“Este año lo abandonamos un poco. No hubo tiempo de hacerle su fiesta como cada 12 de marzo. Por eso está enojado y quiere explotar”, pensó don Gregorio Fuentes, alcalde de Santiago Xalitzintla, Puebla. Junto con su esposa, el munícipe monta guardia en el pequeño zócalo todas las noches desde la madrugada del sábado 14 de abril, cuando el Popocatépetl lanzó una serie de exhalaciones, las más fuertes desde el año 2000.
Al igual que el personal del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), pobladores, científicos, periodistas y una nutrida y repentina avalancha de turistas, don Gregorio, el alcalde, trata de interpretar con su imaginación lo que su tocayo, Don Gregorio, el volcán, intenta decirle. No es el único mexicano que se pregunta qué significa todo eso.
“No saben que Don Goyo nos cuida”, piensan otros pobladores de Xalizintla al ver a los fuereños ir de un lado a otro, consternados y presurosos. Muchos son los lugareños que mantienen una relación mágica con el Volcán que humea: le rezan, le hacen su fiesta, platican con él y lo visitan como si fuera su querido abuelo.
Situado a 5 mil 452 m sobre el nivel del mar y 70 km al sureste de la Ciudad de México (latitud 19.02N y longitud 98.62W), el Popocatépetl es el segundo volcán más alto del país, después del Citlaltépetl o Pico de Orizaba (http://bit.ly/HZVEBa). A sus 730 mil años de edad, ha incrementado su actividad en los últimos días, con exhalaciones de mediana intensidad que la ciencia estudia para descifrar si el gigante despertará de su sueño milenario o tan sólo bosteza.
Mediante mapas de amenaza volcánica, que muestran gráficamente las zonas de posible dispersión de materiales (vapor de agua o gases), depósitos (cenizas y rocas, incandescentes o no), o derrames (de lava, lodo o lahares), los expertos calculan, revisan, discuten y pronostican. Según Rogelio Ramos Aguilar, vulcanólogo de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), la actividad del Popo es normal, “pues la lava aún no indica que vaya a desbordarse, simplemente es como una olla a presión en la que la temperatura sube y baja”.
Desde abril, la alarma de alerta volcánica del Cenapred pasó del verde –que en sus dos fases indica normalidad– al amarillo, a su fase tres y última, la cual anuncia a los pobladores que deben estar preparados para una eventual evacuación en caso de que el semáforo cambié a rojo (que tiene dos fases). El edil santiaguino está listo para hacer sonar la campana si esto último sucede.
Atentos están también autoridades, personal de seguridad y pobladores de San Pedro Nexapa, detrás del Paso de Cortés, y en todos los asentamientos humanos dentro del radio de seguridad de 12 kilómetros, alrededor del volcán. Algunos pobladores advierten preocupados que las rutas de evacuación están en malas condiciones y se truenan los dedos al imaginar lo qué podría suceder si el miedo se derramara, como lava por las calles, presagiando una desgracia.
En medio de sus largas vigilias, don Gregorio Fuentes siente el peso de sus responsabilidades como máxima autoridad del pueblo. Alguien le contó la historia de Rodomiro Ramírez, su colega en Francisco León, Chiapas, quien murió heroicamente al ceder su lugar en el helicóptero y salvar así a varios niños durante la erupción del volcán El Chichonal, el 4 de abril de 1982. –
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