Hace algunos años Enrique Peña Nieto era diputado local en el Congreso del Estado de México. Con motivo del aniversario de un periódico de Toluca, hubo una recepción, un coctel en la Casa Club de uno de los varios fraccionamientos residenciales de Metepec. Risas, música y brindis. Asistí a la reunión y escuché en medio de los grupos naturales de una fiesta de ese tipo, una conversación cuyo contenido transcribo hasta donde la memoria alcanza.
En un pequeño corrillo, dos personas hablaban. Uno era el diputado Peña. El otro, un señor cuyo nombre se me ha perdido en el olvido. –Hola, tenía muchas ganas de conocerte, por eso me permití pedirle aquí a nuestro mutuo amigo que nos presentara, dijo señalando a un tercer personaje de la política mexiquense.
–Gracias, dijo Peña un tanto cohibido. –Te quiero hacer una pregunta, ¿puedo? –Adelante… –¿Ya te estas preparando para la campaña? –Bueno, creo que no debemos adelantarnos, la convocatoria no ha sido siquiera anunciada y yo estoy dedicado a los asuntos del Congreso y…
–No, interrumpió con brusquedad el recién llegado. “Yo no hablo del gobierno estatal, eso ya lo tienes en la bolsa, yo me refiero a la campaña del 2012, Enrique. ¿No sabes que estás predestinado para ser presidente de México? “Déjame decírtelo de esta manera –dijo después de un sorbo al jaibol–: quítale el final a aquella historia, pero en la política mexicana tu vas a ser el John Kennedy de tu generación.” Peña no dijo nada. Quizá murmuró el simple agradecimiento por la comparación y el grupito se disolvió.
El pequeño profeta se perdió en el grupo y los amigos se llevaron al diputado a otro rincón de la sala. La música seguía, los meseros llevaban sus charolas y las edecanes sonreían con la falda a medio muslo. La escena regresó a mi mente cuando la televisión mostraba el hormiguero vandálico de los aporreadores de la camioneta de la campaña peñista en Querétaro, ciudad donde casualmente–, Jesús Reyes Heroles pronunció en el siglo pasado (1978) su famosa advertencia sobre el peligro de interrumpir el sueño del México bronco.
“… pensemos precavida y precautoriamente que el México bronco, violento, mal llamado bárbaro, no está en el sepulcro; únicamente duerme. No lo despertemos, unos creyendo que la insensatez es el camino; otros aferrados a rancias prácticas. ” Duro y duro contra la capota del vehículo. ¿Sería alguno de estos furiosos aporreadores quien colgó en el mitin de la “Estela de Luz” la manta “¿dónde estas Aburto?” o simplemente se creyó la pancarta “Te odio” en la Universidad Iberoamericana.
Los ataques, así sean incruentos y de nulas consecuencias a los vehículos de personajes políticos no son cosa nueva. Una vez en la calle Venezuela Elba Esther Gordillo se salvó por el blindaje de la Suburban y en varias ocasiones hasta los secretarios de Estado han requerido presteza y celeridad para la fuga, como le ocurrió en Coahuila, hace años, a Francisco Javier Salazar cuando el derrumbe de Pasta de Conchos. Todo mundo recuerda aquel infierno de Richard Nixon en Caracas hace años.
Pero en el caso actual la celeridad de los movimientos en contra del binomio Peña-TV y la forma como se ha ido escalando la actitud inicial, de la protesta política a la protesta física; del “campus” UIA a doce o trece estados del país, resulta muy notable. Una cosa es la velocidad de las redes y otra la movilización de la gente.
Todo eso y en especial el ejemplo kennediano de aquel arúspice de la noche en Metepec asociado con la imprudencia de acudir a la Ibero bajo advertencias de una real emboscada con todo y las ahora ubicuas máscaras de Salinas, obliga a pensar en cuáles son para el candidato del PRI a partir de estos hechos, los escenarios peligrosos y cuáles no. Ahora no veo escenarios seguros. Cuando mucho el auditorio Plutarco Elías Calles.
La dispersión y la incipiente virulencia de los inicialmente llamados 132 ahora rebasa con mucho cualquier pronóstico de hace varias semanas y se desborda con militantes de otra naturaleza. Hoy quizá ya no valgan las advertencias.
De la selección de actos de campaña, censurada desde hace varias semanas por algunos analistas quienes censuraban una campaña encapsulada para proteger a Peña de sus posibles fallas frente a la crítica impía (sin hablar de otros riesgos) a los días de hoy, con incipientes agresiones físicas hay una enorme distancia.
