Fue el supervisor y regulador de la banca entre 1994 y 2000 el periodo más crítico que ha vivido el sistema bancario del país en las últimas décadas. La entrevista con Eduardo Fernández García gira en torno a las decisiones que se tomaron en aquellos años y que hoy son motivo de discusión pública.

 

Existe un debate sobre el modelo bancario del país y vale la pena hacer historia. ¿Cuál es el aspecto más relevante sobre la banca firmado por México en el TLCAN?

La posibilidad de que los bancos de los tres países inviertan en los territorios de los otros países bajo la figura de filiales sujetas, durante cierto tiempo, a salvaguardas temporales, es decir a restricciones en su expansión para darle posibilidad al sector financiero doméstico de consolidarse. Esto fue a favor de México. Una vez transcurridos los plazos de las salvaguardas se configurarían los sistemas bancarios en base al desempeño de mercado e inversión.

 

¿En qué consistieron estas salvaguardas?

La cuota de mercado que podrían ir adquiriendo estas instituciones extranjeras a lo largo del tiempo tenía ciertas limitaciones, tanto en lo individual como en la suma de ellas. Al paso del tiempo, hasta 2007, todas estas salvaguardas –incluyendo aquella que mantenía el control del sistema de pagos en manos de mexicanos- serían levantadas, de tal suerte que los bancos extranjeros podían llegar a tener el control del sistema de pagos mediante la fusión de bancos pequeños o de inversión propia.  La única limitante que se mantuvo es que no se podían adquirir bancos de gran tamaño –de 4 por ciento de participación de mercado.

 

¿Estaban protegidos por el acuerdo los grandes bancos mexicanos?

Sí, pero no el sistema de pagos. Se negoció un proceso para retardar el control del sistema de pagos por parte de extranjeros, pero no para impedirlo.

 

¿Quiénes participaron en las negociaciones por parte del gobierno mexicano?

Las definiciones de las negociaciones las encabezaban el secretario de Hacienda, Pedro Aspe, y el director del Banco de México, Miguel Mancera. Las negociaciones propiamente dichas las llevaban a cabo José Angel Gurría y Guillermo Ortiz por parte de Hacienda. Junto con ellos en las labores del día a día estábamos Raúl Ramos Tercero, Tomas Ruíz, Marco Provencio, yo por parte del Banco de México, entre otros.

 

¿Cuál fue el tema más álgido en las negociaciones?

Si la salvaguarda que permitiría que el control del sistema de pagos pasara a manos de extranjeros era permanente o temporal. El gobierno mexicano quería que fuera permanente, pero los gobiernos de EU y Canadá fueron inflexibles y sostenían que debía ser temporal. Ese asunto puso en juego todo el Tratado y al final el gobierno mexicano aceptó que así fuera.

 

¿Cuál era el estado de salud de los bancos privados mexicanos cuando estalló la crisis de 1994?

Antes del estallido de la crisis en diciembre de 1994 la situación de la banca era muy precaria, había muchas instituciones ya quebradas. Con la crisis los problemas de la banca se volvieron irresolubles. El crédito se expandió en exceso y algunas instituciones –aunque no las más grandes, afortunadamente- fueron mal administradas. La sola cartera hipotecaria comprometía el total del capital de los bancos más grandes, por eso se tuvo que actuar con mucha rapidez para intervenir los bancos que no tenían remedio alguno y, por otro lado, atraer capital que permitiera, a través de las compras de cartera, sanear los balances de los bancos y enviar una señal a los mercados de que estábamos actuando. Este proceso era urgente para reactivar la economía, reconfigurar el sistema bancario y, también, para satisfacer la elevada condicionalidad en el tema bancario por el cuantioso apoyo financiero internacional que se había negociado.

 

En el proceso de saneamiento de la banca ¿hubo empresarios y banqueros mexicanos dispuestos a capitalizar los bancos?

Mire, se hicieron varias cosas: El primer paso fue modificar la legislación financiera para acelerar la apertura negociada en el TLC y eliminar las salvaguardas temporales, de tal manera que se pudiera contar con capitales externos para capitalizar a la banca. El otro paso fue que a los bancos mexicanos que tenían viabilidad se les estableció un programa de compras de cartera que les permitió, si aportaban capital, sanear su balance. Como autoridades procuramos que se consolidara el sistema con la salida del mercado de los bancos no viables y que sus redes y activos fueran absorbidos por bancos que tenían viabilidad. Eso ocurrió con Banorte que fusionó a otros bancos y tomó activos de diversas instituciones; pero cada banco usó distintas fórmulas. Bancomer, por ejemplo, terminó recurriendo a un inversionista extranjero para capitalizar el banco porque después de inyectar capital todavía tenía faltantes que debían ser cubiertos, pero ellos decidieron no vender participaciones de sus otras empresas, como Femsa, e invitar a un inversionista extranjero.

 

¿Y qué pasó con el resto de los banqueros y empresarios?

La inmensa mayoría de los empresarios fuertes del país ya participaban en los bancos que tenían problemas. Realmente no había capital mexicano disponible y el apetito por tomar el negocio bancario en ese momento había bajado sustancialmente.

