La Fiscalía danesa trató hoy de cuestionar la existencia de la red de Caballeros Templarios de la que dice ser miembro el ultraderechista Anders Behring Breivik, en la tercera jornada del juicio contra él por los atentados del pasado 22 de julio en Noruega, en los que murieron 77 personas.
No obstante, acusó a la fiscal Inga Bejer Engh de intentar “deslegitimizar” y “ridiculizar” su relato.
El extremista de 33 años dijo que fueron “casualidades” las que le llevaron a contactar a otros “militantes nacionalistas” europeos por internet, ya que esos círculos estaban muy vigilados en Noruega.
También fue fruto de una “casualidad” que un supuesto militante serbio, perseguido por los tribunales internacionales, lo contactase en 2002 para acordar una reunión secreta en Liberia.
Breivik viajó efectivamente a Liberia, pero no hay pruebas de reuniones con otros extremistas en ese país, y según han contado amigos suyos a la Policía, en realidad su objetivo era comprar diamantes, aunque su viaje resultó un fracaso.
La historia de los diamantes, como la de ser miembro de UNICEF, eran una tapadera, explicó el extremista, reacio a dar datos.
Engh resaltó la falta de datos sobre su viaje a Londres ese año, donde él asegura que se creó la red de Caballeros Templarios, y mostró las contradicciones entre lo que escribió en su manifiesto y lo que dijo en los interrogatorios en lo relativo al número de miembros, posteriores reuniones o su forma de funcionar.
Su grupo no es una organización en sentido tradicional, sino que está compuesta por células independientes y carece de líder, explicó Breivik, quien reiteró que hay otros dos activistas listos para actuar en Noruega y unos 80 en toda Europa, una cifra “estimativa”.
“Lo que es relevante es que soy un militante nacionalista que ha realizado una acción”, dijo en una declaración no retransmitida al público por decisión del tribunal.
Pese a sus intentos por defender la veracidad de su historia, Engh señaló en una rueda de prensa posterior que la Fiscalía “no cree” que exista tal red y que la supuesta reunión en Londres no ocurrió, al menos no en los términos en que Breivik la describe.
Una condena de 21 años de prisión, si se considera que no es un enfermo mental y no debe ir a un psiquiátrico, sería una pena “patética” y que no reconocería, afirmó Breivik, que habría “respetado” la pena de muerte, castigo que no existe en Noruega.