La presencia estadunidense en Afganistán inició hace diez años y medio. Para Washington se trata del conflicto bélico más largo de su historia que, bajo los planes actuales, concluirá hasta 2014. La guerra en Afganistán inició menos de un mes después de los ataques del 11 de septiembre con el objetivo de acabar con la amenaza de futuros ataques de Al-Qaeda. Sin embargo, un factor que siempre ha estado presente es el talibán, en su momento, un régimen que controlaba la mayor parte de Afganistán y que tenía relaciones diplomáticas con Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Pakistán.

 

Los talibanes son conocidos por la interpretación que hacen del islam y la forma en que lo imponen en todas las esferas de la vida. Antes de la guerra, el régimen fue vituperado por la destrucción de los Budas gigantes de Bamiyan, casi una década después la revista Time colocaba en su portada la fotografía de una joven con la nariz mutilada y la leyenda “Lo que ocurre si dejamos Afganistán” (tal vez sin que los editores se dieran  cuenta de que la mutilación ocurrió en pleno auge de la presencia de tropas occidentales). Qué hacer con el talibán que se ha convertido en uno de los principales obstáculos para concluir el conflicto en Afganistán y lograr la paz en un país históricamente devastado por los conflictos.

 

Pese a los recientes ataques en Kabul y otros atentados considerados como una respuesta del talibán al asesinato de una docena de afganos y la destrucción de ejemplares del Corán por parte de tropas estadounidenses, desde 2010 el presidente afgano Hamid Karzai ha realizado esfuerzos para llegar a una reconciliación con los líderes talibanes. En dicha labor cuenta con el apoyo de Occidente, si bien la participación extranjera en el acercamiento entre las facciones afganas no está clara debido a lo sensible de la opinión pública tanto en Afganistán como en Europa y EU. Pero la relación entre Al-Qaeda y el talibán se ha debilitado y tras la muerte de Osama bin Laden se empezó a hablar abiertamente de negociar con el talibán, a grado tal que en los últimos meses se planteó la apertura de una oficina de representación talibana en Doha. Como parte de las presuntas negociaciones entre el gobierno afgano, Occidente y los talibanes también se contemplaría transferir a Qatar a varios ex combatientes detenidos en la base naval de Guantánamo considerados de baja peligrosidad.

 

Para el emirato del Golfo Pérsico la apertura de una oficina talibana en el marco de un futuro proceso de paz y reconciliación afgana representa un paso más en su reciente activismo político y probablemente le ganaría mayores simpatías en la región. Qatar fue uno de los principales promotores de la intervención en Libia, contribuyendo militar y financieramente al fortalecimiento de los rebeldes; también se ha hecho presente en la transición egipcia, además de emitir varios de los pronunciamientos más duros en contra del régimen sirio. Pero para Occidente se mantiene el problema de cómo negociar con un grupo que viola flagrantemente las nociones más elementales de derechos humanos.

 

Más aún, ¿cómo lidiar con un grupo que podría tener un apoyo considerable en una incipiente democracia afgana? Al crecer la fatiga en EU y el resto del mundo respecto al conflicto, se hace necesario reconocer la posibilidad de que los talibanes, sin necesariamente modificar sus prácticas, podrían estar presentes no sólo en Qatar, sino cobrar reconocimiento político en otros países de Asia Central y Medio Oriente.

 

* Internacionalista del ITAM, asociado de COMEXI