Quizá de la ciudad pudiéramos decir, como José Emilio Pacheco de la nieve: “Porque sabe cuánto la quiero y cómo hablo de ella en su ausencia”, pero hoy, cuando comienza (oficialmente) una frenética actividad política para decidir quién conducirá la piragua en el lago seco, mancillado, horadado, podrido hasta la entraña, no podemos decir nada como si la ciudad no estuviera escuchándonos.

 

Ella es nuestra presencia, nuestro presente y nuestra piedra a cuestas.

 

Sísifo de cada día, la Ciudad de México se revuelca desde sus orígenes hasta el día de hoy, en las interminables contradicciones del agua escasa y la inminente inundación de aguas negras, grises y, de todos modos, sucias; la vieja y deslumbrante atmósfera de cada día frente a la polvorienta suciedad del aire emponzoñado.

 

Cegados sus canales, abigarrados sus barrios y olvidada su dimensión humana, la ciudad se extiende como una enorme mancha pedregosa en mares de cemento discontinuo y para saber cuál será su futuro hoy se inician las campañas de su futuro gobierno.

 

El destino político del Distrito Federal, al parecer, quedó sellado desde el sismo de 1985. Los movimientos sociales, organizados en torno de una inconformidad largamente larvada y cultivada, se derramaron como el agua de una botella rota. Los terremotos rompieron el ánfora, la estrellaron contra el suelo seco de la laguna muerta y desde entonces el clientelismo perredista, supuestamente redentor del clientelismo priísta, no ha dejado el control de la capital. La corrupción de unos fue sustituida por la corrupción de los más recientes quienes se saben inmunes a la competencia electoral.

 

Al menos esa es su apuesta, y contra ella se presentará este mediodía en el Auditorio Nacional, el proyecto de gobierno de Beatriz Paredes quien, confiada en el “efecto Peña” y el valor de su trayectoria personal (no obstante haber sido ya derrotada una vez), intentará arrebatarle el triunfo electoral a Miguel Ángel Mancera cuya campaña se iniciará en el Monumento a la Revolución a las diez de la mañana.

 

Beatriz en un escenario cerrado, ordenado, ruidoso, lo mismo útil para canciones de Luis Miguel o discursos de Felipe Calderón. Mancera en el remozado y falsificado Monumento a la Revolución, enorme elefante de piedra de cuya bóveda cuelga ahora el indecoroso prepucio de un elevador de vidrio.

 

Hoy no tiene mucho caso hacer predicciones. No son necesarias.

 

Si en los tiempos de Carlos Hank la ciudad penaba por la imposible expiación de sus siete pecados capitales, y el hierro uruchurtiano fue símbolo y orgullo de las buenas familias ante el empuje del peladaje, hoy oscila entre el tolongueo de ciclistas invasores, la convivencia arenosa de las playas de la Semana Santa, la mano firme de Manuel Mondragón en la primera policía a la cual vemos sin temor y los delirios faraónicos de los constructores privados en abierta sociedad con un gobierno contratista, cuya misión es administrar a manos llenas.

 

Sin embargo, la ciudad no tiene solución, quizá por lo lejano del origen de sus cuitas. No es ella la culpable de la migración interna; no se le puede culpar de estar lejos de las fuentes de agua y vivir en un crónico estado de sed mientras sus administradores autorizan clubes deportivos; condominios con alberca en el roof garden y dispendios playeros.

 

Esta es la ciudad en la cual todas las horas son hora pico. Es el mundo sin sosiego, el hervidero, el hormiguero cuya vista desde el aire horroriza no sólo por su espantosa fealdad sino por la sequedad de sus andurriales, sus páramos de cemento, sus bosques de tinacos; negros hongos redondos y vacíos desde las nubes.

 

Impresionante la fotografía de la cartulina con los textos de apoyo de Josefina Vázquez, candidata del PAN a la presidencia, colocada a la orilla del proscenio en uno de sus mítines y divulgada por la prensa recientemente.

