Josefina Vázquez Mota iba bien, capoteando el temporal que le significaba -como diría Javier Sicilia- representar la continuidad de “esta imbécil guerra” que nos ha sumido en el horror y que el Presidente, usted y su partido han convertido el país “en un inmenso camposanto”.

 

Incluso, ella -primera en la pasarela en el alcázar de Chapultepec- , pidió “perdón”, ofreció disculpas “frente a las omisiones” y “por cualquier cosa que haya afectado en nuestra administración”.

 

Pero hacia el final de su presentación ante los representantes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, la propia candidata presidencial del PAN se echó la soga al cuello cuando dijo que los “cómplices del crimen organizado, los gobernadores, no están en este partido; no están en esta trinchera política”.

 

Sicilia no dejó pasar el asunto: “¡No! -le soltó-. Te recuerdo a Estrada Cajigal, que se paseaba con el hijo de Esparragoza El Azul; te recuerdo a Marco Antonio Adame…, ¡es un imbécil!; a Molinar Horcasitas, un Herodes arropado por tu partido; a Cecilia Romero…”.

 

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FRIALDAD EN PEÑA NIETO.- Para Enrique Peña Nieto el reclamo en el Alcázar ante más de medio de centenar de víctimas, no sólo fue Atenco y el significar el retorno al pasado: al origen de la corrupción de las instituciones, del voto corrompido y el de la miseria moral. Fue además el que “para usted y su partido no existen los casi 60 mil muertos, no existen nuestros sufrimientos, ni el problema de la guerra. Se ha conformado con acusar de corruptos a los otros partidos”, diría el poeta.

 

Un hombre, José Carlos Castro, terminaría incluso en llanto frente al priista al hablar sobre la desaparición de su esposa y de su hija, “pero lo que más me rompe la madre -soltaría con la voz quebrada- es volver a la casa y escuchar a mi hijo preguntarme: ¿Encontraste a mi mamá?”

 

La respuesta del candidato presidencial del PRI sería formal, distante, superflua en su mayor parte. Su falta de empatía sería precisamente lo que al final reclamaría Sicilia, mientras Pedro Joaquín Coldwell y Beatriz Paredes clavaban la mirada en la mesa:

 

“Me preocupa porque no escuché a su corazón. No oigo su corazón. No pide perdón a sus víctimas. ¡Son discursos muy fríos los suyos que nos aterran! No le escuché una palabra de piedad ni de compasión. ¡Por el amor de Dios! Se trata de compasión, no del discurso político, un político sin compasión no nos interesa”.

 

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EL YOYOÍSMO DE ANDRÉS MANUEL.- Señalado por muchos de ser intolerante, autoritario, terco, sordo, mesiánico, Andrés Manuel López Obrador saltó cuando Sicilia enumeró los adjetivos: “A mí no me puedes meter en el mismo costal. No es soberbia, no soy un político mentiroso ni corrupto; no soy autoritario, no soy mesiánico ni intransigente, ni sectario, ni nada de eso que dicen”.

 

El candidato de las izquierdas narró su trayectoria, sus luchas por los derechos humanos. Pero le contestaron: “Usted no gobernará solo, no es una Presidencia unipersonal. Deberá limpiar las filas de su partido”.

 

Y Sicilia agregó: “Aquí no hay buenos y malos, usted no reconoce que su partido (el PRD) ha reprimido protestas, ha violado derechos humanos…Lo quiero muchísimo pero le pido autocrítica. No es un reclamo a usted, pero sí a muchas otras gentes que lo apoyan y que tienen un espíritu fascista”.

 

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GEMAS: Obsequio de Javier Sicilia para Gabriel Quadri: Usted representa “la arrogancia y una doble moral que pretende reivindicar el liberalismo y criticar los monopolios mientras usted sostiene su campaña apoyado en una cacique, en el poder de un sindicato”.

 

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