La economía mexicana marchó bien al inicio del año, incluso mejor de lo que el grueso de los analistas había pensado y pronosticado originalmente. El muy favorable reporte sobre la producción al primer trimestre que ayer dio a conocer el INEGI y que muestra un crecimiento de 4.6% a tasa anual, es prueba fehaciente de ello.

 

Seguramente que con este dato en ciernes el secretario de Economía, Bruno Ferrari, se soltó –otra vez- el pelo hace unos días cuando dijo que ‘la economía mexicana está mejor pese a quien le pese’, según reportaron los medios de comunicación.

 

La frase del funcionario, que si bien se encuadra en un ineludible escenario electoral, deja entrever cierto dejo de intolerancia con quienes plantean señalamientos críticos al desempeño y resultados de las políticas públicas en materia económica. Incluso en las redes sociales circulan ideas semejantes como aquella de que ‘hablar bien de México parece políticamente incorrecto’.

 

Aquí hemos señalado, sin ningún rubor, los problemas de toda índole que atascan el crecimiento de la inversión, o los riesgos que se advierten en las finanzas públicas. Pero también hemos puntualizado con toda claridad la buena gestión que ha realizado una secretaría como la de Turismo, o el estupendo desempeño que ha visto la industria automotriz.

 

El pasado 3 de mayo decíamos que la economía había mostrado un dinamismo inusitado al primer trimestre y que, con ello, era probable que el promedio anual de crecimiento del PIB estuviera más cercano al 4%. Mantengo mi optimismo razonado por una razón que explicamos en aquella ocasión y que el reporte de INEGI ahora corrobora: El buen crecimiento trimestral que vimos respondió, principalmente, a dos razones: Primero, a un fuerte crecimiento en productos agrícolas que contrastó con la grave sequía ocurrida el año pasado, exacerbando la tasa de crecimiento en este año; y segundo, al dinamismo mostrado en la industria y el consumo estadounidense especialmente durante enero y febrero que ‘arrastró’ al sector manufacturero del país, especialmente a la industria automotriz que tiene un peso preponderante en el sector.

 

Sin demeritar el dinamismo de los servicios financieros o al mejor comportamiento de la construcción, son estos dos factores los que ‘jalaron’ a la economía en el primer trimestre.

 

Ahora, este comportamiento de los tres primeros meses del año tampoco garantiza que continuará con ese ritmo en el resto del año. Sin embargo los primeros indicios que tenemos del segundo trimestre, correspondientes a abril, parecen sugerir que el ritmo se mantiene por las mismas razones que explicaron el dinamismo del trimestre anterior.

 

A todo lo anterior hay que agregar el efecto en la demanda agregada de la economía (consumo e inversión) que provoca el ejercicio del presupuesto público –nada despreciable- que, como vimos en el informe al primer trimestre de las finanzas públicas emitido recientemente por la secretaría de Hacienda, propició un gasto público de 12.5% superior al del mismo periodo del año pasado.

 

La buena noticia es que la economía está creciendo aunque la advertencia no se ha levantado: Buena parte de ese crecimiento aún tiene soportes temporales y los nubarrones globales tampoco han desaparecido. Allí están los reportes del Banco de México que los señalan. Así es, aunque sea políticamente incorrecto señalarlo.

 

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