Quizás no sean los defensores de la libertad, cuya voz se alza para requerir la intervención de Bucareli en el empuje para una totalitaria cadena nacional, quienes nos expliquen los motivos de tanta alharaca en torno de una discusión entre cuatro aspirantes a la Presidencia de le República cuyas ideas (si las hubiera) se van a contrastar hoy por la noche ante el ubicuo ojo de la TV.
No serán los sesudos señores del CIDE o el ITAM (entre otros) quienes nos digan desde la elevada dimensión de sus compromisos, cuáles fueron las verdaderas razones de esta bizantina discusión de los días pasados, pero este redactor ha querido (hundido en el negro pozo de su profunda ignorancia) hallar elementos para comprender estos hechos y esta corriente desmesurada de “información” sin contenido por la cual navegamos como el correo Chuán “que remaba la Mancha con fusiles”.
Dice Gilles Lipovetsky en su compendio de ensayos La era del vacío:
“…cuanto mayores son los medios de expresión, menos cosas se tiene por decir, cuando más se solicita la subjetividad, más anónimo y vacío es el efecto. Paradoja reforzada aún más por el hecho de que nadie en el fondo está interesado por esa profusión expresiva, con una excepción importante: el emisor o el propio creador.
“Eso es precisamente el narcisismo, la expresión gratuita, la primacía del acto de comunicación por encima de la naturaleza de lo comunicado, la indiferencia por los contenidos, la reabsorción lúdica del sentido, la comunicación sin objetivo ni público, el emisor convertido en el principal receptor.
“De ahí esa plétora de espectáculos, exposiciones, entrevistas, propuestas totalmente insignificantes para cualquiera y que ni siquiera crean ambiente (aquí caben los spots de las campañas políticas)”.
La televisión no es, ni con mucho, un medio de comunicación; es una nueva forma de pensar o de no pensar. Su inmediatez y su fugacidad sobreponen en la mente del observador una imagen por encima de una idea. Eso lo sabemos y lo padecemos, demasiado.
“Por eso los mensajes de TV nunca apelan a la razón (para razonar se requiere tiempo) sino a la emoción, a la impresión, a la percepción. En ese sentido la TV es la cuna y la nodriza de la civilización del espectáculo, como la llama Mario Vargas Llosa.
“La cultura, en el sentido que tradicionalmente se ha dado a este vocablo -dice– está en nuestros días a punto de desaparecer”. Y la política, agrego yo, va por ese mismo camino.
Y también damos por sentado quién gana en un debate de estas características: aquel capaz de dejar una mejor “impresión”; no una mayor persuasión o inspiración. No es un contraste de ideas, es un concurso de apariencias, de imágenes.
Pierde quien se agacha a recoger papeles y desaparece del foco de la cámara, como Roberto Madrazo; gana quien se planta con la voz, como Vicente Fox; quien opaca con su planta pugnaz a los oponentes como Diego Fernández de Cevallos.
En ese sentido vale la pena seguir con Lipovetsky:
“No nos engañemos, el florecimiento de los nuevos mass media, la tele en particular, por importante que sea, no puede explicar fundamentalmente esa promoción de la personalidad, esa necesidad de confeccionarse imagen de marca.
La política personalizada corresponde a la emergencia de esos nuevos valores (o sea, no valen las ideas, vale la personalidad) que son la cordialidad, las confidencias íntimas, la proximidad, la autenticidad, la personalidad, valores “individualistas-democráticos” por excelencia, desplegados a gran escala por el consumo masivo.
“… ¿Perversión de las democracias, intoxicación, manipulación del electorado por un espectáculo de ilusiones? Sí y no, ya que si bien es cierto que existe un marketing político programado y cínico, también lo es decir que las estrellas políticas no hacen más que conectar con el hábitat post moderno del homo democráticus con una sociedad ya personalizada deseosa de contacto humano, refractaria al anonimato, a las lecciones pedagógicas abstractas, al lenguaje típico de la política, a los roles distantes y convencionales.
“En cuanto al impacto real de la personalización programada, podemos preguntarnos si no ha sido sobrevalorado considerablemente por los publicistas y los políticos ampliamente seducidos por los mecanismos de seducción del star system.
Y en esas condiciones estaremos algunos frente a la TV, como si fuera el oráculo ante cuya pantalla rogamos por una posibilidad siquiera mínima de avizorar nuestro futuro, inmersos en el vacío afán de indagar lo ya sabido.
