En una de las escenas más intensas de Pina, la nueva cinta del afamado director alemán Wim Wenders, vemos a un grupo de bailarines haciendo una coreografía bajo la lluvia. El líquido choca con sus cuerpos y las gotas rebotan hacia la pantalla; de repente nosotros, el público, somos bañados virtualmente por esta fiesta de música, agua, forma y movimiento.
Aquella escena hubiera perdido total sentido de no ser por que fue filmada en alta definición y en formato de tercera dimensión. Wenders demuestra, como ya lo hicieran antes Scorsese (Hugo, 2011), Spielberg (The Adventures of TinTin, 2011) y Herzog (Cave of Forgotten Dreams, 2011), que el 3D se puede utilizar para algo más que aventar cosas en la pantalla, hasta incluso convertirse en parte fundamental de la narrativa en una cinta.
Pina no sería tan emotiva de no ser por estar filmada en 3D.
Philllipina “Pina” Bausch fue una coreógrafa alemana, maestra de danza y directora de ballet que alcanzaría la fama por su muy particular mezcla de estilos, ritmos y escenografías que incluían elementos como agua, tierra o flores.
Amiga de Wenders, durante años habían planeado una colaboración juntos; fue hasta que el director conoció las posibilidades del nuevo formato de 3D que finalmente se decidió a iniciar filmaciones. Desgraciadamente, el cáncer le ganó a la artista y esta fallece en 2009, semanas antes de que iniciara el rodaje principal.
Pina no es el clásico documental de “cabezas parlantes”; lo que intenta Wenders es proyectar la emoción de la danza a través de la pantalla y para ello el ahora documentalista mantiene la distancia necesaria para que sea el baile y la música los que muevan al público. El resultado es curiosamente conmovedor.
Mediante una serie de primeros planos, alumnos y amigos de Pina -con voz en off de si mismos- narran sus experiencias con la artista. Los miembros de esta troupe son un claro ejemplo del sentido universal de la danza: gente de todas nacionalidades, de todas edades, con cuerpos fuertes y expresivos.
Luego de escuchar los testimonios, uno se forma una imagen clara de Pina: una artista que empujaba a sus alumnos para llevarlos a nuevas fronteras, siempre buscando la sorpresa del público. Y la sorpresa en esta cinta es mayúscula, una mezcla perfecta entre cuerpo, arte, ritmo y técnica proyectadas en otra dimensión.
El mérito es compartido, Wenders sabe hacerse a un lado para que sea el arte de Pina Bausch el que inunde la pantalla. El director meramente monta el encuadre, evita los cortes bruscos, privilegia el movimiento manteniendo la ilusión de la profundidad; pero al final es la danza, sin artificios extra, la que habla por si sola, potencializada por el milagro de la 3D. Así, el público deja de ser un ente distante y gracias a Wenders nos situamos justo al centro de la acción; una experiencia mucho más intensa de lo que se podría vivir en un teatro.
PINA (Dir. Wim Wenders, 2011)
4 de 5 estrellas.
Producción: Wolfgang Bergmann, Gabriele Heuser y Dieter Schneider. Direcciòn y Guión: Wim Wenders. Fotografía: Helène Louvart y Jörg Widmer.