En Wirikuta se creó el universo con los restos del dios venado y allí mismo, en el cerro El Quemado, nació el dios Sol. Para los wixárikas o huicholes es geografía sagrada y por eso cada año viajan hasta allá, en un peregrinaje de cientos de kilómetros desde sus lugares de origen en Nayarit, Jalisco y Durango.
Pero no sólo es una zona de culto. En los últimos años el subsuelo rico en minerales atrajo a empresas mineras. Una de ellas, First Majestic Silver obtuvo 22 concesiones para la extracción de plata dentro de Wiricuta.
Ayer, luego de que la empresa anunció que cederá varios cientos de esas hectáreas, representantes de la etnia huichol señalaron que analizarán la medida que, según señaló la empresa canadiense, busca resguardar la ruta de peregrinación y los centros ceremoniales.
La amplitud del desierto
“La mina destruirá toda la zona del peyote, de los oasis y del Cerro del Quemado, toda la ruta sagrada. Eso sería fatal porque la reserva corresponde a todo el viaje que hacen”, explicó Juan Negrín, director del Centro de Investigación Wixárika en Estados Unidos, e integrante del Frente en Defensa de Wiricuta.
De acuerdo con el Plan de Manejo del Área Natural y Cultural, firmado por el gobierno estatal, Wirikuta abarca 140 mil hectáreas que comprenden los municipios de Catorce, Charcas Villa de Guadalupe, Villa de la Paz y Matehuala, donde hay alrededor de 100 mil habitantes dedicados a la agricultura, la ganadería, la minería y el turismo, principalmente.
Con ellos conviven los wixárikas que cada año peregrinan desde Jalisco, Nayarit y Durango para agradecer la vida, encontrarse con los dioses sol y fuego, ponerse en contacto con sus antepasados y comer peyote en acto de purificación.
Ofrendas depositadas por los peregrinos
Ruta sagrada
El viaje anual que hacen cientos de indígenas comienza en Jalisco. La caminata dentro de Wiricuta incluye 138 kilómetros y abarca 26 sitios sagrados.
El primero es Agua Hedionda, municipio de Villa de Ramos, donde los indígenas reconocen la creación del mundo. Después, visitan varios puntos en donde ofrendan a los dioses animales, plantas o prendas.
Habitantes de El Quemado
En Maxaneni, ubicado cerca de la Estación Catorce, los wixaritaris recolectan el peyote que llevarán de regreso a sus comunidades. Los viajeros se confiesan ante sus compañeros por todos los malos actos cometidos en ese tiempo, y después consumen la cactácea como una forma de purificación.
Vista del cerro El Quemado
Después, sólo los que han cumplido con seis viajes a Wirikuta pueden llegar hasta el cerro El Quemado. Allí culmina el viaje con la purificación de ofrendas en el lugar donde ascendió el dios sol del inframundo, para después ofrecerlas a la madre tierra en un pequeño santuario construido en el lugar.
Abraham, un caballerango de Real de Catorce, explica que los pobladores de la zona regalaron la construcción a los indígenas. “Antes dejaban sus ofrendas al aire libre, pero los turistas venían y se las robaban”.
Al final, todos se reúnen y emprenden el camino de regreso a sus comunidades cargados de peyote, que entregan al resto de la población como un regalo de los dioses.
La artesanía es una de sus principales fuentes de ingreso