Actualmente vivimos en un mundo en que el concepto de inmediatez se ha convertido en el rector de nuestros días. Buscamos información y en internet, en cuestión de segundos, la podemos obtener.
Necesitamos hablar con alguien y podemos llamarle al celular sin importar en donde esté, mandarle un correo electrónico, un mensaje o utilizar las redes sociales para asegurarnos de contactarlo. Ya no hay horas asignadas para el trabajo, ni manera de llegar a casa para desconectarte. Bueno, vamos, ni siquiera puedes irte de vacaciones y olvidarte de todo, porque siempre estás localizable.
Poder tomar un respiro parecería que se ha convertido en un lujo. Sin duda, depende más de un acto voluntario que de una cuestión que se produce naturalmente. Sin embargo, una vez conscientes de lo que está pasando, podemos crear espacios de descanso.
Para mi, los fines de semana se han convertido en mi espacio lúdico. Paseo por la ciudad y conozco nuevos lugares, me siento en una banca de un parque y observo a la gente, gozando de la inexistencia de esa horrible sensación que produce la prisa, que te hace sentir que deberías estar en algún otro lado.
Dedico mi tiempo para leer esa novela en mi sillón favorito, para visitar un nuevo restaurante y matar la tarde platicando entre amigos y buenos vinos o para cocinar en casa mientras pongo música que me produce sensaciones de libertad, de relajación.
El otro día mientras platicaba con mi abuelita, me contaba que antes la vida se vivía a un paso diferente, que había tiempo para todo. Entre sus actividades favoritas diarias estaba ir al mercado de San Juan, donde se abastecía sólo de los mejores ingredientes para su familia. Mientras me platicaba, me imaginaba lo diferente que era su experiencia de comprar el mandado a la mía. Muchas veces, ni siquiera voy al supermercado, lo pido por teléfono.
Cuando voy, hay veces que puedo llegar a la caja con un carrito lleno de cosas, sin siquiera haber tenido una interacción con alguna otra persona. Al contrario, en el mercado, siempre está la marchanta con la que platicas, intercambias recetas o por lo menos comentas el precio del producto que vas a adquirir.
Por lo mismo, el fin de semana pasado decidí visitar el mercado de San Juan. Tomé mis bolsas de mandado, me olvidé de celulares y correos y me propuse a vivir esa sensación de antaño de ir al mercado. El mejor día para visitarlo, sin duda, es el domingo en la mañana, ya que el centro está prácticamente vacío y siempre encuentro donde estacionarme en el mismo mercado.
Lo primero que impresiona a cualquier visitante es la variedad. Bajo un mismo techo puedes encontrar una amplia diversidad de frutas y verduras, (incluyendo variedades exóticas), todo tipo de productos del mar fresquísimos, carnes y aves, incluyendo un puesto donde todavía están quitándole la piel al cabrito.
También encuentras todo tipo de embutidos y lácteos y hasta hierbas medicinales. Sin duda es un mercado en donde puedes curiosear por horas, entre puestos y puestos y donde además encontrarás todos los ingredientes para preparar un festín.
Por ejemplo, en el local 101 El Gran Cazador, donde su eslogan es “todo lo que corre y vuela es bueno para la cazuela”, surten todo tipo de carnes de animales exóticos incluyendo jabalíes, venados, faisanes, lagartos, canguro y una variedad de insectos como el ahuacle (hueva de mosco acuático), gusanos de maguey, chinicuiles, escamoles, acociles y jumiles.
En la parte interior del mercado, encontramos toda una sección de productos orientales (dada su proximidad al barrio chino). Ahí te toparás con ingredientes como la pimienta china, tofu, jengibre, hoja de crisantemo, chícharo chino y rábano blanco, así como todo tipo de ingredientes envasados, como el aceite de ajonjolí, fideos y hasta algas.
En la Jersey, (locales 161 y 195) encontrarás una de las mejores selecciones de queso en México, que van desde los famosos quesos importados franceses, al delicioso mozzarella de búfala, importado de Italia.
Es una delicia ir probando los quesos, mientras que Roberto Castro te convida a probar algunas tapas, que ahí mismo preparan, las cuales puedes acompañar con una copa de vino servido en un vasito de plástico. Aquí también venden unas grandes baguettes preparadas con los quesos y charcutería del local, las cuales alcanzan para una familia de 4 fácilmente y son una delicia.
Mi puesto favorito para comprar hongos es el local 260, de Hermelinda Guillen Vargas. Aquí, dependiendo de la temporada, puedo encontrar morillas frescas o distintas variedades de hongos silvestres.
Y bueno, no estaría completa la visita, sin una parada en la sección de pescados y mariscos. En el Puerto del Santander (local 73), puedes encontrar los típicos pescados como huachinango o robalos enteros y fresquísimos, pero también variedades como las cabrillas, pámpano y otros mariscos como jaibas vivas. También encuentras cosas exóticas, como los percebes que siempre pienso que de existir los dragones, sus dedos se verían como este pequeño molusco.
Poco a poco voy recorriendo el mercado, reencontrándome con mis marchantes y conociendo a otros nuevos. Mis bolsas del mandado se van llenando. Estoy feliz recorriendo el mercado sin prisa. Sin nada que tener que hacer después, más que llegar a casa, abrir una buena botella de vino y ponerme a cocinar los tesoros encontrados para mis seres queridos. Esto sí es vida, ¿quien dijo que hay que siempre tener prisa?
Espero que tengas un maravilloso domingo y recuerda, ¡hay que buscar el sabor de la vida!
@anasaldana
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Mercado San Juan. Ernesto Pugibet, entre José María Marroquí y Luis Moya, a cuatro cuadras del Eje Central Lázaro Cárdenas y de la estación San Juan de Letrán, de la Línea 8 del Metro.
El Gran Cazador, local 101
http://www.elgrancazadormexico.com.mx
Amplia variedad de carnes exóticas
Tel. 5521 39 27
La Jersey, locales 161 y 195.
http://www.lajerseydesanjuan.blogspot.mx/
Quesos y charcutería
Tel. 5510-4374 y 5512-7484
Hermelinda Guiller Vargas, local 260
Hongos
Tel. 5521-6165
Puerto de Santander, local 73
Pescados y mariscos
Tel. 5521-9035
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