¿Nos podrán ofrecer cada uno de estos personajes de hoy algo más allá de todo cuanto de ellos ya sabemos? Lo dudo mucho.
Este cuadrilátero es, en el mejor de los casos, un triángulo de dos lados, así como Luis Cardoza y Aragón decía de los “Tres grandes” del muralismo mexicano: son dos, Orozco.
El explosivo rebrote de violencia en Tamaulipas y Veracruz parece seguir un guión fuera de la propaganda, pero de notoria coincidencia con ella.
Hace apenas unos días, la propaganda del Partido Acción Nacional insistía en la tesis de atribuir a los gobiernos del PRI el surgimiento incontrolable de la violencia en México y al mismo tiempo la posibilidad de los tricolores de pactar con los delincuentes.
Insiste la candidata del PAN, Josefina Vázquez, en su negativa a cualquier clase de arreglo cómplice (los demás también) y restriega la enorme proporción de los actos criminales en estados cuyo gobierno es del PRII y la tolerancia antigua frente al crimen organizado.
Y en ese ambiente de propagación de la especie se cometen los crímenes contra periodistas y aparecen los colgados en Tamaulipas y los santos degollados en Sinaloa, donde por cierto gobierna un desertor priista cobijado por el PAN.
¿Los hechos confirman la propaganda o la propaganda induce a los hechos con amplia ganancia para los malignos?
No se sabe, pero el tema de la violencia y su condena como apología de la inocencia propia, deberían quedar fuera de la propaganda y dentro del temario de futuras acciones de gobierno.
El crimen organizado es algo demasiado peligroso (es un peligro para México) como para utilizarlo como lodo electoral.
Y como muestra de lo riesgoso de la mala utilización de hechos sociales como elementos de promoción política, tenemos un ejemplo muy claro.
Supuestamente el 24 de junio se iba a realizar el examen para la evaluación universal de los maestros. Así había quedado pactado con el sindicato a pesar de la negativa de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y su importante peso político fuera del control del “elbismo senteísta”.
Bastó con la difusión de spots josefinos sobre el galardón histórico de “SU” aportación educativa nacional en cuanto a la obligatoria evaluación de las capacidades docentes, para echar abajo el acuerdo.
Quienes saben de esto, le atribuyen la negativa de Elba Esther Gordillo al atrevimiento josefino de presumir con un sombrero ajeno como muestra de capacidad política, como si los maestros no tuvieran opinión ni vela en el entierro.
“No se van a parar el cuello, ni hacerse publicidad a costillas del sindicato”, habría dicho EEG cuyo vigor político siempre ha ido de acuerdo con el interés de su gremio.
“Así no juego”; dijo y de un manotazo derribó el tablero y el ajedrez completo.
Por eso ayer se publicó esto:
“El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) terminó imponiéndose a la Secretaría de Educación (SEP).
“Luego de tres semanas de forcejeo, el gremio que preside Elba Esther Gordillo logró que la Evaluación Universal de Maestros no se realice el 24 de junio, como había decidido la dependencia, sino hasta después de las elecciones, es decir, en el próximo año escolar.
“Fuentes del SNTE y de la propia SEP confirmaron este acuerdo que, según fuentes de las dos partes involucradas, se tomó en la reunión que sostuvieron el miércoles pasado en Bucareli, la lideresa magisterial, el titular de la SEP, José Ángel Córdova Villalobos, y el secretario de Gobernación, Alejandro Poiré. Tras la reunión, se valoró que no había condiciones políticas para seguir adelante con el proceso de Evaluación Universal en medio del periodo electoral”.
La información así interpretada es imprecisa.
Esta decisión no se debe a la falta de condiciones políticas sino al exceso de circunstancias políticas.
Si la señora Vázquez no hubiera utilizado la evaluación como mérito propio y exclusivo, quizá se hubieran podido negociar otras condiciones.
Extraño, al menos, el desencuentro de Josefina Vázquez y Andrés Manuel en sendas reuniones ya previstas para ambos con los personajes extranjeros cuya presencia preludia la reunión del G-20, principalmente Fernando Henrique Cardozo y Felipe González.
Quien sí acudió a la cita fue Enrique Peña.
Horas después “Medios mexicanos” informaba de una charla de Gabriel Quadri con Cardozo.