Retornar a su divisa nacional después de una década de usar el euro y permitir que su dinero sea manejado por el Banco Central Europeo o BCE catapultaría a Grecia a una dimensión desconocida en los ámbitos financiero, legal y político.

 

En el pasado, los países ya han caído en incumplimiento, devaluado su divisa y hasta se han retirado de una unión monetaria de gran magnitud. Pero hasta ahora, ninguno ha hecho todo eso al mismo tiempo, y ciertamente no una economía tan profundamente integrada en los mercados financieros globales.

 

Grecia tendría que rehacer su sistema monetario y reconstruir su economía después de una probable y marcada devaluación que pudiera impactar de manera severa la confianza de la población, socavar sus bancos y provocar probables incumplimientos en los pagos de la deuda a acreedores extranjeros.

 

Para Grecia, las consecuencias de abandonar el euro y al resto de Europa probablemente serían de una magnitud tan grande que los responsables de la política económica han estado renuentes hasta para especular sobre cómo podría funcionar tal escenario. Y aun cuando el tabú de mencionar una salida del euro se ha venido abajo en meses recientes, su regreso al dracma probablemente sería algo demasiado caótico, ya que muchas etapas se tendrían que improvisar de la noche a la mañana.

 

Hasta recientemente, los responsables de la política económica usualmente descartaron cualquier pregunta sobre una salida potencial del euro con una sencilla respuesta: Es imposible abandonar la divisa común con base en la legislación de la Unión Europea. En los tratados de la Unión no existen provisiones para salir de la zona del euro sin abandonar también a todo el bloque europeo de 27 países.

 

Abandonar la Unión Europea también significaría perder miles de millones de euros en subsidios para el desarrollo, al igual que un fácil acceso a una serie de grandes e importantes mercados internos -una amenaza que Maria Fekter, la ministra de Finanzas de Austria, profirió recientemente.

 

“Es imposible abandonar la zona del euro -sólo se puede abandonar la Unión Europea”, dijo a reporteros en una reunión con sus contrapartes realizada en Bruselas. “Después de eso, Grecia tendría que solicitar volver a ingresar y nosotros tendríamos que sostener pláticas de reingreso y analizar con mucho detalles si Grecia de hecho cumple con los requerimientos para poder reingresar”.

 

Los comentarios de Fekter reflejan la creciente frustración que priva en varios países europeos con relación a Grecia, pero también con la idea de que si se establece una ruta de salida viable, otros países se podrían ver alentados a tomar el mismo curso.

 

Por otra parte, dificultar las cosas pudiera acrecentar las tensiones en la economía de Grecia, y aumentar las repercusiones económicas sobre los otros miembros de la Unión Europea.

 

“A todos los demás países les convendría asegurarse que las cosas no sean absolutamente atemorizantes”, dijo Roger Bootle, director administrativo de Capital Economics en Londres, quien redactó un documento de 150 páginas sobre las cuestiones prácticas referentes a la salida del euro por parte de Grecia.

 

Christine Lagarde, directora administrativa del Fondo Monetario Internacional o FMI, dijo recientemente que el fondo había realizado una valoración técnica de la posible salida de Grecia de la zona del euro, y advirtió que eso sería “extremadamente costoso”.

 

Entre tanto, algunos expertos legales europeos han propuesto algunas soluciones alternativas para compensar la falta de una cláusula de salida del euro con base en la legislación de la Unión Europea.

 

Por ejemplo, citando una violación al criterio básico del euro referente a la deuda y los niveles de déficit, la zona del euro podría ingeniarse una “entrada inversa” a la unión de la divisa, convirtiendo a Grecia en un “estado miembro con una derogación”, dijo Alexander Turk, profesor de derecho del King’s College London. Eso agruparía a Grecia con países como Suecia, el cual tiene requerido legalmente adoptar el euro pero que ha aplazado ese proceso por no cumplir de manera deliberada todos los requerimientos básicos.

 

Grecia tendría que mantener en secreto su decisión de abandonar el euro tanto como fuera posible para evitar una mayor fuga de capitales del país. Ordenar nuevos billetes denominados en dracmas tomaría meses y la noticia podría filtrarse, incitando a los griegos a intensificar sus retiros de euros de los bancos, acelerando así el calendario de su salida.

 

Bootle sugiere puentear ese periodo con la realización de pagos electrónicos. O Grecia pudiera imprimir rápidamente vales parecidos al dinero, dijo Guntram Wlff, director asistente del centro de estudios Bruegel con sede en Bruselas.

 

El cambio se podría realizar durante un fin de semana largo, durante el cual los bancos y los cajeros automáticos permanecerían cerrados y se aplicarían otros controles al capital. Las cuentas bancarias se convertirían de euros a los nuevos dracmas, y la deuda doméstica y otros contratos se convertirían a la nueva divisa.

 

Por cuestiones de simplicidad, la tasa de conversión interna sería uno a uno, dijo Bootle. Los mercados de cambios de divisas tendrían cuidado de no devaluar el dracma con relación a otras divisas.

 

Además, los economistas dijeron que para ser competitiva, Grecia necesitaría devaluar su divisa en por lo menos 40%. Eso significa que sus importaciones de petróleo o autos se volverían dos veces más costosas, mientras que un alemán podría vacacionar en Creta por la mitad del precio. “En una acción, Grecia podría reducir su tasa de cambio real y por ende ser más competitiva”, dijo Bootle.

 

Sin embargo, muchas trampas le esperan a Grecia antes de que se encuentre en esa posición. Aun descartando la deuda y los pagos de intereses, el Estado griego no está recabando suficientes impuestos como para pagar sus facturas. Eso significa que tendrá que reducir los pagos de las pensiones y otros beneficios más rápido de lo que señala el programa de rescate, o bien imprimir más dinero. La última opción implicaría el riesgo de generar inflación que ya sería elevada por los incrementos en los precios de las importaciones,  anulando así algunos de los beneficios de la devaluación.

 

Los contratos de deuda denominados en euros repentinamente serían una carga mucho mayor para poder saldarla, acrecentando la probabilidad de que hubiera incumplimientos de las empresas y los bancos en el pago a acreedores extranjeros. Eso también provocaría cuestionamientos sobre si el país pudiera cumplir en los pagos de sus bonos recién restructurados y las deudas del rescate que les debe a otros gobiernos y al FMI.

 

La problemática económica probablemente afectaría al sector privado de Grecia, ya que las empresas tendrían que renegociar sus contratos signados con empresas extranjeras.