A principios de los 90, todavía con The Wings, Paul McCartney, como parte de una gira, dio un concierto en el Staples Center de los Los Angeles (todavía era el Forum). Linda, su esposa de muchos años, aún tocaba el pandero y hacía uno que otro coro, además de adornar el escenario, y tener contento al marido. Ahora, y de manera muy comprensible, la voz ya no es la misma. Sir Paul le anda pegando a los 75, y ya quisiéramos muchos estar así a los 60. Pero ya no canta igual.

 

En realidad, no importa mucho. Desde sus inicios con The Beatles en los 60, el cuarteto, en su primera gira por Estados Unidos, se quejaba de que la música no se podía escuchar ante el griterío, principalmente de las pubertas, su base de fans más grande en aquellos tiempos. Los mismos que ahora, a sus cincuenta o sesenta años, siguen fieles a la música con la que crecieron. Y qué música. Ni le entendían ni les gustaba a nuestros padres y abuelos, como ahora no nos gusta demasiado el rap y cosas por el estilo, que sacuden a nuestros hijos. Y sólo Dios que será de la música de nuestros nietos.

 

Lo que sí importa, y mucho, es que McCartney conserva su energía, su gusto por divertir al público, el enorme peso que tiene parado en un escenario, ya sea con su bajo Hofner de siempre, o en los teclados o con la guitarra, o gritando “¡Viva México, cabrones!” y agitando una enorme bandera de México.

 

Paul McCartney y The Beatles serán, de la música de nuestra generación, lo que trascenderá. Será parte de lo que selló el siglo XX. Me atrevo a decir que como ahora escuchamos, admiramos y disfrutamos a Mozart, allá por el año 2368 ocurrirá lo mismo con los Beatles, y uno que otro muy selecto grupo de músicos y compositores.

 

Se esperaba, y no por eso dejó de ser desagradable, que algunos quisieran politizar el evento. Los miles que aguantaron casi dos días esperando, bajo la lluvia o el sol, comiendo tortas preparadas desde la casa, lidiando con chamacos de menos de 10 años que todavía no entendían que verían un hecho histórico en ésta, nuestra Ciudad de los Palacios, dentro de 20 años podrán presumir: “Yo estuve en el concierto de McCartney en el Zócalo”, así como mis abuelos se enorgullecían de haber estado en la inauguración de la Plaza México para ver a Manolete. Entonces, no había intolerantes como ahora, que quieren acabar con la fiesta.

 

Completamente fuera de lugar las porras y las pancartas de Peña Nieto y López Obrador. Hasta políticamente contraproducentes. La gente no fue a eso. Se les olvida a los partidos que Sir Paul McCartney, a diferencia de ellos, no necesita acarreados. Y el espacio que ocuparon esos grupos interesados solamente en el hueso, podría haberse aprovechado mucho mejor con gente que ya no pudo entrar, y que lo único que quería era ver y escuchar, en vivo, a una leyenda.

 

Tuits:

@RenegadoLegitimo Bueno, aunque se me echen encima los de izquierda, es EVIDENTE que Peña Nieto impuso condiciones para ir con Aristegui, y ella las aceptó.

@jorgeberry Exactamente igual, estimado @RenegadoLegitimo, que cuando AMLO fue con López Dóriga.

 

@jorgeberry