En el París de Amelie no existen negros que visiten el barrio Marais ni musulmanes caminando por la calle Montaigne. En la Francia de Marine Le Pen tampoco.

 

Jean Pierre Jeunet dirigió una de las películas que formó parte del mainstream global al iniciar el siglo vigente. Una tierna adolescente (Audrey Tautou) tuvo como única misión de vida ayudar a quienes le rodeaban. Una parte importante de la película se rodó en escenarios exteriores como bares, tiendas y calles de París. Todo iba bien hasta que una pregunta surgió gracias al sentido común: ¿ningún extra tiene la piel negra? ¿Nadie en París es musulmán? En el conglomerado histriónico se asentaba una “atmósfera bonita” (gente blanca).

 

El periódico Le Monde publicó el martes pasado un reportaje sobre la intención de voto de estudiantes de secundaria y preparatoria (liceo) de una escuela ubicada en Saint Quintin, al norte de Francia, y lo complementó con una encuesta levantada a nivel nacional a adolescentes cuyas edades oscilan entre los 18 y 25 años. Los resultados detonan el asombro. La ultraderechista Marine Le Pen ganaría la primera vuelta con el 26% de los votos superando al socialista Hollande por un punto porcentual. En pocos meses ha crecido en su nivel de rating. El último trimestre de 2011 tenía una intención de voto del 13%, el doble en seis meses.

 

Contenta con los resultados de la encuesta, Marine Le Pen editorializó el ejercicio demoscópico en un “Soy la candidata de los jóvenes”.

 

Ser joven en la Europa de la crisis no basta con los ya clásicos noes de la ultraderecha francesa: ¡No a los extranjeros!; ¡No a los inmigrantes!; ¡No a los musulmanes!

 

Ser joven frente a un panorama rico en incertidumbres no es un estadio proclive a la planeación. El entorno de Francia lo nubla Grecia, España, Portugal y un etcétera acotado a la zona euro.

 

Tampoco se puede decir que el legado sanguíneo del padre de Marine (Jean Marie) logre explicar el fenómeno de la candidata.

 

El componente empático de Marine Le Pen son los rasgos liberales que tanto gustan a los jóvenes. Marine critica a su padre, Marine no condena al aborto, Marine no tiene un discurso anti homosexual, Marine  promete sacar a Francia de la zona euro, Marine repudia al gobierno de la Comisión Europea, a Marine le incomoda el Tribunal Europeo…toda Europa le estorba a Marine Le Pen.

 

Marine defiende el intangible sagrado de la laicidad para atacar al islamismo. Algo más, el concepto de solidaridad étnica es la piedra de toque que asusta a las razas políticamente incorrectas para su partido, el Frente Nacional. Es decir, Marine Le Pen es una hermana gemela de Amélie Poulain. Quiere ayudar a todos los que la rodean siempre y cuando sean franceses, y si se puede, que canten la Marsellesa como su padre lo mandaba.

 

Las ideologías con hijas del tiempo. Y el tiempo en Europa colabora a que nazcan candidatos empáticos. Políticos transgénicos elaborados en las fábricas intangibles del marketing.

 

A la frase comercial, “lo que el cliente pida” se puede extrapolar sin mayor problema a los terrenos de la política. Lo que el votante pida.

 

Francia es uno de los mejores termómetros políticos. Medir el estado que guardan las ideologías es un imperativo de la sociedad global. Pero de manera complementaria, analizar a las demografías juveniles se convierte en un ejercicio toral para proyectar el presente en el futuro. Si la candidata de los jóvenes franceses es una ultraderechista disfrazada de una aglutinadora antisistema, es que algo anda mal en la sociedad.

 

Un problema de fácil detención es el ancho distanciamiento de las instituciones europeas sobre los ciudadanos. La eurofobia de Marine Le Pen la convierte en solidaridad étnica.

 

Nace la nueva Amélie Poulain y será la candidata de los jóvenes.

 

fausto.pretelin@24-horas.mx | @faustopretelin

 

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