Queda claro que cuando eliges una opción de las que se te presentan en la boleta electoral no quiere decir necesariamente que estás votando por un candidato o por un partido, simplemente expresas qué es lo mejor para el futuro de nuestro país y para los tuyos según tú, y ya. Democracia incipiente e imperfecta quizás, pero “esto es lo que hay”, como dirían Los Amigos Invisibles. Así, en cierto tono que confunde y aligera la natural preocupación para las próximas elecciones federales, estamos ante un difícil voto razonado…
Si tomamos el término de habitabilidad como esencial de la arquitectura, es natural que nuestra perspectiva para elegir a nuestros gobernantes esté dirigida en dicho sentido, en el entendido por supuesto, de que la seguridad nacional, es un tema sinónimo de la “habitabilidad nacional” si se quiere. Dicha habitabilidad, que los arquitectos comprendemos casi como si fuera de nuestra propiedad o autoría puede funcionar para la decisión que habremos (ciudadanos todos) de tomar dentro de poco más de un mes. Sin importar el orden, podemos asentir en que la habitabilidad contiene temas como seguridad, medio ambiente, economía, educación y cultura, y todo lo que se puede entender como “condiciones para vivir”, aunque el voto implique también un anhelo de condiciones para trabajar, en muchos casos.
El arquitecto Pedro Garza de Yta, ya comentaba durante su reciente conferencia magistral en nuestra Escuela de Arquitectura que hay personas que viven en donde quieren, otras que viven en donde pueden, y muchísimas otras que viven donde no quieren. Para todos, pero particularmente para el último grupo el espacio público es una necesidad vital; sustancia del ámbito metropolitano, cambia la escala del territorio nacional al local y aquí cabe la reflexión sobre el destino de nuestra ciudad. Lo que nos preocupa en esta especie de zoom son los temas de habitabilidad en cuanto a movilidad, agua, basura, energía o seguridad (también), (mismo orden que eligió Miguel Ángel Mancera para su reciente exposición en la Anáhuac del Sur), aunque como país podamos estar atentos a los citados más arriba.
Tuve la oportunidad de escuchar en vivo a los cuatro candidatos por separado al Gobierno del DF en la misma Universidad. En este caso, independientemente de sus propuestas, de sus fortalezas o de sus debilidades, dio la impresión de que tres hablaron desde el pizarrón y otro desde la cancha, a saber, aunque todos coincidieran en muchos “cómos”.
De la vorágine de los temas, uno grande que (siempre) suena particularmente bien es el de la re-densificación –vertical de uso mixto- de la ciudad como estrategia urgente para frenar la expansión de la mancha urbana y mitigar así todos los problemas de desplazamientos que esto significa (nada nuevo, el antiguo bando 2…), lo malo es que lo “expandido” es irreversible, y esa es una de las tragedias resultantes de la democracia: el asentamiento informal. “favelas” en Brasil, “ranchos” en Venezuela, “comunas” en Colombia, “tugurios” en El Salvador o Costa Rica, “villas miseria” en Argentina, “barracones” en Perú, “cantegriles” en Uruguay…“paracaidistas” en México, invasiones. La planeación urbana es inversamente proporcional a la democracia en ese caso, pero algunas ciudades Latinoamericanas han demostrado que esto es relativo porque la informalidad se formaliza (son votos) y se convierte en una oportunidad de mejoramiento urbano múltiple, extenso, con arquitectura y urbanismo de calidad (imposible no mencionar el caso de Medellín en Colombia) a partir del espacio público como la posibilidad de una mejor forma de vida…
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