El 16 de junio de 1988, por la mañana, me hallaba en el salón de la Sociedad de Alumnos de la Escuela Superior de Música. Llegaron dos compañeras de la Academia de la Danza Mexicana a pedir apoyo (teníamos una organización de estudiantes de Bellas Artes). Los alumnos de la Academia habían abandonado la escuela por un conflicto con la dirección. Al llegar a su escuela me encontré a decenas de estudiantes dispersados alrededor de la escuela, los junté y los invité a iniciar una asamblea en la que ellos decidirían. La postura fue suspender clases hasta que se cumpliera el pliego petitorio.

 

A mis 16 años no me importó que el ciclo escolar estuviera próximo a terminar, la cercanía con las elecciones, los riesgos de que el movimiento se participara y que no contara con el apoyo de otras organizaciones estudiantiles. Sé que fui un actor clave en esa efímera insurrección estudiantil y sé que la trascendencia para la escuela fue casi nula.

 

De los 10 días que estuvo parada la escuela, hice guardia por las noches en cuatro ocasiones. En una de esas dormimos en una combi mientras afuera no paraba de llover. Como nadie, en realidad, podía conciliar el sueño, las pláticas se prolongaban hasta la noche. Con la combi llena pregunté, Si pudieran votar, por quién votarían. El unísono Cárdenas fue el resultado obvio.

 

¿Hay un unísono hoy en el movimiento #YoSoy132 respecto a un candidato? La inercia que se estaba dando en mi entorno (escuela pública de arte) nos llevaba naturalmente hacia la izquierda. Sé que algo similar se podía vivir en las escuelas privadas respecto a Maquío. Hoy no se da esa efervescencia en torno a un candidato, hay quizá simpatías hacia los opositores a Enrique Peña, pero también un descontento con el sistema de partidos.

 

Es claro el rechazo de la juventud que se ha manifestado en el movimiento #YoSoy132 respecto al puntero en las encuestas, es claro el rechazo a la manipulación informativa y las probables ventajas que se la han dado a Enrique Peña. No hay, sin embargo, dos elementos que me parecerían cruciales para alcanzar la trascendencia:

 

1. La necesidad de evolucionar el sistema de partidos hacia las candidaturas independientes.

 

2. Hacer que en cada uno de los temas de gobierno, quien gane las elecciones, esté obligado a construir agenda con la sociedad.

 

Con los mismos cuestionamientos que recibí en 1988 por haber provocado el paro de una escuela en víspera de las elecciones presidenciales me pregunto hoy si el movimiento es oportuno. Al ser un jaque al puntero en las encuestas, no deja de ayudar a quien vaya en segundo lugar.

 

La trascendencia del movimiento estará justo en que haya una agenda de cambios a las reglas, incluso en el escenario de que gane Enrique Peña. Es decir, el movimiento, para ser democrático, tendría que plantearse la posibilidad de que habiendo nacido de la repulsión a Peña en la Universidad Iberoamericana, éste puede llegar a ser el presidente y con él construir los cambios que ellos demanden. La alternativa es que este movimiento ocupe los alrededores de San Lázaro desde el 20 de noviembre e impida la toma de posesión, algo que se antojaría una reedición del plantón de Reforma, y por supuesto un error.

 

La presión que están generando obligará a las dos grandes televisoras a renovarse un poco, a abrir programas de discusión sobre temas de interés social, no será, seguro, la solución, pero será un avance. Imponer contenidos a las televisoras (y a la sociedad) me parecería también un contrasentido.

 

Me parece, no obstante, que la trascendencia se lograría al romper con el sistema de partidos, vía las candidaturas ciudadanas, y forzar a los gobiernos a adoptar una agenda social que haga partícipes a las Organizaciones No Gubernamentales de la toma de decisiones, para que las políticas públicas no se decidan ya entre la improvisación del secretario en turno, el sindicato y el cabildeo de las grandes empresas.

 

@GoberRemes