochenta, invariablemente hasta atrás del bus. Para visitar a  mi abuela no era tan complicado, me subía en Eje 8 Sur y bajaba en la terminal División del Norte, luego tomaba un bus vacío, que se llenaba por supuesto, y me bajaba en Campeche, pero tenía tiempo para llegar hasta la puerta. La situación era muy distinta para la ida a la escuela, me subía en Eje 8 Sur y Pirineos, para bajar 3 paradas después, por lo que era muy difícil llegar hasta la puerta de descenso.

 

Los microbuses vinieron a “resolver” el problema de las bajadas y subidas, pues los choferes aceptaron que se podía bajar o subir por cualquier puerta en función de qué tan lleno estuviera el vehículo. En algunas ciudades han prevalecido los autobuses, muchos todavía con puerta trasera, cuya ubicación sólo tiene como ventaja que maximiza el número de pasajeros sentados. En la Ciudad de México el RTP, la empresa de autobuses del gobierno, tiene puerta de descenso central en la mayoría de los casos, pero los autobuses concesionados a menudo la ubican delante de la última fila. Como resultado, en hora pico se complica llegar hasta ella y la sustitución de unidades está repitiendo el modelo de bajar o subir por cualquier puerta.

 

En Guadalajara se instrumentó un servicio muy interesante, el Pretrén, que suele salir muy bien evaluado por los usuarios en las encuestas sobre calidad del servicio. Se trata de un autobús cuyo diseño interior se percibe amplio. La mayoría de los asientos, en vez de mirar hacia el frente de la unidad, miran al asiento de enfrente y están de espaldas a la ventana. Además de la regularidad de su servicio, me parece que la configuración de asientos es clave para la comodidad.

 

La forma en que uno sube o baja del autobús también es importante. A uno le gusta entrar por la puerta grande a cualquier lado, pero cuando se invierte poco en el bus la puerta es angosta; entrar al mismo nivel del bus es mejor, pero los autobuses de entrada baja suelen ser muy caros, así que con puertas anchas puede ser suficiente, pero eso sí, pensemos ya en las personas que no pueden caminar y coloquemos elevadores en una de las puertas.

 

Si queremos impactar en los usuarios regulares del automóvil debemos pensar en estos detalles, en la información al usuario, en que tengan un carril prioritario para sobrepasar los congestionamientos. Creo que nuestras autoridades y los concesionarios no están viendo estos detalles actualmente, lo cual me aterra, porque significaría que tendremos que esperar una generación de autobuses (10 años al menos) antes de tener un buen transporte en las ciudades mexicanas.

 

@GoberRemes