 

No por la rusticidad de su teleprompter, sino por permitirle a cualquiera decir, mira, el discurso de Josefina esta por los suelos… mientras el volanteo (en plena época del tuiter y las redes sociales) de Gustavo Madero, deja a los adversarios otro recurso igual: Madero está en la calle.

 

Y por si no hubiera en este mundo rarezas suficientes, Rosario Robles, la primera mujer en el gobierno de la Ciudad de México (así haya ganado por un voto, el de Cuauhtémoc Cárdenas), se adhiere a Enrique Peña Nieto y el PRI, con su movimiento Mexicanas Comprometidas por la Paz.

 

Rosario, compañera de este redactor en los espacios de opinión de Radio Fórmula en el programa José Cárdenas informa, lo explicó de esta manera:

 

“No le debo ninguna lealtad (al PRD, de donde salió hace años después de ocupar la presidencia)… me trató con violencia (…) A pesar que yo le di toda mi vida, mi esfuerzo y entusiasmo, se dedicó a golpearme”.

 

Posiblemente los traileros, camioneros y demás transportistas cuya paciencia ante los abusos (dicen) de la PFP los ha colmado; agobiados por el aumento de los combustibles, la inseguridad, los robos, los asaltos y demás, sólo tengan razón en una cosa: para la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, es de la mayor importancia lo primero y después lo segundo.

 

Dice el líder de los paristas bloqueadores, Rafael Ortiz Pacheco, tras el simulacro de mesa negociadora y la tolerancia a los transportes de doble remolque con todos los peligros ya comprobados y mortales (más de 70 víctimas en una semana):

 

“Son medidas que dan vergüenza, un ofrecimiento muy pobre, que no cambia en nada las cosas, porque con eso van a seguir los accidentes en carreteras y los robos de los policías federales, y no se protegerán los empleos del sector… el sobrepeso va a seguir en las carreteras con los full trailers (de doble caja o remolque), con lo cual continuarán los accidentes, porque no hay puntos de revisión… ¿Cómo lo van a vigilar? ¿De dónde van a agarrar a los verificadores? Si ellos no tienen básculas, la policía mucho menos”.

 

Pero el director de Autotransporte de la SCT, Miguel Elizalde Lizárraga, con el pecho en alto, ha dicho: todo se hará dentro del cauce de la ley, tenemos la plena disposición y las instrucciones superiores para continuar con el diálogo, la mesa esta puesta.

 

Hace algunos años hubo una cena en la casa de Tania Libertad. Estaban sus músicos y su familia. Habían acudido los artistas españoles del espectáculo El gusto es nuestro Miguel Ríos, Ana Belén, Víctor Manuel y Joan Manuel Serrat. Ana estaba de estreno. Había acabado un disco sensacional y en el cantaba con Chavela Vargas.

 

–Esos dos tracks con Chavela, le dije, son un desperdicio en tan buen disco.

 

Abrió sus hermosos ojos y sin dejarla hablar seguí:

 

–A ustedes los españoles la Chavela les ha devuelto la medicina, les ha cambiado por admiración y reverencia los espejitos de su mala música. Aquí nunca fue nada del otro mundo, pura impostura, pura palabrería y escandalera de cuando el lesbianismo era noticia.

 

Fue lo último. Se dio la media vuelta y se perdió en otro grupito de alegres invitados.

 

Pero hoy, Chavela ha sido propuesta por el Conaculta (como si no hubiera otras buenas cosas para presumir, como las bibliotecas personales rescatadas para el provecho nacional, por ejemplo) como candidata al Premio Príncipe de Asturias.

 

Si el señor príncipe tiene tiempo de intervenir en la premiación; esto es, si no se halla demasiado ocupado cuidando al gagá elefanticida de su padre, quizá caiga en el garlito de quienes exaltan a la Vargas no por su forma de cantar (no tiene nada más allá de un estilo desafinado y rasposo), sino por la irreverencia crónica de su dilatada vida, lo cual sería otro mérito, a fin de cuentas. Pero no un mérito musical.

 

One reply on “La ciudad irremediable”

Comments are closed.