Ausentes del Palacio del Eliseo desde 1995, los socialistas regresan a la presidencia de la república francesa. Se trata de una victoria clara y sólida. Desde la primera vuelta, y antes con la exitosa primaria para designar el candidato socialista hoy vencedor, se ha construido paso a paso. En los últimos años, los socialistas han ganado las elecciones municipales, regionales y senatoriales. Si dentro de un mes ganan las elecciones legislativas podrán gobernar sin restricción e imprimir su huella aun más duraderamente que bajo François Mitterand de 1981 a 1995.

 

Y sin embargo, el tono del nuevo presidente fue sereno y grave, más austero inclusive que él de Nicolás Sarkozy, el ahora ex presidente francés. Esta gravedad tiene varias razones. En primer lugar, el nuevo presidente Hollande quiere ser un presidente “normal” después de los cinco años de Sarkozy cuyos excesos cansaron a los franceses. De sus numerosas incursiones en la Jet Set, incluyendo su matrimonio con la modelo franco-italiana Carla Bruni y las relaciones oscuras con las grandes fortunas del país que podrían pronto llevarlo ante los tribunales, como ya pasó con varios de sus colaboradores más cercanos y no protegidos por la inmunidad presidencial.

 

La segunda razón de la prudencia del nuevo presidente es por supuesto la crisis económica que atraviesa el país y todo el continente. Deberá ser muy prudente en su gestión económica y probablemente tomar medidas impopulares. Debe cuidarse de no espantar a “los mercados”, descontentos del aumento probable de los impuestos a los más ricos. Y tampoco puede ahuyentar al fuerte electorado de las franjas de la extrema derecha, 18%, y de la extrema izquierda, 13%.

 

Finalmente cabe recalcar la dimensión europea de la elección francesa. El segundo país del continente en términos demográficos y económicos es hoy una excepción. De los 27 Estados miembros, 24 están liderados por gobiernos conservadores. Dos, Dinamarca y Bélgica tienen un dirigente socialista pero en coalición, y su política permanece ortodoxa. La victoria de Hollande marcará una inflexión en los debates con un  menor énfasis sobre la austeridad y una mayor énfasis en el crecimiento. El peso de Francia ya se hizo sentir con las afirmaciones de apoyo de varios otros gobiernos, entre los cuales destacan Irlanda e Italia, y el cambio de discurso de la canciller  alemana, Angela Merkel que ya habló con Hollande y será probablemente el primer jefe de gobierno en entrevistarse con él en sus nuevas funciones.

 

Los mexicanos también lo podremos ver muy pronto pues ya será presidente en funciones durante la Cumbre del G-20 en Los Cabos.

 

*Stéphan Sberro (Profesor del ITAM)