Si logramos convertir Morena en el mecanismo para atraer a los jóvenes, le gano a Peña Nieto.

 

Palabras más, palabras menos, eso le dijo Andrés Manuel, hace ya varios meses a uno de sus allegados. Y tras los jóvenes ha ido. Esa es la base de su discurso conciliador, emocional y amoroso, con la colaboración (quizá inadvertida) de Josefina Vázquez.

 

Y sin la posibilidad de una milagrosa coincidencia en la proximidad del último mes de la campaña electoral, los movimientos juveniles comienzan a brotar –junto con marchas de otra paternidad– como un ingrediente cuya presencia no se contemplaba en las observaciones previas.

 

O bien la perspicacia de Andrés Manuel le permitió prever el escenario y anticiparse a su aprovechamiento o sus operadores políticos de base (como la experta en mítines, motines y revueltas, Dolores Padierna) han logrado permear con organización en áreas descuidadas por los demás partidos o atendidas, por inercia, de manera superficial.

 

En este país, el Instituto Federal Electoral calcula catorce millones de jóvenes electores (lo dijo Leonardo Valdez durante una reunión reciente con el notariado), de los cuales tres y medio irán a las urnas por primera vez en su vida. Son los “hijos de la alternancia y la transición”.

 

“En total son 3.5 millones de nuevos votantes los que acudirán a las urnas por primera vez y 10.5 millones que lo hicieron en 2009, jóvenes que ya cuentan con una nueva cultura política, una cultura ciudadana, que nacieron antes o un poco después de la creación del IFE y que se han socializado bajo nuevas circunstancias políticas como la alternancia, la ciudadanización de los comicios y con la transición democrática”.

 

A ellos se dirige un discurso de ingesta simple y fácil digestión, promovido tradicionalmente por el PAN y como imprescindible elemento de campaña por Josefina Vázquez, secundado hasta por politólogos de hondura singular como Gael García Bernal quien asume como una cósmica traición al futuro si el PRI regresa al poder con toda su carga de autoritarismo, corrupción (como si la actual fuera agua de rosas) y demás características del imposible jurásico indeseable.

 

“Tenemos ahí al PRI, al dinosaurio, al gobierno que de alguna manera dejó al país como lo dejó, que está subiendo, que está de vuelta y que a mí me parece terrorífico… ( se debe estar contra) de la posibilidad de que el PRI pueda volver a gobernar México porque es una vuelta a un autoritarismo y a una falta de libertad muy fuerte, por más que se haya modernizado…. ¿Qué va a pasar en México? no tengo la más remota idea”, pero debe haber una especie de “Revolución cultural” para devolvernos algún motivo de orgullo”. (GGB)

 

En esa línea se ha montado (con probable eficacia) el anatema contra Enrique Peña con el caso Atenco como demostración y evidencia de los excesos, la mano dura y la vigencia de un ogro sin filantropía.

 

Si bien en la política no hay modas; hay actitudes correctas y hablar del pasado, condenarlo, demonizarlo, es una de ellas. La distancia entre lo políticamente correcto y el lugar común es muy breve y conforma modas sociales. Moda, lugar común, corrección, oportunidad.Y las modas, decía Luis Buñuel, son la expresión de la manada (con ene).

 

“Lo interesante –terminaba el aragonés–, es pensar como a uno le de la gana”.

 

Pero en el amplio campo de las evidencias, el PRI ha sufrido un quebranto en la relación con algunos grupos juveniles y estudiantiles, cuyas dimensiones en la contabilidad de las preferencias (encuestas) todavía no puede evaluarse de manera cierta.

 

Por ahora, no importa si los autodenominados “132” chavos Ibero quienes respondieron con su propio video al largo “infomercial” del PRI en el cual se les despersonalizaba, son muchos o pocos. En política cuentan primero los hechos y después las cantidades.

 

El hecho hoy visible es simple: un rechazo casi lúdico a la presencia de Enrique Peña en la Universidad Iberoamericana, generó una reacción furiosa por descalificación del origen de ese repudio, por las acusaciones contra títeres y titiriteros (titiritero se parece a tuitero) y ha desembocado (hasta ahora) en una movilización a la cual concurrieron grupos de otras instituciones privadas de educación superior (y pronto algunas de naturaleza pública) en un marco inusitado: la animadversión contra la respuesta de una corriente política se extiende al poder mediático sobre el cual se sostiene y se expresa, sea esta apreciación real o producto de los señalamientos críticos de otro candidato, en este caso Andrés Manuel, quien ha acusado sistemáticamente a la televisión comercial de promover un candidato, imponerlo machaconamente, y secuestrando así el derecho de los ciudadanos para elegir su próximo gobierno con entera libertad y sin presiones.

