Al inicio, Enrique Peña Nieto recibió de Javier Sicilia un beso en la mejilla y en su primera intervención se lamentó por los excesos cometidos por algunos policías en el desalojo de San Salvador Atenco, en 2006.

 

Enrique Peña Nieto fue el segundo en participar en los Diálogos por la paz en el Castillo de Chapultepec; ahí reconoció a este movimiento como una expresión genuina.

 

Respecto a Atenco expresó que el episodio le dejó mayores lecciones para asegurarse de que “el uso legítimo de la fuerza pública, que es inherente al Estado, debe hacerse bajo protocolos que permitan el respeto irrestricto de las libertades y de los derechos humanos cuando se decida hacer uso de alguna fuerza pública”.

 

En su segunda participación al responder a la pregunta de qué proponía para ajustar la estrategia contra el crimen, señaló categórico: “no se trata de una guerra contra el narcotráfico; no se trata, ni caben las expresiones de daños colaterales por una guerra que sin duda ni es guerra y que la estrategia ha fallado a los mexicanos, ha propiciado violencia”.

 

Recordó su propuesta de profesionalizar a las policías, para lo cual se requiere mayor inversión pública, uso de inteligencia por parte del Estado y aprobar la ley contra el lavado de dinero. Asimismo se comprometió a publicar el decreto de la Ley general de atención a víctimas del delito en caso de que el presidente Calderón no lo hiciera.

 

Peña Nieto no tuvo ninguna respuesta ante las calificaciones de criminales impunes que hicieron a Arturo Montiel, Ulises Ruíz y Mario Marín, “El góber precioso”.

 

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