Los últimos días de su vida, Miguel de la Madrid los pasó en el Hospital Español. Ya no podía hablar, estaba entubado, recibía diálisis cotidianamente; sin embargo, permanecía consciente y lúcido, de ahí que recibiera en estas últimas semanas a algunos visitantes con quienes solían reunirse habitualmente y escuchar su plática. El colimense sabía que el final estaba ya muy cerca y se fue ayer, a las 7:30 de la mañana, muy a su estilo, con discreción.
De la Madrid es el segundo presidente de la República que muere durante la etapa de los gobiernos panistas. José López Portillo, el antecesor de De la Madrid, falleció el 17 de febrero de 2004. En ninguno de los dos casos hubo funeral de Estado, como suele ocurrir en otros países, como Francia y Estados Unidos, donde se hace un último homenaje a quienes los gobernaron, aun y cuando el gobernante en turno pertenezca a otro partido.
En lo que a la muerte de los ex presidentes se refiere, los panistas no se han distinguido por su grandeza. Parece pesar más en ellos el rencor hacia sus antecesores -todos los priistas, llámense como se llamen y hayan hecho lo que hayan hecho- que ofrecer siquiera un reconocimiento al momento del fallecimiento de aquellos que llevaron las riendas del poder desde Los Pinos y fueron sus opositores.
Esta actitud mezquina, como si todos aquellos hubieran sido unos malditos sátrapas, contrasta más cuando los dos gobernantes del PAN (Vicente Fox y Felipe Calderón) han otorgado en cambio grandes homenajes a sus muertos, sin haber llegado siquiera a la primera magistratura y cuya mayor distinción fue haber sido grandes amigos de los presidentes de la República en el momento de su deceso: Ramón Martín Huerta, secretario de Seguridad Pública con Fox; Juan Camilo Mouriño y Francisco Blake Mora, secretarios de Gobernación con Calderón.
Si hubiera visión de Estado, o al menos un poco de humanismo en nuestros dirigentes, no debería ser necesario legislar sobre el protocolo a seguir ante la muerte de un ex mandatario, pero ante la ruindad manifiesta, debería hacerse.
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EL ADIÓS A CARPIZO.- Emotivo, intenso, de primer nivel, fue en cambio el homenaje que le rindió la Universidad Nacional Autónoma de México al doctor Jorge Carpizo McGregor, quien murió el viernes pasado.
“Era un universitario, uno de los nuestros y de los mejores que haya conocido desde la piel hasta la médula, sobresalió por su don de gente con amigos”, dijo el rector José Narro durante su discurso ante un inconsolable Diego Valadés, gran amigo del jurista, Héctor Fix Zamudio, Rubén Bonifaz Nuño y Miguel León Portilla.
Más de 200 personas dentro y fuera del auditorio del Instituto de Investigaciones Jurídicas llegaron a despedir al primer ombudsman en nuestro país, ex secretario de Gobernación y procurador General de la República., mientras montaban la primera guardia ante el féretro el propio Narro junto con los ex rectores de la UNAM: Guillermo Soberón, Octavio Rivero Serrano, José Sarukhán, Francisco Barnés de Castro y Juan Ramón de la Fuente.
Entre aplausos y goyas se dio la despedida a un hombre que, aseveró el rector, “nunca fue cautivado por el poder y menos todavía dispuesto a la autocomplacencia, a la comodidad, a hacer concesiones cortesanas”.
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GEMAS: Esta perla es obsequio que por Twitter envió a media mañana Roberto Gil Zuarth: @JosefinaVM: tienen que firmar compromisos quienes saben que su palabra no alcanza. Yo sí tengo palabra: tengo palabra de mujer.
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