El diagnóstico y tratamiento de los padecimientos mentales de la población con sordera es mucho más complicada que en cualquier otra área de la salud debido a la falta de especialistas capacitados para comunicarse con ellos. En México, cifras oficiales indican que existen 500 mil personas con problemas auditivos.
“En México sólo conozco a dos o tres médicos que entienden el lenguaje de señas, los demás tienen que usar un intérprete, ya sea del hospital o un familiar, lo que viola la confidencialidad entre médico y paciente”, dijo Benito Estrada, presidente del Quinto Congreso de Salud Mental y Sordera.
“En el caso del sector público no existe ninguna institución para la atención de la salud mental de personas sordas, sólo existe una unidad piloto en el IMSS de Tijuana, donde atiende un médico que también es sordo, pero no incluye la salud mental”, explicó Estrada.
Datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) señalan que sólo la mitad de las 500 mil personas con problemas de sordera tiene acceso a los servicios de salud, a pesar de que las leyes establecen que, en caso de no ser derechohabiente de ninguna institución, pueden acudir a centros de atención médica de las secretarías de Salud federal, estatal o local.
De acuerdo con estudios internacionales, las personas con esta discapacidad son propensas a trastornos sicológicos como depresión y ansiedad. Los menores con esta afección tienen dos veces más posibilidades de presentar trastornos de conducta, que un niño sin problemas auditivos.
Estrada indicó que los problemas mentales se derivan de la falta de oportunidades para ir a la escuela y en la edad adulta para obtener un buen empleo remunerado.
Aunque el INEGI señala que de las personas con esta discapacidad poco menos de la mitad acuden a la escuela primera, “aunque no todas concluyen sus estudios con éxito y no hay un seguimiento para garantizar que aprendieron lo necesario para seguir estudiando”, apuntó el también sicólogo Benito Estrada.
De quienes acuden a la escuela, sólo 4.5% accede a la educación media superior y sólo 3% llega a la universidad, lo que se traduce en falta de oportunidades en el mercado laboral.