En el corredor comercial de Masaryk, la fachada del local de Frattina es simple, pero es uno de los locales con más metros cuadrados de Polanco, exclusiva zona al poniente del Distrito Federal.
El interior, en contraste, muestra grandeza y elegancia.
La propietaria, Niobe López Ostaloza, se caracteriza por su sencillez, su oficina está ocupada por enormes racks llenos de prendas y, detrás del escritorio, las fotos familiares.
Hace 32 años, cuando se decidió a abrir la boutique, no tenía ninguna experiencia pero sí una enorme confianza en el negocio.
“Sabía que con un buen producto, y a un buen precio, podría captar la atención de las mexicanas”, rememora.
En un principio, era un pequeño local que fue de los pioneros en Masaryk. “Cuando llegamos aquí no había ninguna de las grandes marcas, fuimos de las primeras, si no la primera, posteriormente tiendas como Cartier, se fueron asentado alrededor convirtiendo a Mazaryk en lo que es hoy en día”.
Enfocada al lujo y la clientela de alto poder adquisitivo, Frattina abrió un nicho.
“Hace 32 años no había boutiques que ofrecieran marcas de lujo, había una o dos a lo mucho”, explica y aclara que esto se debía a que las importaciones eran muy difíciles, “México protegía mucho su industria textil, muchos de los productos que se vendían aquí eran nacionales. Sí, existía una demanda, pero quienes buscaban estos productos los conseguían en el extranjero”.
Para López Ostaloza el mercado del lujo ha evolucionado como el de la comida, “en 1980, los únicos productos que podíamos conseguir aquí eran nacionales, actualmente se ha ido abriendo y hoy podemos ir a cualquier supermercado y conseguir productos de cualquier lado, salmón noruego, chocolates belgas, etcétera”.
Y es que, según explica, en aquellos años importar las prendas era muy difícil. Los permisos eran muy restringidos, había un máximo de productos para importar y los aranceles eran tan altos que obligaban a duplicar el precio para tener una ganancia.
“Por los aranceles, y para tener una ganancia, fue que Frattina se hizo de la fama de ser una tienda de lujo muy cara”, recuerda ahora sonriente.
“El mercado de lujo siempre ha existido. Los mexicanos conocían a los grandes diseñadores: Dior, Pierre Cardin y Valentino. Introduje al país estas marcas y tuvieron gran éxito entre los consumidores, pero era difícil competir, no con otras boutiques nacionales, sino con el mercado internacional”.
Por supuesto que actualmente el mercado ha cambiado, “Hoy es más fácil importar, con los Tratados de Libre Comercio podemos competir con las boutiques de Estados Unidos y en algunos casos con las europeas”.
Estas facilidades también han traído mayor competencia, ya que las tiendas departamentales como Palacio de Hierro o Saks Fifth Avenue traen a México algunas de las marcas más famosas.
“Yo no soy competencia para ellos, no puedo, sería como David contra Goliath. Una tienda de ese tamaño se puede dar la oportunidad de adquirir diferentes modelos y tiene un respaldo financiero enorme. Nuestra boutique es más especializada, somos una PyME (pequeña y mediana empresa) y no tiene el alcance que una tienda departamental.”
Para ella, la diferencia está en el servicio personalizado que ofrece en su tienda, que es la única boutique en México que vende haute couture, con diseños de Monique Lhullier, Carolina Herrera o Ángel Sánchez.
“Somos los que corremos el riesgo económico. Los proveedores sólo hacen las prendas que se les piden, ni una más. Una vez que nosotros las compramos si no las vendemos se nos quedan como saldos que representan una pérdida económica”.
Aunque las recurrentes crisis económicas que ha enfrentado nuestro país afectan el mercado – en 2009 Frattina tuvo una baja de 30% en ventas que en los dos años siguientes ha recuperado levemente- la demanda por productos de lujo siempre ha existido, México siempre ha representado un nicho de mercado para los grandes diseñadores, “Todas las marcas quieren entrar a México, ven el país como un lugar de desarrollo y crecimiento. No es sorpresa que hoy son más las marcas con boutiques propias y tiendas especializadas. Obvio, cada una de ellas te muerde o pellizca un poco de tu market share.”
Por ejemplo, Escada es la marca más vendida en Frattina, “y hasta hace poco teníamos la exclusividad. Hoy el Palacio ya la lleva”.
López Ostaloza es una mujer elegante y con clase, a la que muchas de sus clientas siguen y admiran, aunque ella sólo se considera una asesora, no una dictadora de la moda.
“No, no… yo nunca le digo a nadie qué vestir. Creo que es necesario que escuchemos a la mujer y veamos cuál es su estilo y su personalidad. Es necesario que la ropa refleje a uno y sea algo que te haga sentir cómoda”.
“Que entienda que debe balancear su ropa, no puedes ponerte la falda o el vestido en el que te ves genial todos los días. Hay días en los que te ves espectacular y otros en los que te ves ok”.
Con el paso del tiempo la clientela de Frattina también ha tenido ligeros cambios, antes se componía de mujeres que se vestían y vivían para los eventos sociales, iban a desayunos, fiestas o cenas. Hoy, las mujeres que acuden a la boutique son empresarias, trabajadoras, que buscan ropa para su rutina laboral y para sus eventos formales, sociales o laborales.
Una estrategia para mantenerse en la competencia, reconoce López Ostaloza, es estar siempre renovándose. Recién incorporaron la marca St. John y están en tratos para traer los diseños de Zuhair Murad, un diseñador árabe que está cobrando popularidad a nivel internacional.
Estas alianzas se hacen gracias al prestigio que ha logrado forjar la tienda. “Son ellos (los diseñadores) quienes buscan a Frattina, para ellos ingresar a México es una gran oportunidad y Frattina es una puerta de ver si sus diseños funcionan en el mercado”.