La Tercera Vía auguraba larga vida al centro ideológico. Con el Muro sobre el suelo de Berlín surgió la pregunta ¿y ahora quién? Suplantar el cansancio del comunismo y sus derivados, por una fuerza atractiva que lograse preservar la seguridad social nórdica (con el agregado de liberalizar al mercado), resultó un reto para los habitantes de cubículos británicos.

Tony Blair fue el mejor promotor de las ideas de Anthony Giddens. Mala suerte. Una guerra sustentada con documentos apócrifos fue suficiente para que Tony Blair se convirtiera en un implacable conferencista: el rey de los Holiday Inn (aeropuertos del mundo). En la actualidad, el otrora bandera humana de la Tercera Vía se dedica a subir y bajar escaleras de avión para ofrecer los servicios de conferencista. ¿Y entonces, quién cubrió la brecha ideológica?

 

Los partidos de “siempre” se quedaron dormidos durante sus sueños maravillosos. Pero cuando despertaron, Marie Le Pen, Los Piratas y los de Aurora Dorada ya habían ocupado sus escaños en los parlamentos.

 

Las transiciones políticas involuntarias ocurren gracias a las obsesiones del tiempo. Una especie de ley de la gravedad ha detonado el ascenso de nuevos partidos, donde la palabra “nuevos”, no forma parte de un agregado publicitario como ocurre con las bolsas de detergente: nueva fórmula. En realidad, los piratas alemanes serán los que gobiernen, quizá, entre unos diez y veinte años a nivel federal. Ahora, cubren lo que los partidos socialdemócrata y demócrata cristiano, dejan en el camino (7% a nivel federal y hasta un 13% a nivel Lander, pero siempre en ascenso). En el Partido Pirata no existen niños verdes que alquilen la franquicia al mejor postor (en el 2000 al PAN, 2006 y 2012 al PRI), en él, van apareciendo estrategas de naturaleza intergaláctica; nuevos liderazgos que no pierden el tiempo en pensar en la retórica.

 

El líquido ideológico no proviene de fuentes del siglo pasado. No es el muro de Berlín, tampoco los tratados de libre comercio y mucho menos el comunismo. Aunque hay que decir, que a falta de imaginación, partidos como el Frente Nacional (en Francia) y Aurora Dorada (en Grecia) sí acuden al siglo XX para rescatar armamento ideológico híper nacionalista, y a panteones para revivir cadáveres como el de Hitler, Stalin y Mussolini.

 

Los Piratas alemanes son hacedores de un plan programático sustentado en la defensa de las libertades públicas, los derechos humanos, la transparencia, la modificación de las patentes informáticas y por la sociedad de la información. ¿Suena a una postal contemporánea?

 

Lo mismo en Suecia como en Alemania; en España como en Japón, las franquicias del Partido Pirata crecen en número día a día. Es probable que muy pronto, nazca el Partido Twitter, la asamblea de ciudadanos todólogos que se encargarán de administrar a la oclocracia cibernética.

 

Tampoco se puede desechar la idea de la creación del Partido Apple, constituido por ciudadanos ludópatas, organizados para impedir que el Estado deje en el desamparo a cientos de millones de ciudadanos que no cuentan con los artilugios de la manzana.

 

En realidad, en la crisis económica de la zona euro, subyace el desmoronamiento de los partidos clásicos porque, quizá, ya pasó el tiempo de los centristas. Otra hipótesis es la degradación que los partidos del centro motivaron gracias a su ambigüedad (estado cómodo-ideológico).

 

Independiente de las causas, el centro ideológico ha sido despoblado. Partidos como el Pirata asimilan la esencia de la transmodernidad. No será el único, vendrá el Partido Twitter y el Apple.