El museo representa una tipología diversa que merece especial atención en el panorama arquitectónico de nuestros días. Diversa porque, amén de que en arquitectura es común hablar de edificios de diferente género y escala, los museos (ya) son a su vez de diferentes géneros y escalas. De arte en sus diferentes acepciones: arte moderno, arte contemporáneo, arte abstracto, arte popular… De historia, de antropología, de ciencias naturales, interactivos, o temáticos como los museos de sitios arqueológicos, del Agua, de la Estampa, de la Policía, del Desierto, el Museo de Cera, el Museo de la Luz, del Café, de las Aves, y muchos etcéteras.

 

El número 57 de la revista Arquine (otoño del 2011) se dedica a los museos con una selección de gran calidad como ya es habitual en la publicación, y sobre todo con textos que animan esta reflexión. En su editorial “Museos Mutantes” Miquel Adriá distingue con claridad el estatus de los museos hoy, en tanto nuevos centros culturales que han tenido que reinventarse como promotores de una cultura que se orienta hacia el consumo, trascendiendo cierto concepto clásico de “contenedor” de colecciones permanentes.

 

Por su parte, Josep Maria Montaner, en su texto “Los Museos a principios del siglo XXI” que preludia la sección de proyectos de la revista, presenta un buen panorama desde la relación del museo con el contexto urbano y con el público, partiendo del Museo Pompidou como precursor del “museo de influencia social”, y definiendo dos grandes modelos derivados del cambio de siglo: el Guggenheim de Bilbao de Frank Gehry, y la Tate Modern (Londres) de Herzog y de Meuron.

 

En el primer caso, el edificio escultura o escultórico de Gehry, derivó en un fenómeno -el “fenómeno Guggenheim de Bilbao”- que revitalizó a la ciudad hasta lo insospechado. El caso de la Tate Modern, que igualmente inyecta vida (revitaliza) a una zona de Londres, se hizo a partir del gran reciclaje de la antigua central eléctrica de Bankside. Montaner, siguiendo con su texto, propone cuatro puntos que resultan efectivos para definir al museo actual: Su forma, su relación con el público, su relación con la ciudad, y su carácter de “anti-museo”, aludiendo a ejemplos desinhibidos, quizás más bien de arte, en cuanto a experimentos de búsquedas diversas…

 

El museo en realidad es una tipología multi-potencial, es decir que tiene muchas posibilidades que trascienden a su esencia y a su vocación. Una, posiblemente de las primeras, es la urbana. Independientemente de los ejemplos citados arriba, los museos están muy asociados como referentes de cualquier ciudad, inclusive en casos como el nuestro, en donde algunos de los más representativos están en el Bosque de Chapultepec –Antropología, Tamayo y Arte Moderno- similar a lo que ocurre en Nueva York con el Metropolitan Museum y el Museum of Natural History, localizados en el Central Park,  o el De Young (de Herzog y de Meuron) y el California Academic Institute (de Renzo Piano) en el Golden Gate Park de San Francisco.

 

Independientemente a estos ejemplos, están en las mismas ciudades el Museo Nacional de Arte (MUNAL), el Museo de San Ildefonso (adaptado por Ricardo Legorreta) o el Museo de la Ciudad de México (por mencionar solo algunos), el MoMA de Nueva York (de Yoshio Taniguchi) o el MoMa de San Francisco (de Mario Botta), todos incrustados en sus respectivas y céntricas zonas metropolitanas. Aunque puede resultar evidente por los casos antes mencionados, resulta inevitable destacar la importancia urbana que el museo tiene como generador de espacio público, y como pieza que comunica a la ciudad con sus habitantes. Se trata de una responsabilidad en el sentido de que el edificio responde a esa necesidad. Los museos de sitio inclusive, alejados de las ciudades, están ineludiblemente asociados a las zonas arqueológicas a las que sirven. No son urbanos pero me atrevería a decir que tienen esa tendencia.