La repentina “primavera estudiantil”, extrañamente bendecida hasta por la Secretaría de Gobernación, se ha vuelto un recurso ubicuo para la “otra campaña”: el acoso y derribo (dirían los españoles) del candidato del PRI, lo cual no tiene nada de extraño en una lucha electoral. La lucha política y la guerra electoral son normales y hasta necesarias.
El riesgo indeseable es su traslación a la guerra violenta. Ya de eso sabemos demasiado los mexicanos. Obviamente en estos días dos fenómenos se deben analizar por separado: el surgimiento de estos “indignados” y el aprovechamiento de su “espontánea” indignación. ¿Son asuntos relacionados directamente? ¿Hay una liga evidente entre uno y otro? Por lo menos en lo segundo es notorio el provecho para la causa de Andrés Manuel.
Haber aprovechado con toda oportunidad los vestigios de la represión “sesentaiochera”; enlazarlos con Atenco (sin proporción ninguna); recuperar para su movimiento la Plaza de Tlatelolco y desde ahí exhibir la herencia sin repudio del autoritarismo y la represión priístas, han sido un éxito pleno cuya continuidad se dará, simbólicamente con la fecha misma del debate tapatío: diez de junio. Como si no fuéramos muchos el IFE ha invitado al parto de la abuela. A estas alturas ya no tiene sentido hurgar en la naturaleza de las protestas. Baste con saber de su existencia, vigencia y amplitud.
Lo mismo se presentan los indignados en estados donde el PRI tiene buena imagen de gobierno (como en el Querétaro de José Calzada) o donde no tiene el poder (Morelos bajo el “gobierno” de Marco Adame). Las protestas oscilan entre Atenco y el copete, pero eso es lo de menos. La democratización de los medios es una invocación impecable.
Dice William Manchester en “La muerte de un presidente”: “…Connally le dijo a Kennedy que creía que la gente de Dallas era “demasiado emocional” y que debía estudiarse de nuevo la cuestión de la visita a la ciudad. El director de un periódico de Austin dijo que “no pasará por Dallas sin que le ocurra algo”.
“…el 3 de 4 octubre, víspera de la última conferencia que Kennedy celebró con Connally sobre los preparativos del viaje, Fullbright rogó al presidente que pasara de largo por Dallas. El primer Magistrado y el senador pasaron juntos gran parte del jueves y volaron a Little Rock en el avión presidencial y luego en helicóptero a Heber Springs para asistir a la inauguración del pantano de Geers Ferry. Durante el viaje y también durante la comida, Fullbright declaró repetida e insistentemente que “Dallas es un sitio muy peligroso”; que “yo no iría allí” y “no vaya usted, por favor”. Nadie hizo caso.
Pero entre las bendiciones del movimiento 132 se cuelan (con inevitable oportunismo) las falsas adhesiones. Dos casos han generado repudio entre los estudiantes quienes ven cómo personajes de la política formal (esa contra la cual también se expresan). Leamos: “Integrantes del movimiento universitario#YoSoy132, condenaron que la hermana del presidente Felipe Calderón, Luisa María Calderón, lance una campaña política paralela llamada #YoSoyla133.
Por medio de la cuenta de Twitter?@masde131, los jóvenes se deslindaron de esa campaña. “Condenamos enérgicamente que @Cocoacalderon lance campaña política paralela llamada #yosoyla133. Nos deslindamos de dicha campaña”, señala el tuit. “Sandra Patargo y Rodrigo Serrano, estudiantes de la Universidad Iberoamericana, señalaron que se deslindan de cualquier expresión que tenga que ver con la clase política.
“En su cuenta de Twitter, @ CocoaCalderon, la hermana del Presidente escribió: “Buenas tardes, hoy me adhiero a la campaña #YoSoyLa133, Vamos todos juntos #Michoacán!”.
“También el subsecretario de Educación Pública, Rodolfo Tuirán se asumió como parte del movimiento universitario #YoSoy132 en el sentido, dijo, que todos demandamos información veraz y porque “pedimos que nuestra sociedad se transforme para bien”. Tuirán ha sido, como todo mundo sabe, la “eminencia gris” en las labores de Josefina Vásquez en Sedesol y la SEP. Ven el burro y se les ocurre viaje, diría el campesino.
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