Una reflexión fortuita sobre dos artículos recientes.

 

El pasado domingo El País Semanal presentó una entrevista al arquitecto chileno Alejandro Aravena. Su lectura ubicó bien mi percepción sobre él y sobre su trabajo, encontrando inclusive coincidencias de pensamiento (será de anhelos) en cuanto a forma de vida; a veces leer entrevistas resulta mucho mejor que escucharlas en vivo. Pocos días atrás, resultó imposible resistirse a la curiosidad de revisar el suplemento Entre Muros, más aún con la imagen de Zaha Hadid en la portada. Su arquitectura no resulta fácil. Es impresionante, –de impresión- es búsqueda y exploración llevada a límites lejanos; trabajo desbordado e investigación materializada, yo diría. No en vano es la primera mujer arquitecto que ganó el premio Pritzker… Su mensaje a los estudiantes es alentador en cuanto a la entrega incondicional y al trabajo arduo que precisa conseguir una arquitectura de calidad y “diferente”. Llama mucho la atención en este par de entrevistas, las diferencias de discurso y visión, pero también ciertas coincidencias, por lo menos en cuanto a lo que más interesa de (y a) ambos arquitectos: las formas y la forma de vida.

 

Como ocurre con cualquier artista, en el caso de Zaha, claro, hay obras que te gustan más que otras. Es cierto que su vocabulario formal se ha ampliado mucho. Es sabido que tardó buen tiempo en construir su primer edificio (la Estación de Bomberos Vitra,1993, en Weil am Rhein, Alemania), y que su reconocimiento inicial fue debido a los extraordinarios dibujos que realizaba de arquitecturas conceptuales no construidas. No eran tan orgánicas como hoy, más bien de ángulos agudos y formas muy dinámicas. El artículo-reportaje presenta impresionante diversidad de obras y proyectos de parametricismo protagónico –insistiendo en las formas orgánicamente llamativas-, e impresionante agenda social y de eventos. Afirma que en el poco tiempo que estuvo aquí visitó algunas obras de Barragán (siempre pasa) y en lo que toca a la entrevista el acento está puesto mayormente en el trabajo intenso. Afirma que no ha tenido tiempo para pensar qué le falta o qué ha tenido que sacrificar para llegar tan alto. No para, es una persona de hacer, no tanto de decir…

 

El bienestar de los barrios y los problemas de la gente ocupan mayormente los mensajes clave de Aravena. La calidad desde la escasez, su principal apuesta, es un anhelo compartido por muchos arquitectos hoy. ¿Cómo lograr un precio bajo de construcción –alcanzable- que no comprometa la calidad de la obra?… redefiniendo o repensando nuevamente el término calidad como una forma de vida (no necesitamos tanto para vivir)… y de belleza también. “…me importa mucha más que la distancia de mi casa a la oficina sea de una canción, de minutos en bicicleta, o a pie…eso es calidad de vida.”

 

En la entrevista-artículo solo sale una foto de una de sus obras más reconocidas, las viviendas sociales en Iquique (2001), firmadas por su estudio Elemental. Muy sustancioso en sus respuestas o reflexiones, el artículo revisa su etapa como profesor en Harvard, cómo llegó a ser jurado del Premio Pritzker, o sus inicios desde su paso por la Universidad Católica de Chile, a la que dedica no poca atención, sobre todo porque fue allí donde construyó el edificio oficinas de la Facultad de Matemáticas (1998) con el que inicia su carrera profesional, gracias a cierta meritocracia que operó favorablemente para él en Chile.

 

Independientemente de la aguda meritocracia imperante en el oficio de los arquitectos, aquí las formas en mi percepción sobre la obra de Hadid y de Aravena (¿qué tendrían que ver?, juegan un doble papel desde el exceso hasta la moderación o la escasez, inclusive. Resulta motivante, de cualquier manera, que de los temas de ciudad y de espacio público que interesan a cualquier persona, el arquitecto responderá desde el conocimiento específico de su profesión, con soluciones de espacio habitable que forzosamente se presentan de formas diversas para una mejor forma de vida.

 

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