PARÍS. El debate entre los dos candidatos a la presidencia gala, el conservador Nicolas Sarkozy y el socialista François Hollande, vivió ayer un cruce de cifras y reproches en el que el primero recurrió a la experiencia y el segundo al estado en que ha quedado el país precisamente por estar bajo su poder.
Los dos aspirantes al Elíseo dejaron atrás la agresividad de los mítines de campaña para confrontar sus planes de futuro para Francia y Europa en un marco que tenía pactado desde el tamaño de la mesa hasta el tipo de planos y la temperatura del lugar.
Este primer y último cara a cara antes de las elecciones de este domingo estuvo marcado por la ironía del candidato socialista y el control de las cifras de Sarkozy, que en más de una ocasión reprochó a su contrincante equivocarse en los datos aportados como referencia.
“Señor Hollande, no estamos en un concurso de bromas”, le llegó a decir el todavía jefe del Estado al favorito a reemplazarle según todos los sondeos, que otorgan al primero el 53% de las intenciones de voto, seis puntos más que el candidato a la reelección.
Ante la dificultad de los moderadores por hacer respetar por momentos el turno de palabra, el socialista se introdujo como el futuro presidente de la Justicia, el enderezamiento del país y la unión ciudadana, mientras que Sarkozy se burló por “clásica” de esa presentación y animó a analizar directamente los respectivos programas.
La crisis estuvo en boca de ambos participantes, utilizada por Sarkozy para congratularse de que Francia la haya afrontado mejor que sus vecinos del Sur, y por Hollande para criticar que el presidente esconda con esa comparación la degradación del país.
El socialista criticó que el paro roce el 10%, que se haya degradado la competitividad y que la deuda pública haya aumentado en un quinquenio en “600 mil millones”, corregido por Sarkozy y rebajados a 500 mil, mientras que el presidente se preguntó cómo estaría Francia de no haber aplicado sus reformas.
“¿Los franceses que nos miran hoy quieren encontrarse en la situación de los españoles?”, se preguntó retóricamente, tras sostener que Francia toma prestado en los mercados de deuda pública a un tipo de interés que es la mitad del que paga España.
La inmigración, la religión, la educación o la energía formaron parte de los temas abordados en casi tres horas de debate, pero la economía se mantuvo, al igual que en el resto de la campaña, como asunto principal de análisis.
Ninguno dejó para esta intervención grandes anuncios sorpresa, y en esa línea, el socialista reiteró su intención de renegociar el pacto presupuestario europeo para incluir medidas que impulsen el crecimiento, y se congratuló de que varios jefes de Gobierno (entre los que citó los de España e Italia) “estén de acuerdo”.
La crispación contenida fue más palpable en la cara de Sarkozy que en la de Hollande, al que el presidente acusó entre otras cosas de planear para el país “una locura” de gastos con propuestas como la creación de 61.000 nuevos empleos públicos.
“Hay una diferencia entre nosotros: Usted quiere menos ricos y yo menos pobres”, le dijo Sarkozy al socialista, quien había criticado que en el mandato del conservador se haya favorecido a los más privilegiados.
Bajo el estricto control de un reloj que medía los tiempos acordados, Sarkozy subrayó que la normalidad defendida por Hollande no está a la altura “de los desafíos” que requiere el cargo, para el que volvió a perfilarse como presidente que asume su responsabilidad y está “alimentado por la experiencia de las crisis” afrontadas.
El tono se fue calentando conforme avanzaba el debate, en el que el presidente saliente calificó a su interlocutor de “pequeño calumniador” y aprovechó escándalos recientes para tachar de “curioso” que no conociera “la verdadera cara” del ex dirigente del FMI Dominique Strauss-Kahn.
Y veinte minutos después de lo previsto, la emisión finalizó con la conclusión de Hollande de que los franceses tienen ante sí la elección “sencilla” de optar por el cambio o por el mantenimiento de políticas “que no han funcionado”, frente al último intento de Sarkozy de atraer a quienes no le votaron hace dos semanas.