 

Antonio del Valle ha dicho que él propuso comprar Inverlat en las mismas condiciones en que se vendió a Scotiabank…

El problema era distinto. El asunto es que Scotiabank, en ese momento de crisis aguda, agregaba, además de credibilidad, el capital que más adelante se iba a requerir para apalancar el crecimiento del banco; no para tapar el boquete porque éste ya era del gobierno bajo el entendido de no dejar quebrar a los bancos por los trastornos al sistema de pagos que eso provocaría.  Lo que tenía que hacer un banquero mexicano, como Antonio del Valle, era rescatar a su propio banco, porque de dos enfermos no sale uno sano.  Inverlat, en 1995, era muy grande como para permitir que se hubiera fusionado con un banco que todavía no resolvía sus problemas.  De hecho los accionistas de Bital decidieron vender el banco a HSBC porque tenían faltantes importantes de capital que no habían podido cubrir con las aportaciones de los socios, ni aún con la ayuda del gobierno a través de las compras de cartera.  El gobierno apoyó a Bital para fusionarse con Atlántico y Promex pero por asuntos de valuación no se cerró el trato. Tampoco cerraron un trato de fusión con Banorte por diferencias de cómo se manejaría la institución resultante.

¿Acaso el gobierno no tenía confianza en los banqueros mexicanos?

No teníamos una confianza fundada en que tenían el capital necesario para sacar adelante, en esas condiciones, al sistema bancario. Y era así porque no habían demostrado recursos para sacar adelante a sus propios bancos. Si, por ejemplo, Antonio del Valle me hubiera dicho ‘aquí están las aportaciones de capital y el gobierno no tiene porqué subsidiarme’, la respuesta hubiera sido ‘adelante’. Pero no fue así. No era un tema de confianza por ser mexicano o extranjero, sino porque teníamos que cuidar que no se volviera a presentar, en un tiempo razonable, la necesidad de inyectar otra vez recursos públicos para sanear los bancos. En ese sentido el gobierno cuidó al contribuyente.

 

Se critica que el gobierno tomó una mala decisión al entregar la banca al capital extranjero.

Lo que se hizo, que fue acelerar la apertura, fue correcto. En el caso de los dos bancos más grandes, Bancomer y Banamex, el gobierno no impuso ninguna decisión para que estos bancos pasaran a manos extranjeras. Durante años se trató que se mantuvieran en manos mexicanas. Ambos bancos fueron las únicas instituciones –dada su importancia- a las que se les compró cartera hipotecaria porque sin sanear esta cartera no salían adelante. Bancomer terminó vendiéndose a BBVA por decisión de sus accionistas porque pudieron vender otros activos para invertirlos en el banco, pero por razones de negocios decidieron diluir su participación accionaria en Bancomer. En el caso de Banamex los accionistas, por razones de negocio, decidieron vender una vez que habían saneado el banco.

 

¿Quiénes plantearon fusionar Bancomer en Banamex?

Los accionistas de Banamex decidieron vender el banco después de que habían planteado al gobierno fusionar a Bancomer. Partían de la premisa de que, con la presencia de la banca global en México, Banamex no sería viable en el mercado nacional por problemas de competencia de mercado lo que afectaría su rentabilidad.

 

¿Quién dijo no?

La premisa no convenció a las autoridades financieras ni a las autoridades de competencia, ni –me imagino- al Presidente de la República, además de que la pretendida fusión representaba más del 50 por ciento del sistema de pagos en una economía con fuertes problemas de concentración. Y finalmente el tiempo demostró a los accionistas de Banamex que la premisa era falsa y allí está el caso de Banorte porque, teniendo menos de la mitad de cuota de mercado que Banamex, es un banco que ha podido consolidarse. Ellos, los accionistas de Banamex, decidieron que: o se fusionaba el banco con Bancomer, o se vendía. Esa fue una decisión de negocio.

 

Guillermo Ortiz ha señalado que él, como gobernador del Banco de México, estuvo a favor de que Banamex fusionara a Bancomer.

No recuerdo de algún planteamiento formal de ninguna autoridad defendiendo esa posición. No recuerdo de alguna opinión formal del Banco de México o de la Comisión Nacional Bancaria sobre el asunto.

 

En los últimos meses Guillermo Ortiz se ha manifestado en contra de la extranjerización de la banca porque –dice- ello ha causado diversos daños a la economía. Usted fue un actor principal en ese proceso. ¿Qué opina?

Bueno, él era el secretario de Hacienda en esa época de crisis (1995) y le llevó al Presidente Ernesto Zedillo, para su firma, la iniciativa de ley en la que se decidió acelerar la apertura financiera y eliminar la salvaguarda que protegía, precisamente, que Banamex y Bancomer –por tener una cuota elevada de mercado- pasaran a manos de extranjeros. El secretario de Hacienda fue quien defendió esa iniciativa en el Congreso en aquellas comparecencias que en ese tiempo eran muy álgidas; por eso me llama la atención lo que me dice.

 

¿Hay riesgos para la economía de que un 70% de los activos bancarios estén en manos de extranjeros?

Se ha visto en esta crisis financiera que el establecimiento de filiales, de sociedades independientes a las matrices, no permite que la situación financiera de sus matrices, de alguna otra filial o negocio en el mundo, contamine a las filiales mexicanas. Pero claro también las autoridades regulatorias mexicanas deberán estar pendientes del bueno manejo del capital de los bancos y de que no se realicen transferencias indebidas de recursos.

 

¿Ha sido un error histórico?

Diría que fue un acierto histórico a la luz del desempeño que tuvo la banca mexicana antes del saneamiento. La realidad es que la nacionalidad del capital no es factor para que el crédito fluya o no, como tampoco para que se repartan o no dividendos. Recuerdo que en el sexenio del Presidente Zedillo, Banamex, en manos de mexicanos, repartió un dividendo a poco tiempo del problema del saneamiento del banco. Lo que pasa es que hay memorias selectivas.

 

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