La experiencia de “creer que uno participa” incentiva el acercamiento de la sociedad a la política. Antaño los políticos podían habitar en Saturno y no había mayor problema a menos de que fueran dictadores. Desde la distancia la transparencia no era un evento posible: la corrupción como la voluntad de la irresponsabilidad. ¿Cómo pueden generar credibilidad los políticos en tiempos de incredulidad? Tiempos en los que las redes sociales convierten a los ciudadanos en actores motivados, precisamente, por el campo real donde participan alrededor del hashtag del día. Los ciudadanos creen que pueden cambiar las rutas de los políticos gracias a las redes sociales. Creer en el mundo virtual es vivir en el mundo real.

 

Super Mario revoluciona a la Gioconda. Esa obra recargada de mitos estéticos que emociona a distancia ahora se convierte en un juego. No hay mejor pedagogía que la ruta lúdica. Shigeru Miyamoto lo sabe. Inventó a Super Mario para que los niños creyeran que la realidad es una mala broma de la ficción. Ahora, decidió meter al museo de Louvre en una maquinita y ofrecer las obras en 3D y sin la necesidad de lentes especiales.

 

Por muchos años las visitas escolares al museo resultaban ser el mejor pretexto para “matar clase”; los dictados de los profesores eran, primero, ordenar a sus alumnos visitar un museo; segundo: que los niños se colocaran, no frente a la obra sino a la leyenda; tercero: que los niños copiaran, sin pensar, lo que leían; cuarto: repetir n veces el ejercicio. El resultado: la catástrofe del aprendizaje.

El videojuego (guía) del Louvre incluye 900 piezas de arte y los comentarios se pueden leer en siete idiomas. La simulación también es experiencia.

 

Pocos se imaginaron que personajes como Shigeru Miyamoto lograra trascender en el mundo de la pedagogía. Difícil desposicionarlo del Super Mario.

Las redes sociales, sin generar los niveles de emoción como los que obsequia Super Mario, le otorgan a los cibernautas dosis de credibilidad en cuanto a su participación en la política. La máxima de “pásalo” es detonada por la velocidad de los nodos conectados con posibilidad de multiplicarse.

 

El problema de la innovación la tienen las generaciones casposas. Aquellas que utilizan robots para reproducir mensajes engañando a los que participan con emoción en las propias redes. “Te vendo seguidores”; “te vendo mentiras”; “te fabrico percepciones”.

Por momentos, los cibernautas interactúan con robots sin saberlo.

 

Vivimos la transición de las redes sociales. De su nacimiento han pasado a una época de robotización. Twitter está contaminado de intereses. En particular los temas políticos. ¿Cómo corregir el problema?

 

¿Puede Super Mario convertirse en una guía de politización? Entre la banalidad y la creatividad hay una era de por medio, la de las redes sociales. Cuando menos del 30% de la población (en México) está conectada a internet, los efectos políticos que nacen, por ejemplo, en Twitter, no tienen la fuerza para fijar rutas a los políticos. En la actualidad solo las malas noticias o los errores, corren a una velocidad considerablemente efectiva. En pocos años, cuando la penetración sea elevada, los políticos se abrumarán por la cercanía efectiva de los cibernautas a la política.

 

El segundo problema, después de la penetración de internet, es la robotización de las redes sociales. A los efectos “mágicos”, los reflejos anquilosados de jóvenes y modernos asesores de los políticos, los eliminan a través de los robots. Para evitar lo anterior, se requiere que Super Mario resuelva el problema creando alternativas lúdicas que politicen a los protagonistas de las redes sociales.

 

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