 

Pero sea como sea, desde hace mucho tiempo esos tres vectores no concurrían: protesta juvenil contra un pasado incierto, inconformidad contra los medios y reivindicación del derecho estudiantil a la crítica y la expresión masiva. Muchos movimientos, después incontrolables, se han iniciado con mucho menos.

 

Por lo pronto, Televisa, censurada con lemas tan recurrentes y vacíos como “¡transparencia informativa! ” o “¡Basta de manipulación!”, ha visto, una vez más, manifestaciones contra sus noticiarios y comentarios sobre los cuales no había queja manifiesta hace dos meses o dos años.

 

No al menos de esa forma y con esas dimensiones, una de las cuales se expresa en la rencilla entre Alejandro Puente y Carmen Aristegui, cuyos ecos la llevan hasta bailar un zapateado radiofónico sobre la cabeza de Ricardo Monreal cuya voz (como la de su candidato) no se ha alzado para defender a la conductora de MVS de los ataques de Chapultepec. Vaya herejía.

 

Así, las piezas de este rompecabezas están todas dispuestas sobre la mesa. Mientras, manifestaciones de otro tipo amenazan con cercar los actos de campaña de Peña con sonidos tan sinfónicos como para no ver en ellos una orquestación de piel morena, auxiliada con notorio oportunismo desde el Partido Acción Nacional cuya propaganda pide “tomar” las calles como hicimos con el Maquío y “mover las almas” como en el año 2000, aunque la salmodia de Josefina no mencione al casi proscrito Vicente Fox cuya reticencia taumatúrgica aun ofende al PAN.

 

La ambición por el voto juvenil (casi catorce millones de sufragios) se basa en la aritmética, no en la especulación. El “bono demográfico” quizá no sirva para nada en México en materia de aprovechamiento de habilidades productivas o desarrollo intelectual (varios millones de “ninis”, de desempleados, subempleados, parados, cesantes e informales, en el mejor de los casos, os contemplan) pero sí va decidir, con su enorme peso, la inclinación de la balanza electoral.

 

Como si se tratara de otra “Operación Limpieza”, desde la Procuraduría General de la República se sueltan órdenes de presentación y peticiones de arraigo en contra de personajes intocables hasta no hace mucho tiempo: los generales o altos oficiales del Ejército nacional.

 

La mañana de ayer muchos se despertaron con la sorpresa del cuarto detenido: el teniente coronel, Silvio Hernández Soto, quien habría sido, en algún momento de su carrera, escolta de Andrés Manuel, según refiere Excélsior, entre otros medios:

 

“El ayer detenido formó parte del equipo de seguridad del candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador durante su campaña en 2006, y parte del gabinete de seguridad del estado de Veracruz y separado de su cargo en enero pasado…”

 

Así, dos de los cuatro militares detenidos han tenido o tienen relación con candidatos en contienda. Tomás Ángeles como ponente en un foro organizado por la Fundación Colosio sobre temas de seguridad pública, en el cual fue severo crítico de la estrategia actual del gobierno y el Ejército en la prolongada guerra contra la delincuencia organizada, tan larga como fallida. Ni ha terminado con los delitos, ni ha frenado el auge de los cárteles, ni ha construido calma ni tranquilidad; ni mucho menos ha inhibido el tráfico y el consumo.

 

“…Nos estamos desgastando ambos, y la decisión tarda mucho tiempo en obtenerse… yo me atrevería a decir que no tenemos estrategia de seguridad nacional. No tenemos un apropiado marco de referencia sobre seguridad nacional. No tenemos una base de partida. Creo que habría que empezar por ahí”.

 

¿Hasta donde estas palabras activaron la memoria del fantasmal personaje llamado Jennifer en las mazmorras de la DEA y empujaron al gobierno mexicano a obedecer las delaciones o las acusaciones de los Estados Unidos?

 

Eso quizá nunca lo sabremos, pero hoy la DEA, lo quiera o no quiera, acaba de intervenir en el proceso electoral.

 

“…El progreso de cualquier país –dijo el presidente Calderón en su alma mater– requiere que aquel que infrinja la ley, no importa su condición social, económica, política o jerárquica (ojo), la ley tiene que ser pareja para todos e infringir la ley tiene que tener consecuencias, dentro, por supuesto, de procesos justos”