PARIS. Un coro se escucha calles antes de llegar, a lo que parece ser la capital de la esperanza, la Bastilla: Ce-fi-ni…Sar-ko-zy…Ce-fi-ni…Sar-ko-zy.
Hay en el ambiente una especie de sacudida multitudinaria; un spa ruidoso, sin aromas maravillosas y ni pócimas quita-arrugas. El milagro del placer está en las sonrisas de miles y miles de personas que acuden a la Bastilla para anunciar al mundo la recuperación de su libertad. En efecto, el cuerpo social se relaja porque la era de Sarkozy ha terminado.
Sobre boulevard des filles del calvaire, camina pausado y en contra-sentido de la horda festiva, un anciano barbudo, uno de los tantos clochards que duermen cerca de la Bastilla. El anciano estira el brazo para mostrar una copa champañera vacía como si estuviera posando para una campaña publicitaria. Le tomo una fotografía y el personaje dice gracias. Se va.
De una camioneta salen varias personas con cientos de banderas rojas en las que aparece la leyenda: Front de Gauche. PCF. Parti Communiste français. Las regalan. En efecto, Hollande recibió la bendición (apoyo) de Mélenchon, candidato comunista, después de que éste se quedara estacionado en la primera vuelta. Los fans de Mélenchon sienten que contribuyeron con ese 10% que obtuvo su candidato. También entregan pancartas donde aparece escrita una de las promesas que hizo Hollande durante su campaña: Le SMIC 1,700 euros. “Salario mínimo 30 mil pesos”. Claro, motivos para sonrisas sobran.
Aquí está la Francia que no quiere Marie Le Pen; también la Francia amurallada (con límites) prometida por Sarkozy durante su campaña belicosa. Negros, latinos, asiáticos, obreros. Todos ellos cantan C’est fini, Sarkozy. Otra pieza musical que se escucha reiteradamente incluye las siguientes palabras: Hollande a gagné–Hollande a gagné (Hollande ganó).
También acuden a la Bastilla representantes de la izquierda caviar. Aquellos cuyo candidato favorito era Dominique Strauss-Khan.
Por fin llegó la separación de Merkozy (Merkel y Sarkozy). Ahora regresa el clásico Francia-Alemania. Hollande lo confirmó con sus primeras palabras ante los medios después de la victoria: “La austeridad no puede ser inevitable en Europa”. El mensaje, para Merkel, es claro.