Mientras la atención de la opinión pública se ha centrado en las campañas electorales y los eventos de coyuntura alrededor de estas, hay otra batalla que por el poder que está aumentando de intensidad en el resto del país.

 

El último enfrentamiento entre los grupos delictivos al mando de El Chapo Guzmán y el cártel de Los Zetas, que inició a finales del mes de febrero ya ha causada la muerte de por lo menos 140 personas. Los inicios de este enfrentamiento no están aún claros, algunos explican esta escalada de violencia al rompimiento de un pacto de no agresión entre ambos bandos, pero esto parece no tener sustento, ya que no se aprecia un cese de hostilidades sino un aumento fuera de lo normal.

 

Otra hipótesis, presentada por la firma de análisis Stratfor lo atribuye a una competencia por la fabricación de anfetaminas. Sin embargo, los grupos mexicanos desde el 2010 son los proveedores número uno del mercado de los Estados Unidos y al parecer el abasto a este mercado se ha mantenido constante. En los datos y reportes de la aduana y policía fronteriza de los Estados Unidos se han registrado un aumento en los decomisos de mariguana en Mexicali, Juárez y Nuevo Laredo con respecto al año pasado del 20%, pero no se identifica un sesgo en ninguno de los grupos.

 

La historia contada a través de las narcomantas, hace referencia a que un grupo perteneciente a Los Zetas, encabezado por Miguel Treviño Morales, El Z-40, asesinó a un grupo de cinco miembros del Cártel de Sinaloa debido a que estos ofrecieron mejores condiciones de pago y precio por un cargamento de 15 toneladas de cocaína a un grupo en Colombia. Al parecer esta no era la primera vez que esto sucedía y este evento es lo que ha desatado una serie de ataques y asesinatos entre ambos bandos.

 

En 2005-2006, hubo un episodio similar, en donde murió el cantante de música norteña Valentín Elizalde. La diferencia, seis años después, es la capacidad de fuego y el número de víctimas que han fallecido. Al día de hoy han explotado coches bomba, se han detonado artefactos explosivos por control remoto, y el ataque de granadas en negocios suma más de 20. A esto hay que sumar el vandalismo en iglesias y la ya frecuente vista de cuerpos colgados y cabezas en hieleras.

 

El gobierno federal no ha asumido ninguna postura y sólo ha visto cómo va en aumento la ola de violencia entre estas organizaciones criminales. La falta de investigación y el argumentar que las victimas son miembros del crimen organizado y justificar por eso la falta de investigación sólo nos ha llevado a una mayor violencia. Inclusive en alguna de las mantas, el Cártel de Sinaloa expresa que los muertos por Los Zetas no eran parte de su grupo delictivo y que los cuerpos que ellos dejan ahí (asesinados) sí son miembros zetas. No puede haber una ausencia del Estado cuando hay aumentos de violencia porque esto desampara a la sociedad civil de Tamaulipas y Sinaloa.

 

Con un proceso electoral federal en curso, el Estado debería atender esto como prioridad, porque la democracia puede ser una victima colateral de este nuevo enfrentamiento entre cárteles.

 

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