El futbol tiene sentimientos. Muy en el fondo y al margen de cantos llenos de rencor, homofobia, racismo, paranoia e insultos, este deporte demuestra de vez en cuando cierto nivel de humanismo y lealtad.
Es una especie de familia disfuncional en la que todos se insultan y agreden, pero basta con que se sepa que uno de sus integrantes padece severos problemas de salud, para que se cambie el rabioso semblante por una cara solidaria y noble. Ni duda cabe: la metamorfosis sucede sólo al llegar a las instancias más trágicas y pavorosas de la vida humana, como las que a continuación enlistamos.
Eric Abidal, defensor del Barcelona, a quien se le extirpó un tumor en el hígado durante el torneo pasado y que en breve recibirá trasplante. Fabrice Muamba, mediocampista del Bolton inglés, que se desvaneció a medio partido y clínicamente estuvo muerto durante más de una hora hasta lograr ser milagrosamente reanimado. Stiliyan Petrov, capitán del Aston Villa, diagnosticado el viernes con leucemia y emotivamente ovacionado un día después en el partido contra el Chelsea.
En 2007, al fallecer el joven jugador del Sevilla, Antonio Puerta, apareció llorando en el sepelio el presidente del Betis, Manuel Ruiz de Lopera: un tipejo dedicado por años a sembrar odio anti-sevillista, a prohibir a sus jugadores todo convivio con los del Sevilla y generar disturbios. ¿Cómo reacciono el entorno? Aplaudiendo a Lopera por la belleza de sus sentimientos y tan conmovedoras lágrimas.
Dar los mejores deseos a quien atraviesa por una circunstancia como las arriba mencionadas, más que reflejar buen corazón, refiere a sentido común y la forma más básica de la sensatez… Pero esto luce tan podrido y sus hongos de odio son tan amenazantes, que terminamos por entusiasmarnos ante lo mínimo esperable: “menos mal que hasta su más acérrimo rival le ha deseado pronta recuperación”; “fíjate qué maravilloso, hasta esa grada, donde era tan insultado, hoy reza por su vida”. Ahí sí, ni el árbitro que aseguramos quiere matarnos (cómo gusta ese maldito verbo en las conferencias de prensa); ni el delantero al que detestamos porque se tiró en el área propiciando el penal de la derrota; ni el defensa al que por algo hay que insultar y entonces hemos arremetido contra su raza, su religión, su madre; ni el sistema empecinado en aplastarnos (y todos tienen pruebas de ello). Nada hace sombra a tan dramática circunstancia.
Hoy el drama que enfrentan estos muchachos une al futbol y en Inglaterra incluso ha sido encarcelado un joven por twittear una burla racista en el momento en que el corazón de Muamba se resistía a latir (si acaso, el único individuo que públicamente no se unió al dolor por lo que estaba sucediendo al futbolista del Bolton).
Una vez más, el futbol refleja con calca lo que sucede a mayor escala, fuera de canchas y estadios, en la sociedad. El entorno futbolero sí tiene buenos sentimientos. Lo desagradable es ver lo que tiene que suceder para que estos emerjan.
@albertolati